27 de febrero de 2024

"Cuando el colonizado oye un discurso sobre la cultura occidental, saca su machete" — Frantz Fanon

"Cuando el colonizado comienza a presionar sus amarras, a inquietar al colono, se le envían almas buenas que, en los "Congresos de cultura" le exponen las calidades específicas, las riquezas de los valores occidentales. Pero cada vez que se trata de valores occidentales se produce en el colonizado una especie de endurecimiento, de tetania muscular. En el periodo de descolonización, se apela a la razón de los colonizados. Se les proponen valores seguros, se les explica prolijamente que la descolonización no debe significar regresión, que hay que apoyarse en valores experimentados, sólidos, bien considerados. Pero sucede que cuando un colonizado oye un discurso sobre la cultura occidental, saca su machete o al menos se asegura de que está al alcance de su mano.

La violencia con la cual se ha afirmado la supremacía de los valores blancos, la agresividad que ha impregnado la confrontación victoriosa de esos valores con los modos de vida o de pensamiento de los colonizados hacen que, por una justa inversión de las cosas, el colonizado se burle cuando se evocan frente a él esos valores. En el contexto colonial, el colono no se detiene en su labor de crítica violenta del colonizado, sino cuando este último ha reconocido en voz alta e inteligible la supremacía de los valores blancos. En el periodo de descolonización, la masa colonizada se burla de esos mismos valores, los insulta, los vomita con todas sus fuerzas.

Ese fenómeno se disimula generalmente porque, durante el periodo de descolonización, ciertos intelectuales colonizados han entablado un diálogo con la burguesía del país colonialista. Durante ese periodo, la población autóctona es percibida como masa indistinta. Las pocas individualidades autóctonas que los burgueses colonialistas han tenido ocasión de conocer aquí y allá no pesan suficientemente sobre esa percepción inmediata para dar origen a matices. Por el contrario, durante el periodo de liberación, la burguesía colonialista busca febrilmente establecer contactos con las "élites". Es con esas élites con las que se establece el famoso diálogo sobre los valores. La burguesía colonialista, cuando advierte la imposibilidad de mantener su dominio sobre los países coloniales, decide entablar un combate en la retaguardia, en el terreno de la cultura, de los valores, de las técnicas, etc. Pero lo que no hay que perder nunca de vista es que la inmensa mayoría de los pueblos colonizados es impermeable a esos problemas. Para el pueblo colonizado, el valor más esencial, por ser el más concreto, es primordialmente la tierra: la tierra que debe asegurar el pan y, por supuesto, la dignidad. Pero esa dignidad no tiene nada que ver con la dignidad de la "persona humana". Esa persona humana ideal, jamás ha oído hablar de ella. Lo que el colonizado ha visto en su tierra es que podían arrestarlo, golpearlo hambrearlo impunemente; y ningún profesor de moral, ningún cura, vino jamás a recibir los golpes en su lugar ni a compartir con él su pan".

Frantz Fanon, fragmento extraído de (pdf) Los condenados de la tierra (1961)

Gustav Courbet y el derribo de la columna Vendôme por los comuneros de París

Gustav Courbet (1819-1877), pintor revolucionario, activo participante de La Comuna de París, en la que fue designado "ministro" de la Comisión de las Artes del gobierno comunero. Luchó en las barricadas para instaurar una sociedad fraternal y un gobierno obrero. Fue condenado a prisión por los reaccionarios tras la derrota de la Comuna como principal responsable de la decisión del derribo de la columna Vendôme, símbolo de la tiranía y del imperialismo napoleónico. Coubert también fue condenado a costear los gastos de la reconstrucción del odioso símbolo del militarismo francés, aunque huyó a Suiza dejando a los reaccionarios franceses con dos palmos de narices.

En el periódico El Socialista se narró como sucedió el acontecimiento del derribo de la columna de Vendôme en su número 141 de 16 de noviembre de 1888. dentro de una serie de entregas publicadas entre 1888 y 1889 donde se daba a conocer a los trabajadores españoles pormenorizadamente la historia de La Comuna, el primer estado obrero de la historia de la humanidad:

“…Todos los esfuerzos hechos para impedir el derribo, para distraer a los obreros habían sido vanos. A las dos de la tarde una muchedumbre inmensa llenaba todas las calles que desembocaban en la plaza Vendome, muchedumbre un poco inquieta por el resultado de la operación. Los reaccionarios pronosticaban todo género de catástrofes. El ingeniero encargado del derribo afirmaba que no habría choque, que la columna se quebraría en el aire, a cuyo fin la había aserrado horizontalmente un poco más arriba del pedestal. Una cortadura en forma de bisel debía facilitar la caída hacia atrás sobre un vasto lecho de haces de leña, arena y estiércol, acumulado en el eje de la calle de la Paix.

Un cable, atado en la cúspide de la columna, se enrollaba a un cabestrante fijado en la entrada de la calle. La plaza se hallaba ocupada en parte por los milicianos nacionales y curiosos. A falta de Julio Simón y Julio Ferry, que en otro tiempo fueron partidarios entusiastas del derribo, Glais-Bizoin vino a felicitar a Ferré, que acababa de reemplazar a Cournet en el cargo de prefecto de policía, y le declaró que su más ardiente deseo, hacia cuarenta años, era ver derribar aquel monumento expiatorio.

Las músicas tocaron la Marsellesa; el cabestrante empezó a virar, pero la polea se rompió y un hombre fue herido. Rumores de traición circulaban ya, cuando una segunda polea fue instalada. A las cinco y cuarto un oficial se presentó en la balaustrada, agitó por espacio de un algún tiempo una bandera y la ató a la verja. A las cinco y media el cabestrante viró de nuevo; algunos minutos después la extremidad de la columna se movió lentamente; el cuerpo de la misma se movió lentamente; el cuerpo de la misma se inclinó poco a poco, y luego, bruscamente, se rompió en el aire con zigzags de centella y derrumbóse lanzando un sordo gemido.

La cabeza de Bonaparte rodó por el suelo, y su brazo parricida quedó separado del tronco. Una inmensa aclamación, como de un pueblo libertado, salió de millares de pechos. Saludada de clamores entusiastas, la bandera roja ondeó sobre el pedestal purificado, que aquel día fue convertido en altar del género humano.

Los individuos del Consejo de la Commune presentes al acto cometieron la torpeza de impedir que el pueblo se repartiese los restos de la columna. Siete días después los versalleses los recogieron, y uno de los primeros actos de la burguesía victoriosa fue erigir nuevamente aquel cucurucho enorme, símbolo de su soberanía. Para realzar a Napoleón I sobre su pedestal, fue menester una andamiada de 30.000 cadáveres. Como las madres del primer Imperio, las de nuestros días no deben mirar nunca ese baldón de bronce sin derramar lágrimas.”

En las fotografías de esta entrada, compartimos el autorretrato del propio Courbet y la imagen del derribo del odioso símbolo de la burguesía francesa, al ritmo de la Marsellesa,  por los trabajadores parisinos:

26 de febrero de 2024

Dareen Tatour, poeta palestina: "Resiste, mi pueblo, resiste contra ellos"

La autora del poema "Qawem Ya Shaabi Qawemahum" (Resista a mi pueblo, resite contra ellos), Dareen Tatour es una poeta palestina que fue arrestada el 11 de octubre de 2015 por la policía israelí. El 2 de noviembre de 2015 fue acusada de incitación a la violencia y de apoyar a una organización terrorista. En el centro de las acusaciones estaba su poema. Solo el 17 de julio de 2016, durante la audiencia final del caso de la fiscalía, se acordó que a Tatour se le permitiría cumplir con su arresto domiciliario en Reineh con su familia.

Se trata de un poema muy actual, en estos momentos en los que el pueblo palestino está comprobando de nuevo que el engaño de la solución negociadora con el régimen de apartheid que sufren bajo la bota de la minoría sionista no lleva a ningún sitio y que solo le queda la única salida de seguir luchando  contra el sionismo y el imperialismo

"No voy a sucumbir a la “solución pacífica”, nunca bajaré mis banderas hasta que los eche de mi tierra", dice el poema de Tatour. Y a las puertas de la tercera intifada, ya anunciada por Hamas, tras el reconocimiento por el gobierno de Trump de Jerusalén como capital de Israel, saltándose las resoluciones de la ONU al respecto y toda legislación internacional, estos versos están en la cabeza y en el corazón de todos los palestinos y, por supuesto, de los antimperialistas y antifascistas de todo el mundo:

Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos.
Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos.
En Jerusalén, vestí mis heridas y respiré mis penas
Y cargué el alma en mi mano
por una Palestina árabe.
No voy a sucumbir a la “solución pacífica”,
nunca bajaré mis banderas
hasta que los eche de mi tierra.
Los lanzaré fuera en un tiempo por venir.
Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos. 
Resiste al robo del colono.
y sigue la caravana de mártires.
Trituremos la constitución vergonzosa
que imponía degradación y humillación
y nos impidió restablecer la justicia.
Quemaron a los niños que no tienen culpa;
como a Hadil, que lo ejecutaron en público,
lo mataron a plena luz del día.
Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos.
Resiste al ataque de los colonialistas.
No le hagamos el juego a sus infiltrados
que nos encadenan con la ilusión pacífica.
No temas a lenguas inciertas;
La verdad en tu corazón es más fuerte,
Todo lo que resistes en la tierra
lo has vivido entre los asaltos y la victoria.
Como Ali llamó desde su tumba:
Resiste, mi pueblo rebelde.
Escríbeme una prosa en la madera de agar;
Mis restos te tienen como respuesta.
Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos.
Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos.
Dareen Tatour
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