20 de febrero de 2021

Fragmento de "Espartaco" de Howard Fast: esclavos contra sus propios sueños

–Ya que eres un político –dijo Cicerón sonriendo–, ¿por qué no me dices qué es un político?

–Un farsante– respondió Graco secamente.

–Por lo menos tú eres franco.

–Es mi única virtud y es extremadamente valiosa. En un político la gente la confunde con la honestidad. [...] hay mucha gente que no tiene nada y un puñado que tiene mucho. Y los que tienen mucho tienen que ser defendidos y protegidos por los que no tienen nada. No solamente eso, sino que los que tienen mucho tienen que cuidar sus propiedades y, en consecuencia, los que nada tienen deben estar dispuestos a morir por las propiedades de gente como tú y como yo y como nuestro buen anfitrión Antonio Cayo. Además, la gente como nosotros tiene muchos esclavos. Esos esclavos no nos quieren. No debemos caer en la ilusión de que los esclavos aman a sus amos. No nos aman y, por ende, los esclavos no nos protegerán de los esclavos. De modo que mucha, mucha gente que no posee esclavos debe estar dispuesta a morir para que nosotros tengamos nuestros esclavos. Roma mantiene en armas a un cuarto de millón de hombres. Esos soldados deben estar dispuestos a marchar a tierras extrañas, marchar hasta quedar exhaustos, vivir sumidos en la suciedad y la miseria, revolcarse en la sangre, para que nosotros podamos vivir confortablemente y podamos incrementar nuestras fortunas personales.

Los campesinos que murieron luchando contra los esclavos estaban en el ejército, en primer lugar, porque habían sido desalojados de sus tierras por los latifundistas. Esas tierras, ahora cultivadas por esclavos, los convirtieron en miserables que murieron para mantener intactas dichas tierras. Por lo que nos vemos tentados a asegurar que todo esto es una reductio ad absurdum. Porque, debes considerar lo siguiente, mi querido Cicerón: ¿Qué perderían los valerosos soldados romanos si los esclavos vencen?

En verdad, ellos los necesitarían desesperadamente, ya que no hay suficientes esclavos para trabajar adecuadamente las tierras. Habría tierras de sobra para todos y nuestros legionarios lograrían aquello con que sueñan, su parcela de tierra y una pequeña casita. No obstante, marchan a destruir sus propios sueños, para que dieciséis esclavos transporten a un viejo cerdo obeso como yo en una cómoda litera".

De Espartaco, de Howard Fast

Libro descargable: Espartaco

12 de febrero de 2021

"España", texto inédito de Thomas Mann sobre la República Española y el apoyo internacional al fascismo

Thomas Mann se posicionó claramente a favor de la República Española tras la agresión fascista dirigida por Franco y financiada por Hitler y Mussolini (y, a su vez, los que apoyaban y financiaban a estos). Mann no solo señala al fascismo en su texto, como la barbarie que singnifica contra la humanidad, sino, especialmente, a aquellos paises autodenominados "democráticos" que lo apoyaban, por activa o por pasiva, en nombre de los "intereses económicos" que, en el fondo, crean hombres sin escrúpulos y justifican horribles crímenes. Ahí, como señalaría también su compatriota Bertolt Brecht, está el nido de la serpiente.

También critica que se llame "nacionales" a los que, en realidad, estaban atacando a su propio país en nombre de intereses particulares y extranjeros, bien definidos por el propio Franco, "general que declara que prefiere la muerte de dos tercios del pueblo español antes que ver reinar al marxismo, es decir, antes de contemplar la llegada de un orden mejor, más justo y humano".

El texto "España", inédito hasta ahora, está incluido en el volumen 'La guerra de España: reconciliar a los vivos y los muertos' (Arpa), de Jean-Pierre Barou

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"Todos los grandes crímenes de este mundo se cometen en nombre de los intereses, que no tienen escrúpulos en sus «acciones». Esto es lo que estamos viendo en estos momentos en España. ¿Quién podría ocupar el papel de oponer las reivindicaciones de la conciencia a todos esos intereses, que no dejan de ser mezquinos aunque se pongan una máscara solemne, si no el poeta, el hombre de juicio libre? Él es quien debe alzar la voz y protestar contra un método que sitúa al crimen en la base de la política, violando todos los sentimientos humanos.

No existe desprecio más fácil que aquel con que se cubre al «poeta que baja al ruedo político». En el fondo, son los intereses los que hablan en estos términos. No quieren una vigilancia que pueda enturbiar sus acciones, e invitan al intelectual a recluirse amablemente en «lo espiritual». A cambio, se le permite considerar la política como algo indigno de su atención. ¿No debe percibir él sin duda que ese falso honor es una recompensa por su complicidad con los intereses a través de su abstención? En nuestro tiempo, retirarse a una torre de marfil carece de sentido. Es imposible no darse cuenta de ello en los tiempos que corren.

De hecho, la democracia se concreta en cada uno de nosotros, pues la política se ha convertido en el asunto de todo el mundo. Nadie puede escapar a ella, pues la presión inmediata que ejerce sobre cada individuo es demasiado fuerte. ¿No es cierto que el hombre al que oímos decir, como aún sucede, «A mí no me interesa la política», nos parece un ser «chapado a la antigua»? Un punto de vista como este no solo nos parece egoísta e irreal, sino además una falsedad bastante estúpida. No es tanto una prueba de ignorancia como de una indiferencia moral. El orden político y social forma parte de la totalidad humana, y esta es una realidad innegable. Solo es un aspecto del problema y del deber humanos, pero nadie puede ignorarlo sin pecar por ello contra la humanidad que intenta privilegiar frente a la política en el ámbito de lo esencial. Sin embargo, lo esencial, de lo que todo depende, es el orden político y social, porque el problema humano se plantea en nuestro tiempo con gravedad mortal en la política. ¿Cómo podría el poeta abstraerse, él, cuya naturaleza y cuyo destino lo han colocado en el lugar más expuesto de la historia de la humanidad? Al referirme a la gravedad «mortal» que reviste la cuestión política en nuestro tiempo, he querido expresar que todo hombre, y en particular el poeta, debe salvar su mente —o, ¿por qué no emplear el término religioso?—, salvar su alma. El poeta incapaz ante el problema humano, planteado en forma política, no solo es un traidor a la causa del espíritu en beneficio del bando de los intereses, sino que también es un hombre perdido. Su pérdida es ineluctable. Perderá su fuerza creadora, su talento, y no será capaz de hacer algo duradero de nuevo. Incluso su obra anterior, aunque no estuviera marcada por esta falta, si era buena, dejará de serlo. No significará ya nada a ojos de los hombres. Esta es mi convicción profunda, y hay ejemplos que la confirman.

Quizá me pregunten qué entiendo por «espíritu» o por «intereses». Pues bien, lo espiritual, considerado desde el punto de vista político y social, es la aspiración de los pueblos a mejorar sus condiciones de vida, a hacerlas más justas y felices, mejor adaptadas a la dignidad humana. Lo espiritual es la aprobación de ese deseo por parte de los hombres de buena voluntad.

Los intereses saben que un cambio semejante reduciría algunas de sus ventajas y privilegios. En consecuencia, intentan impedir tal evolución por todos los medios, incluido el crimen, o al menos detenerla por un tiempo, porque lo hacen sabiendo que convertirla en un imposible está fuera de su alcance. El bando de los intereses está interviniendo en España y la destruye con una falta de pudor desconocida hasta la fecha.

En realidad, lo que viene sucediendo en ese país desde hace meses constituye el escándalo más inmundo de la historia humana. ¿Pero es que el mundo no se da cuenta? Me temo que no, porque los intereses asesinos no saben hacer nada mejor que volver al mundo estúpido, ocultar su verdadero carácter. El otro día me llegó esta información desde el lugar más sombrío de Europa: Alemania. «¿Quién habría podido imaginar que, cayendo del cielo azul, los Rojos de España fueran capaces de tales horrores?». ¡Los Rojos! ¡Cayendo del cielo azul!

Todo el mundo sabe lo poco revolucionarias que eran las reformas del Frente Popular español, esa alianza de republicanos y socialistas sellada por una victoria electoral decisiva y legítima.

¿Es que ya no tenemos corazón? ¿Ni razón? ¿Queremos que el bando de los intereses nos arrebate los últimos restos de buen juicio y de libre pensamiento cayendo en la trampa que montan con tanta destreza? De hecho, ocultan los instintos más bajos bajo la máscara de ideas de cultura, de Dios, de orden y de patria. Un pueblo que vive bajo el yugo de una explotación de las más reaccionarias desea una existencia más clara, más humana, un orden social que cree que le permitirá ser más digno de su propia humanidad. Para este pueblo la libertad y el progreso no son aún nociones roídas por la ironía y el escepticismo. Cree en ellas como los valores más altos y dignos de su esfuerzo. Incluso ve en ellas las condiciones de su honor como nación. Este pueblo se ha proporcionado un gobierno que se propone remediar —procediendo con prudencia y teniendo en cuenta las circunstancias particulares— los abusos más indignantes. ¿Qué sucede a continuación? Estalla una rebelión de generales al servicio de las antiguas potencias explotadoras, estalla con la complicidad del extranjero. La rebelión fracasa, está a punto de perder, y entonces los gobiernos extranjeros, enemigos de la libertad, acuden en su ayuda y, a cambio de promesas de ventajas económicas en caso de victoria, proporcionan a los insurgentes dinero, hombres y material de guerra. Gracias a estos alimentos, la lucha sangrienta prosigue, engendrando en ambos bandos una crueldad cada día más implacable. Contra el pueblo que lucha desesperadamente por su libertad y sus derechos humanos, se lleva a la batalla a tropas de sus propias colonias. Los bombarderos extranjeros destruyen las ciudades, asesinan a los niños. Y todos esos se hacen llamar «nacionales». Esos crímenes que claman al cielo se llevan a cabo en nombre de Dios, del orden y de la belleza. Si las cosas hubiesen sucedido conforme a los deseos de la prensa de los intereses, hace tiempo que la capital del país debía haber caído y las «bandas marxistas» debían haber sido vencidas. Pero la capital, medio destruida, aún se mantiene en pie, al menos en el momento en que estas líneas se escriben, y las «bandas rojas», según el nombre que prefiere la prensa de los intereses, es decir, el pueblo español, defienden su vida y los valores en los que cree con una valentía sobrehumana, una valentía en la que los más embrutecidos escuderos de los intereses deberían encontrar la materia de reflexión que podría llevarlos a descubrir las fuerzas morales que están en juego.

El derecho de los pueblos a definirse a sí mismos goza hoy en el mundo del mayor respeto oficial. Incluso nuestras dictaduras y Estados totalitarios se emplean a fondo en hacernos creer que tienen entre el 90 y el 98 % del pueblo de su lado. Pues bien, si una cosa está clara, es la siguiente: los oficiales rebeldes sublevados contra la República española no tienen al pueblo con ellos. Y por el momento no pueden cambiar ese punto. De entrada, están obligados a crear la posibilidad de cambiar esa información con la ayuda de árabes y de soldados extranjeros. Si bien no podemos decir con exactitud qué es lo que quiere el pueblo español, sí podemos decir lo que no quiere: la dictadura del general Franco. La cuestión es que los gobiernos europeos, interesados en ver morir la libertad, han reconocido el poder de ese rebelde como el único legal, y esto en plena Guerra Civil, esa guerra que aún continúa gracias a su apoyo, si es que no la han provocado ellos. Ellos, que en sus países muestran en todo lo relativo a la alta traición cierta dureza —es lo mínimo que podemos decir—, apoyan a un hombre que entrega su propio país al extranjero. Ellos, que se hacen llamar «nacionalistas», ponen todo en marcha para llevar al poder a un partisano que no se preocupa en absoluto por la independencia del país, siempre que él consiga abatir la libertad y los derechos humanos. Este general declara que prefiere la muerte de dos tercios del pueblo español antes que ver reinar al marxismo, es decir, antes de contemplar la llegada de un orden mejor, más justo y humano.

Dejando de lado cualquier sentimiento de humanidad: ¿es esto nacional? ¿Qué partido tiene más derecho a hacerse llamar nacional? Me llamarán bolchevique, pero no puedo no pronunciarme en favor del derecho en el conflicto entre el derecho y la fuerza".

6 de febrero de 2021

Pandemias en el Sáhara Occidental (un texto de Bahia Mahmud Awad)

Bahia Mahmud Awah (en árabe, باهية محمود حمادي اواه ) ( Auserd , Sahara español , 1960 ) es un escritor, antropólogo y investigador saharaui . Nacido en el seno de una familia nómada en Tiris, cerca de Auserd, en Río de Oro y recibió el nombre de Bahia en honor a su tío, el poeta saharaui Bahia Uld Awah.

Realizó sus estudios entre el Sahara Occidental, entonces provincia española, y Argelia, para concluirlos entre La Habana y Madrid. Trabajó en el departamento de emisiones en español de Radio Nacional Saharaui y desde 1999 vive en España.​ 

En su página web se pueden encontrar más datos sobre su vida y sus obras poéticas y literarias. Por ejemplo, cuando nos cuenta cosas sobre las "pandemias" que ha sufrido el pueblo saharaui que, parece ser, todavía no ha sido afectado por la del actual coronavirus.  Por supuesto, la principal pandemia que les afecta actualmente es la de la violencia y el sometimiento del ejército marroquí, que priva a los saharauis de la libertad política y cultural como pueblo y a muchos de sus miembros, como él mismo, de poder vivir en su tierra. 

Pero Awad también nos cuenta sobre otras "pandemias" en el pasado, como la provocada por las pruebas nucleares efectuadas por Francia en Argelia, que afectaron de lleno en todo el territorio del Sáhara Occidental, entonces bajo la bota española, pero que también, además de sobre los argelinos, se haría sentir en las costas andaluzas del sur de España: "el impacto radiactivo se extendió a toda África del Oeste, por el sur hasta Centroáfrica y al norte, por la costa española y Sicilia".

Se trata de una muestra más del sufrimiento de un pueblo pisoteado y olvidado por los organismos internacionales y su antigua metrópolis colonial, España, un testimonio de uno de sus hijos que lo vive ha vivido y vive en carne propia, en, como dice en uno de sus poemas, una vida continuamente confinada: "El exilio es mi vida confinada  / a tiempo ilimitado / en el vientre alquilado / de una vieja metrópoli, / retrógrada y carcomida en sus entrañas". 

"Otras pandemias sufrieron y sufren los saharauis

Hubo otra pandemia nuclear que Argelia sufrió en su desierto y está en la memoria de las víctimas de los habitantes del Sahara Occidental durante su periodo colonial. Aquella pandemia manifestada en fiebre, convulsiones, irritaciones, colapso de las vías respiratorias y ceguera que vivieron los saharauis también sucedió en un mes de febrero de 1960.

Los ensayos atómicos que practicó la Francia Colonialista en los años sesenta en el sur de Argelia, cuyos efectos pudieron alcanzar a varios países africanos y también a España, mataron a muchas familias y animales en la parte noreste y este del Sahara Occidental siendo colonia española.

Un tema que aparece en mi libro el ‘Sueño de volver’ cuando recogía la historia de la familia de aquel dirigente estudiantil saharaui Hanafi Uld Mohamed Chej. Y que también en 2010 recordaba en El País el periodista Ingacio Cembrero “(La primera bomba francesa arrojada el 13 de febrero de 1960) el impacto radiactivo se extendió a toda África del Oeste, por el sur hasta Centroáfrica y al norte, por la costa española y Sicilia”. Pero anteriormente también está en la memoria saharaui otra pandemia que sucedió según el calendario pastoril saharaui en Am Dega, correspondiente al mes de diciembre de 1953. Murieron, personas, camellos, gacelas, lobos, chacales, burros, conejos, ovejas y cabras… ese año la metrópoli vacuno a la gente en su colonia y es por ello que el año pastoril fue denominado el año de la vacuna, es decir Am Dega. (…) Tras la huella de Hanafi recabé testimonios de su hermana Mgaili Mohamed Chej, su sobrino Mohamed Yeslem Uld Beisat, su amigo Bujari Ahmed y Paqui Burgos; a través de ellos descubrí la trágica historia de su familia.

Su padre, Mohamed Chej Uld Maatala, murió en el año Am Tegal, también llamado Am Elhuma, es decir el año de la pandemia, que según el calendario pastoril saharaui vendría a ser 1956, también murió la más pequeña de sus tres hijas, Naguha, a raíz de las radiaciones de un ensayo nuclear realizado por los franceses en Irigan, sur de Argelia.

La gente que nomadeaba en el noreste del Sahara Occidental, en las fronteras con Argelia, no sabía del porqué de aquella fiebre que mataba a humanos y a muchos animales. Encontraban gacelas muertas o moribundas, entonces decidieron buscar las causas. Explicaban que esos animales no tenían relación alguna con los humanos por la que pudieran haber sido contagiados de enfermedades comunes. Siempre entre los nómadas ha habido gente sabia y descubrieron que las causas de aquella letal y rara fiebre eran producidas por un ensayo nuclear realizado por los franceses. Pronto lo relacionaron con una inhabitual detonación que les había aterrorizado tiempo atrás. Hablamos de finales de los años cincuenta. La noticia empezó a correr de boca en boca. La fiebre causó la muerte de mucha gente y obligó a los beduinos a desplazarse hacia al sur saharaui,alejándose de las fronteras con el país vecino. 


Años más tarde los saharauis comprendieron que era la fiebre de la derrota francesa en Argelia, la furia colonial contra la revolución argelina que causó un millón y medio de víctimas. Espero que esa pandemia del Covid 19 sea el final del neoliberalismo como lo fue el fin del colonialismo en Argelia y que sea el inicio de otros nuevos tiempos en los que primarán los intereses del ser humano muy por encima de la plusvalía del capitalismo.Espero que esa pandemia del Covid 19 sea el final del neoliberalismo como lo fue el fin del colonialismo en Argelia y que sea el inicio de otros nuevos tiempos en los que primarán los intereses del ser humano muy por encima de la plusvalía del capitalismo.Espero que esa pandemia del Covid 19 sea el final del neoliberalismo como lo fue el fin del colonialismo en Argelia y que sea el inicio de otros nuevos tiempos en los que primarán los intereses del ser humano muy por encima de la plusvalía del capitalismo.

Los saharauis aún no tienen la pandemía del Cornavirus, Covid 19 pero los saharauis sí que sufren la pandemía de la ocupacion marroquí. Tierra y cultura debaten entre la existencia o no contra la ocupacion marroqui".

5 de febrero de 2021

Chittaprosad Bhattacharya, ilustrador de la lucha de clases y antimperialista de la India.

Chittaprosad Bhattacharya fue un dibujante bengalí, que destacó en el uso de los grabados para difundir sus ideas comunistas y la lucha contra el imperialismo. Nacido en 1915 en Naihati en el actual distrito de Parganas del Norte, Bengala Occidental, ya desde estudiante se unió al movimiento de base de resistencia ante la opresión colonial de los británicos y contra la explotación feudal de los terratenientes indios. Chittaprosad rechazó el clasicismo de la Escuela de Bengala y sus preocupaciones espirituales. Debido a su negativa a aceptar las discriminaciones del sistema de castas.

Los años más creativos de Chittraprosad comenzaron en la década de 1930. Satirizó y criticó duramente los sistemas feudales y coloniales en bocetos a pluma y tinta, de dibujo rápido, pero magistrales. El artista también  se destacó en la creación de grabados en linóleo y xilografías con una obvia intención propagandística. Dado que estos grabados los creo para difundirlos entre las masas y no para la galerías de arte, muchos no fueron reconocidos hasta muy tarde. Con el tiempo, cobraron valor artístico y hoy son apreciados por los expertos y coleccionistas en todo el mundo.

En 1943, Chittaprosad cubrió la hambruna de Bengala para varias publicaciones comunistas. Esto resultó en su primer libro publicado, "Hungry Bengal". Fue un ataque marcadamente provocador contra los poderes políticos y sociales de la época, y las autoridades lo reprimieron casi de inmediato, incautando y destruyendo un gran número de ejemplares.

Como todos los comunistas, se opuso a la Constitución impuesta por las élites de la India tras la independencia, en 1949, como también a la ideología, heredada de la metrópolis inglesa, del panhinduísmo de la Gran India unida, pasándose por encima de los diferentes pueblos de la península del Indostán y manteniendo la explotación de la aristocracia y la burguesía local y la gran burguesía internacional sobre las masas de campesinos y la incipiente clase trabajadora.

Chittaprosad se instaló de forma más permanente en Bombay a partir de 1946. En los años previos a su muerte, el artista dedicó cada vez más tiempo al movimiento por la paz mundial y a diversos esfuerzos para ayudar a los niños pobres. No obstante, la denuncia de la  pobreza y la explotación de los pueblos del Indostán por las potencias imperialistas y por las élites locales fue el tema principal de sus obras.

En sus dibujos plasma los conflictos sociales de la península del Indostán desde los años 30, centrándose sobre todo en su región, Bengala, pero sin olvidar otros conflictos como el de Bangladesh o Sri Lanka. Pero sobre todo dedicó su obra a los pueblos de toda la India, centrándose en lo que Lenin consideraba el principal conflicto al que ha de consagrar su vida un comunista: la guerra de clases, tanto contra el imperialismo (en el caso del autor, contra el Imperio británico, y luego el norteamericano) como, especialmente, contra el enemigo interior, la élite aristocrática y capitalista de la India ("convertir la guerra imperialista en guerra civil").

Para ver más obras del gran Chittaprosad Bhattacharya, se puede visitar el catálogo online de la exposición de las obras del autor en Nueva York  



































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