29 de diciembre de 2021

Brigadistas suecos en la Guerra Civil Española

Insignia sueca en apoyo de la España antifascista
A pesar de la estricta neutralidad del gobierno sueco en relación con la Guerra Civil española, aunque se tratara de un gobierno socialdemócrata, y las simpatías del sector empresarial por el bando nacional, la fuerza y el compromiso que tuvieron los sectores progresistas de Suecia en su defensa de la República española alcanzaron un nivel muy elevado.

La rápida respuesta de la sociedad civil a los crímenes cometidos por las tropas franquistas confirma que los ciudadanos se movilizaron desde el primer momento y se preocuparon por el desarrollo de la guerra frente al gobierno que los representaba, del cual se esperaba una actitud más pro-republicana por la propia naturaleza ideológica de sus integrantes. Su participación fue proporcionalmente una de las más altas del mundo, lo cual queda demostrado en el volumen de recursos económicos y materiales enviados a España, en el número de comités locales que se organizaron en todo el país, en la fundación y sustento del hospital de Alcoy y de varios orfanatos, y, asimismo, en la participación de más de medio millar de voluntarios suecos en las Brigadas Internacionales.

Un total de entre 600-700 voluntarios llegaron a España a defender a sus pueblos contra el terrorismo fascista, conscientes de que la lucha en nuestro país era la antesala de la lucha por salvar a la humanidad. Al menos 173 fueron enterrados en tierra española. La gran mayoría eran miembros de la juventud del Partido Comunista sueco, pero había unos socialdemócratas también en la brigada sueca ”George Branting” que era parte de la Brigada Ernst Thälman. 

Folleto para pedir apoyo para la República.
Título: Tormenta sobre España
A partir de los años sesenta los ex brigadistas se convirtieron en símbolos vivos de lo que significaban la solidaridad, la lucha por la libertad y la democracia, y el deber de resistencia contra el fascismo, especialmente para los jóvenes más comprometidos con el internacionalismo. Los brigadistas pasaron a ser un gran referente para todos los activistas movilizados por la lucha anticolonial en Argelia, Vietnam, Angola, Mozambique y varios países latinoamericanos.

La condena del golpe militar por el gobierno sueco y el rechazo durante toda la dictadura fueron una preocupación constante para el régimen de Franco. A pesar de que Suecia no tenía alguna influencia política mayor ni el peso económico y demográfico de las otras potencias occidentales, se convirtió en un referente mundial en su posición contra el fascismo español. La decidida actitud se mantuvo firme e inherente en los sectores progresistas del país durante la dictadura e incluso después de la muerte del Caudillo.

A continuación, compartimos el capítulo dedicado a la no demasiada conocida participación de voluntarios suecos en las Brigadas Internacionales suecos en la Guerra Civil Española, en la lucha contra el fascismo en España, que forma parte del estudio de Fernando Camacho Padilla y Ana de la Asunción Criado que lleva como título El papel de Suecia en la guerra civil española (1936-1939).



La entrada de Suecia en el Comité de No Intervención también significó la prohibición del alistamiento de ciudadanos suecos en cualquier de los bandos enfrentados en el conflicto69. El gobierno sueco inmediatamente cumplió con el acuerdo y para evitar la salida de voluntarios se inhabilitaron los pasaportes para entrar en España o en cualquier de sus territorios africanos70. Asimismo, en el caso de que esta medida no tuviera el alcance suficiente, se estableció una sanción para quienes decidieran combatir en forma de una fuerte multa e, incluso, de condena a seis meses de cárcel71

Un grupo de brigadistas internacionalistas suecos en España,
A pesar de las medidas gubernamentales, y una vez efectiva la creación de las Brigadas Internacionales por decisión de la Internacional Comunista, el Partido Comunista Sueco (SKP) abrió una oficina en el centro de Estocolmo para reclutar voluntarios dispuestos a defender la República española y, a su vez, para gestionar su viaje. El responsable de la oficina fue Knut Olsson, secretario de la Cruz Roja sueca, quien se encargó de los detalles prácticos para llegar hasta París, donde se encontraba la sede internacional del reclutamiento. La capital gala era también el lugar donde se concentraban al llegar en Francia los brigadistas que procedían del norte de Europa72. La razón por la cual fue elegida centro de encuentro se debió a la imposibilidad de viajar directamente a España a causa de las prohibiciones vigentes. La mayoría de los brigadistas suecos salieron en dos grupos. El primero partió a mediados de diciembre de 1936 y el segundo a finales del mes de febrero de 1937. Después de esta última fecha, pocas fueron las personas que se alistaron en las Brigadas Internacionales por el desfavorable transcurso de la guerra para los republicanos y por el alto número de bajas que se registraba entre los voluntarios73.
Para llegar a Paris existían dos recorridos alternativos desde Suecia. La primera opción y la más usual, consistió en embarcarse en el puerto de Gotemburgo y cruzar el mar hacia Dinamarca. Después se navegaba nuevamente hasta Amberes (Bélgica), destino dónde se tomaba el tren hasta París. La segunda vía consistía en cruzar Alemania, pero corrían el riesgo de ser arrestado por la Gestapo, la cual estaba plenamente informada del viaje que realizaban los brigadistas suecos debido a la colaboración de la propia policía secreta sueca. Por lo cual, se les hacían un seguimiento detallado mientras pasaban por su país. No hay constancia de que algún ciudadano sueco fuera arrestado en Alemania, pero algunos individuos fueron obligados a regresar a Suecia74.

Poster solidario con los presos políticos del franquismo
Una vez en París, los brigadistas salían rumbo a España en grupos de 30 o 40 hombres de distintas nacionalidades. Tras cruzar los Pirineos, se agrupaban en el Castillo de San Fernando de Figueras, en ese momento cuartel de las Brigadas Internacionales75. La casi totalidad de los voluntarios suecos habían realizado el servicio militar obligatorio y, por ende, tenían conocimiento del manejo de armas, hecho que facilitó su incorporación en el frente76. Del mismo modo, tanto por su formación militar como por su nivel educativo, algunos suecos fueron nombrados oficiales de medio rango77.

Una vez en España, los voluntarios suecos ingresaron en la XI Brigada Internacional, compuesta mayoritariamente por alemanes, austriacos y otros escandinavos. Fueron distribuidos entre el batallón Thälmann, en la cual formaban la compañía Georg Branting, y en menor número en el batallón Hans Beimler. El líder del grupo de escandinavos fue Holger Ekström, marinero de Gotemburgo de 37 años, quien poco antes de su muerte, en marzo de 1937, ascendió a comandante, el grado más elevado entre los brigadistas suecos78. El último jefe de la compañía fue Herman Wohlin. Algunos voluntarios suecos que residían en otros países en el momento del alistamiento participaron en batallones organizados en función a otras nacionalidades, al ejemplo del estadounidense Abraham Lincoln, del canadiense Mackenzie Papineau79 o del alemán Edger André80. Algunos anarcosindicalistas suecos se alistaron en la compañía internacional Erich Mühsam, donde predominaban los alemanes81. Las principales batallas en las que participaron fueron las de Jarama, Brunete, Guadalajara, Teruel, Aragón y del Ebro82.

La gran mayoría de los brigadistas eran militantes o simpatizantes de los partidos comunistas de sus respectivos países, y en número mucho menor de otras organizaciones políticas. Por lo general, se trataba de personas que procedían de la clase trabajadora, si bien es cierto que algunos intelectuales también se alistaron puntualmente. Los voluntarios suecos procedían en un 95 % del proletariado91, de los cuales un tercio eran marineros92 y el resto obreros del sector metalúrgico, de la minería, del transporte o de distintos sectores industriales93. De Estocolmo llegaron 117 voluntarios y 71 de Gotemburgo, y en menor número otros de Örebro y de las provincias de Östergötland y Västernorrland94. La edad media de los combatientes suecos fue de 28 años, es decir bastante elevada en relación con los otros brigadistas95. El promedio de su estancia fue de 12 meses, aunque algunos voluntarios se quedaron en España más de dos años, esencialmente los prisioneros de las tropas franquistas y posteriormente trasladados a distintas cárceles, donde estuvieron recluidos hasta meses después de la guerra96.

Puerto de Malmo, diciembre de 1938: recibimiento a los héroes
antifascistas de las Brigadas Internacionales.
Dadas las dificultades económicas de los brigadistas suecos, en octubre de 1937, el Comité Sueco de Ayuda para España (SHfS) estableció el Fondo para Ayudar a los Combatientes del Frente (Frontkämparnas stödfond) destinado a cubrir los gastos de abastecimiento durante su estancia en España. Además, con el dinero recaudado se costearon los gastos del viaje de regreso y también se les pagó la atención médica cuando volvieron a Suecia97.

Una vez que el gobierno de Juan Negrín decidió retirar las Brigadas Internacionales de España, se creó la Comisión Internacional para la Retirada de Voluntarios compuesta de agregados de varios países, entre los cuales se encontraban representantes suecos y funcionarios de la Sociedad de Naciones98. Este organismo fue responsable de velar al cumplimiento efectivo de la orden del presidente de la República. A partir de ese momento, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia y el SHfS empezaron a organizar el regreso definitivo de los brigadistas. A pesar de que la ley aprobada al comienzo del estallido de la rebelión contemplaba multas y penas de cárcel para quienes combatieran en España, ningún brigadista fue condenado gracias a que finalmente el gobierno optó por decretar la amnistía99.

El primer grupo de brigadistas regresó a Suecia en diciembre de 1938 y estaba compuesto por cerca de 180 hombres incluyendo finlandeses y alemanes que no podían entrar en su patria. Cuando llegaron a Malmö, primera ciudad sueca en la que desembarcaron, unas 4.000 personas les recibieron como héroes. Al llegar a la estación de tren de Estocolmo unos días más tarde, 8.000 personas se congregaron para rendir homenaje, entre ellos Isabel de Palencia y Georg Branting100. El resto de los excombatientes, aproximadamente 130 individuos, regresaron a Suecia en grupos reducidos a lo largo del año 1939. El último grupo logró volver en mayo de 1940 tras la puesta en libertad de los últimos voluntarios suecos que habían permanecido presos en las cárceles franquistas101.
Imagini pentru la mano brigadista en suecia
La mano: homenaje a los Brigadistas Internacionales suecos
en Estocolmo

Su reincorporación a la vida cuotidiana en Suecia no fue fácil por razones obvias, sin contar las heridas de guerra y las secuelas psicológicas. Buena parte de los excombatientes volvieron a sus ocupaciones anteriores, aunque en algunos casos no fue posible porque los gerentes y/o dueños de las empresas eran simpatizantes del bando franquista, permaneciendo así desempleados durante meses. Los que sufrieron de dificultades económicas tuvieron que pedir ayuda a los fondos de solidaridad de los sindicatos102. Se creó, asimismo, en abril de 1939, la Liga de los Combatientes Suecos del Frente (Svenska frontkämpeförbundet) para que los ex brigadistas pudieran apoyarse mutuamente y también para que se estudiasen nuevas estrategias afín de derrocar al régimen franquista103. Cabe destacar que un núcleo importante de ex brigadistas se reincorporó en la marina mercante de Suecia, cuyos barcos también fueron torpedeados ocasionalmente por los submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial104. Dado que varias decenas de voluntarios pagaron su compromiso en la lucha antifascista con su vida, poco se sabe actualmente de su participación en la guerra de España.

Una vez que estalló la Segunda Guerra Mundial, varios ex brigadistas ingresaron en los grupos de resistencia contra los nazis en países vecinos, como Noruega y Dinamarca105, así como en ambos lados del frente en la Guerra de Invierno entre Finlandia y la Unión Soviética tras el ataque del Ejército rojo en noviembre de 1939. Durante este conflicto, el SKP fue espiado por la SÄPO,  la policía secreta sueca, ante el temor de una posible colaboración con los soviéticos. Por la misma razón, el gobierno declaró ilegal la prensa comunista y abrió varios campos de trabajo en los que se internó a militantes comunistas. Entre veinte y treinta ex brigadistas fueron confinados en estos recintos hasta el verano de 1943, fecha en que la guerra giró favorablemente para los aliados106. No obstante, incluso después de la Segunda Guerra Mundial los excombatientes continuaron siendo sospechosos de traición dentro del contexto político de la Guerra Fría.

Para finales de los años cuarenta, la experiencia de los ex brigadistas estaba ya prácticamente olvidada, y no gozaban de ningún tipo de reconocimiento por su labor. A pesar de ello, la Liga de los Soldados Suecos del Frente sufrió un proceso de transformación, de forma que a comienzos de la década de los años cincuenta cambió su nombre por el de la Asociación de Camaradas de Voluntarios suecos en España (Svenska Spanienfrivilligar Kamratförening)107. Su renacer ocurrió en la década de los años sesenta, cuando la juventud sueca más comprometida empezó a interesarse por el desarrollo político de las naciones oprimidas, sean por dictadores o por las potencias coloniales, o dominadas por los intereses económicos estadounidenses. En aquel periodo también se inició un debate sobre la responsabilidad de los turistas suecos por su apoyo financiero indirecto al régimen franquista.

La mano, en Estocolmo
Entre 1963 y 1994, los ex combatientes publicaron una revista llamada För ett Fritt Spanien (Por una España libre)108. Además de ofrecer un apoyo moral importante a la oposición antifranquista, centraron sus tareas en la denuncia de las atrocidades por el estado español, en la elaboración de estrategias de desestabilización junto con la Fédération Internationale des Résistants (FIR), y en la ayuda a las víctimas y familiares de la represión, para lo cual se enviaron recursos económicos y materiales. Además, consideraron los ex brigadistas importante continuar organizando actividades de solidaridad para que la oposición a la dictadura se percatara de que su causa podía contar con un sostén exterior. Con el fin de lograr la mayor difusión posible, la asociación planificó numerosos eventos culturales109, para lo cual, se estableció nexos con artistas contemporáneos, galerías de arte, y salas de exhibición, en las que se presentaron obras inspiradas por la situación política española, como carteles, litografías y cuadros. Simultáneamente se realizaron conciertos y recitales en los que participaron cantantes y poetas suecos y españoles110.

En estos años, el Partido Socialdemócrata (SAP) también fue sumamente activo en la solidaridad con España, lo que favoreció un acercamiento entre los excombatientes y la socialdemocracia. El primer ministro Olof Palme condenó públicamente las ejecuciones de prisioneros políticos, especialmente los últimos fusilamientos de septiembre de 1975111, momento en que declaró lo siguiente :

"Los fascistas en Europa trataron de suprimir la socialdemocracia con violencia. ¿Qué podía suponer una amenaza más peligrosa para una dictadura que un movimiento que encarrila grandes masas de gente alrededor de ideas progresistas ? Cuando los nazis salieron victoriosos, incontables socialdemócratas tuvieron que sacrificar sus vidas, fueron llevados a campos de concentración o tuvieron que salir al exilio porque se negaron a dejar sus convicciones democráticas. Después regresaron para reconstruir sus países. Lo fantástico es que ello todavía continúa y que los asesinos del demonio siguen haciendo de las suyas. Para la juventud de la generación de la década de los años treinta, la Guerra Civil española fue una experiencia que todavía tiene presente, la cual configuró su imagen del mundo y les estimuló un gran compromiso político. La Guerra Civil tuvo para ellos el mismo significado que Vietnam para los jóvenes de los años sesenta. Esto, recuerdo, fue hace cuarenta años. Ahora el régimen se acerca a su fin. Todos sabemos lo que se va a decir cuando caiga : El fascismo más vergonzoso y humillante tomó el poder en España a finales de los años treinta. Por casi cuarenta años ha estado angustiando al pueblo español. También va a caer de la manera más humillante y vergonzosa, y el juicio histórico será despiadadamente duro con el régimen fascista de Franco. Esto lo sabemos y, sin embargo, todavía permanece hoy"112

Durante la década de los años sesenta, los ex brigadistas también mantuvieron estrechas relaciones con los militantes del Partido Comunista de España residentes en Estocolmo113, especialmente desde 1965, año de fundación del Club de los Cronopios, una asociación cultural española que contaba con un restaurante español, una biblioteca y una sala de eventos. Según Francisco J. Uriz, uno de sus fundadores, el club se creó “para mantener así el contacto con España y sobre todo para crear un ambiente propicio para el reclutamiento de nuevos militantes”114. En 1977 se levantó en Estocolmo el monumento La Mano en homenaje a los brigadistas suecos que lucharon en territorio español por iniciativa del SAP, el cual controlaba la alcaldía de la ciudad. La idea contó con el apoyo de los restantes partidos de izquierda, pero recibió la crítica de la derecha política. El arquitecto fue Liss Eriksson y la mano fue tallada en un gran bloque de granito. Desde entonces, este lugar se ha convertido en el punto de encuentro y de partida de numerosas manifestaciones y protestas de los sectores vinculados a la izquierda, que incluyen entre otras la celebración del 1 de mayo115.
"Cuando hoy día tomamos la decisión de dar por término a nuestra asociación fue con la conciencia de que el trabajo de solidaridad contemporáneo está conducido por nuevas fuerzas. Por encima de todo, nos alegramos profundamente de que son los jóvenes quien sean los portadores del internacionalismo, de la libertad y de los ideales democráticos. A ellos nos gustaría transmitir la consigna que hizo antes de morir Olle Meurling, el primero de nuestros camaradas que cayó en España : Camaradas, sostener la ardiente llama roja"118
Las campañas de solidaridad de los excombatientes que lucharon en la Guerra Civil española finalizaron 58 años después de su inicio. Sin lugar a duda fue la experiencia solidaria más extensa temporalmente de toda la historia contemporánea del país, causado en parte por la prolongada estancia del dictador en el poder en España y, a su vez, por el alto nivel de conciencia ciudadana generada en Suecia durante todo el periodo. Gracias a su labor, el compromiso que adquirió el país escandinavo en defender la República española ha quedado presente hasta el día de hoy y se transmite a las generaciones más jóvenes.

Ftes: Les Cahiers de Framespa: Nouveaux champs de l´histoire sociale y el blog Sverige

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