La reivindicacion de la Republica hoy se ha convertido en un gran cajon
de sastre donde cabe todo, y que puede esconder muchas cosas, puesto que, en realidad, cuando la Republica se instauro en España aquel 14 de abril de 1931, además de la caida de la monarquia no significo una transformación
radical de la politica española (sin que eso signifique que no
consiguiera importantes avances en algunos sentidos, por ejemplo en la
discriminación de género con la universalizacion del voto, o la
limitacion del poder de la iglesia y su moral hipocrita, algunos pasos
en la politica territorial o ciertos intentos de realizar una
imprescindible reforma agraria que nunca tuvo lugar realmente).
Lo cierto es que no solo basta con agitar una bandera para saber por qué estamos luchando.
Releyendo "
España, Republica de Trabajadores", de Ilya Ehrenburg , que fue corresponsal del diario
Pravda
en España durante la Guerra Civil, y a partir de los años 50 diputado
del Soviet Supremo de la Union Sovietica, se confirman las dudas de que es necesario aclarar, ahora que se cumple un año más el aniversario de la proclamación de la II Republica Española (el 82), qué tipo de República reivindicamos.
La situacion, descrita crudamente por Ehrenburg, muestra como, aparte de
los cambios de nombre de los altos cargos, de los colores de la
bandera, y de los simbolos patrios, los trabajadores y campesinos no
vivieron una transformacion real de sus circunstancias, aunque si que es
cierto que el contexto hizo que se implicaran cada vez mas en exigirlo y
luchar por ello. Es verdad que quizas hubo poco tiempo para que se
sintiera el cambio, y que los impedimentos de los partidos y poderes que
defendian los privilegios clasistas fue constante y poderosa, aunque
tambien lo es que los partidos republicanos que llegaron al poder en
1931 no tenian en sus programas ninguna revolucion, sino mas bien una
continuacion de lo mismo sin rey y con algunas modernizaciones
superficiales que no pusieran en cuestion, en ningun momento, los
derechos mas sagrados de las elites (que no son, aunque lo fingan y
dramaticen con aspavientos sobre su importancia, los de su libertad
religiosa, sino los de la propiedad privada, especialmente de los medios
de produccion).
La Republica que triunfo en 1931 fue un exito de la burguesia
progresista, a la que, por cierto, los revolucionarios españoles de
entonces, la CNT, UGT, el PCE, e incluso el PSOE (tan diferente al
actual), se enfrentaron, precisamente por defender los intereses de la
clase dirigente sobre los de los trabajadores.
Es cierto que la Republica trajo consigo algunos cambios positivos (el
exilio de la monarquia, el voto de la mujer, una mayor autonomia para
los pueblos), aunque en ningun momento otorgo el poder a los
trabajadores y campesinos, y, todo lo contrario, reprimio y golpeo
cuando fue el caso a los movimientos obreros que exigian un cambio real
de sistema politico-economico (revolucion de Asturias, represiones en
Andalucia, etc..).
La Republica de los trabajadores no fue la que envio a Franco a Asturias a
reprimir y asesinar a los obreros organizados por la UGT y el PSOE en
el intento de revolucion socialista (luego aquel asesino seria,
curiosamente, tambien su verdugo), ni la que disparaba a matar a los
anarquistas en Casasviejas. Aquella era una continuacion del régimen
capitalista monarquico, pero sin rey, a pesar de los importantes
avances que se dieron en el aumento de las libertades y derechos del
pueblo. Y esta república, personalmente, no es la quiero, porque es otro formato del mismo sistema injusto y brutal. Si al final
los representantes de la España fascista no hubieran provocado la
guerra ni zancadilleado constantemente a la Republica, posiblemente hoy
tendriamos

tambien una república similar a las que tambien existen en
otros paises sometidos a la ideologia y regimen capitalista, con las que
no habria demasiadas diferencias.
La Republica burguesa de 1931, que era segun la constitucion "
una republica de trabajadores",
era tambien, como aclaraba justo despues el texto legal supremo para que en el fondo nada cambiara , de trabajadores "
de toda clase".
Es decir, y como describia genialmente el sovietico Ehremburg en sus
reportajes, no era mas que "la republica de los burgueses".
En la mayoria de los casos es esa la republica que se reinvindica
hoy. La Republica se ha convertido hoy para muchos partidos de "izquierda" en
la principal bandera reinvindicativa de su imagen pública,
identificando la bandera tricolor con la de un sistema politico nuevo.
Sin embargo, esto nunca fue asi, y en el fondo la mera reinvindicacion
de un cambio de bandera y de la abolicion de la monarquia no significa
realmente apenas nada. La Republica tuvo en frente a los revolucionarios
obreros hasta la llegada al poder del Frente Popular, primer momento en
que el programa politico incluyó verdaderos proyectos de transformar la
sociedad.
El actual P$OE, partido que junto al Partido Popular representa la
herencia del franquismo, y que tan poco se parece al de entonces, que
propugnaba la violencia de clase en boca de su creador, Pablo Iglesias, como
forma de lograr el fin de la explotacion, utiliza la republica cuando le interesa, como mito, para reinvindicar, mientras apoya la continuidad
del regimen anterior simbolizado en el heredero nombrado por Franco, un
sistema igual de injusto pero sin rey...
I.U. tampoco propone para nada ninguna
revolucion, sino que en general en su
republicanismo hay solo una idea
antimonarquica y un deseo de moderar y hacer "mas humano" (algo que se
contradice con la esencia misma de este sistema) el capitalismo. Tampoco, por supuesto,
ERC, la "izquierda" catalana, aspira a una "Republica de la clases trabajadora", sino mas bien a
aquella republica de trabajadores de toda clase a la que aspiraba la
Republica de 1931, o lo que es lo mismo, en la cual las clases dominantes
sigan dominando sobre las clases dominadas.
Entre los partidos parlamentarios hay mucho ruido, a veces, pero pocas
nueces. Auque en tantas ocasiones sucede lo mismo entre muchos de los partidos
extraparlamentarios que, en su reinvindicacion de aquella democracia
burguesa que fue la Republica, no dejan suficientemente claro el apoyo a
esta como inicio de un camino hacia una verdadera revolucion social, y
no simplemente un final.
El modelo a emular es aquel que, en el contexto del auge fascista de los años
30, tan parecido al que vivimos hoy, se inicio al formarse
el Frente Popular en 1934 y que se aceleró cuando los generales a las ordenes de Hitler y Mussolini, es decir, a las ordenes de la gran burguesia economica, se empeñaron en rebelarse para atajar el peligro obrero: la construccion de una verdadera democracia
obrera y campesina, donde la burguesia se transforme poco a
poco en un mal recuerdo y donde los que producen la riqueza fueran
tambien sus dueños.
Y es que en el fondo, la reinvindicacion de la Republica se queda en
nada si no se subordina a la del Socialismo, a la transformacion
social consecuente a la expropiacion de los medios de produccion de
manos privadas para entregarselas a los propios trabajadores. La
Republica era una bonita idea poetica, un bonito cuento contado por los
burgueses para obtener el apoyo de los obreros y campesinos, cuyas
condiciones sociales anteriores eran mas miserables de lo que podemos
imaginar, pero que no cambiaron demasiado tras la llegada al poder del
cacique Alcala Zamora o del burgues Azaña.

No
deberiamos olvidar que el golpe de estado contra la Republica llevado a
cabo por los futuros franquistas (la mayoria de los generales que se
alzaron lo hicieron en nombre de la Republica) fue no tanto contra los
gobiernos moderados de "izquierda", de Izquierda Republicana, o del
Partido Radical, o de Accion Republicana, entre otros, sino contra los
revolucionarios que se enfrentaron desde el primer momento de la
instauracion de la Republica a su verdadero significado continuista.
A veces olvidamos, quizas intencionalmente, que el golpe de estado no
tenia como objetivo en principio a la misma Republica, y que de hecho
estallo en su nombre, sino que tenia como principal fin acabar con todos
aquellos que la combatieron para convertirla de verdad en una Republica
de Trabajadores, y no en una Republica burguesa donde continuaran
existiendo explotadores y explotados, y donde los trabajadores, eso si,
con algunos derechos mas, siguieran enriqueciendo a los dueños de los
medios de produccion con su esfuerzo, y excluidos de los privilegios
economicos y politicos.
Os dejo a continuacion con un capitulo del libro de Ehrenburg donde se
describe el verdadero caracter de la Republica en sus primeros
años. Todavia el Frente Popular no habia llegado al poder, y los
partidos revolucionarios eran tambien los enemigos del gobierno burgues
de la Republica. Al final, podeis pinchar en el link para acceder al
libro completo.
Un recuerdo imprescidible el que nos lega Ihlia Ehrenburg, para que nos
planteemos que significa realmente nuestra lucha y reinvindicacion de la
Republica, y por que nos da tanto miedo reivindicar directamente el
Socialismo, unico sistema con el cual realmente podremos disfrutar algun
dia de una verdadera Republica de Trabajadores.
En resumen, República sí; bandera tricolor, sí; pero ante todo, la
bandera roja del Socialismo, sin la que la primera no dejaría de ser
otro símbolo mas de la injusticia, de la explotacion y de la oligarquia. República, sí, pero de los trabajadores.
Veamos como describe Ehrenburg la realidad de la república española:
ESPAÑA, REPÚBLICA DE LOS TRABAJADORES
"La combinación de rosa y gris
siempre nos conmueve. Acaso no sea más que un capricho del ojo. Acaso
una interpretación subconsciente de lo que llamamos “vida”. El lago es
ahora de un gris pálido, los montes de un rosa tierno. Esta región
parece creada para las expansiones líricas. Aquí, la lengua española,
viril y dura, se reblandece. Aquí puede hablarse de amor, sin espantar a
los pájaros y al silencio con las ásperas consonantes. Aquí, las mozas
cantan fados tristes y suaves. Más allá de aquella montaña, es ya
Galicia, con su verdor lavado por las lluvias y sus pastores
predispuestos a la poesía. Las orillas del lago están silenciosas y
deshabitadas. La vista distingue, con alguna dificultad, algunas cabañas
sobre los collados. En el lago pululan peces, sobre el lago revolotean
pájaros. Así solían pintar el paraíso los primeros renacentistas. Sólo
faltan las rizadas ovejas y los justos. No cabe duda, aquí la gente
tiene que ser feliz. Por aquí pasó Unamuno. Escribió unas estrofas
inspiradas. El camino llega hasta el lago.
Una posada, tortilla y truchas del lago. Un álbum para los visitantes. Una cosa intermedia entre un balneario y el edén.
La carretera transitable no pasa de aquí. Una senda, un burro. Dos
aldeas: San Martín de Castañeda y Ribadelago. Nadie va hasta ellas.
¿Para qué van a ir? Allí no hay nada que comprar, ni nada que vender. Un
rincón pintoresco, nada mas, y la miseria maldita. Y en España ni una
cosa ni otra son excepcionales.
Sin embargo. San Martín puede vanagloriarse de sus bellezas artísticas.
Entre las míseras cabañas se levantan las ruinas de un convento.
Columnas románicas... Un nicho... Un ventanal... Hace cien años que los
sabios monjes abandonaron el convento.
Se dieron cuenta de que el hombre no puede vivir sólo de lo bello y se
trasladaron a lugares menos poéticos, pero más lucrativos. Los aldeanos
no se marcharon. Los aldeanos se quedaron al lado de las ruinas
románicas. Pero el monasterio no dejó solamente el rastro de las piedras
inofensivas. Dejó también la vieja maldición: el foro.
Antiguamente los aldeanos pagaban todos los años un tributo al convento.
Los frailes, al mudarse, vendieron este derecho a un señor
completamente mundano. Ni más ni menos que se venden los muebles en una
mudanza. Los frailes vendieron el foro, es decir, el derecho a
desvalijar anualmente a los aldeanos. Esto sucedía en el año 1845. Han
pasado casi cien años. Muy lejos de aquí, en Madrid, se sucedieron los
gobiernos y cambiaron los colores de la bandera. Vino la primera
República. Subieron al poder los liberales; tras ellos, los
conservadores. En las elecciones, salían triunfantes los distintos
partidos. Algunos osados tiraban bombas.
Algunos valientes se sometían al suplicio de la horca. El rey distribuía
concesiones a los americanos. El rey hacía viajes a San Sebastián, el
rey se divertía... Luego, destronaron al rey. El señor Alcalá Zamora
pasó unos días en la cárcel. El señor Alcalá Zamora se instaló en el
palacio de Oriente. Pero todo esto pasaba muy lejos de aquí, en Madrid.
Para venir de Madrid hasta aquí, hay que montar primero en un rápido
hasta Medina del Campo; luego, en un correo hasta Zamora; luego, en
autobús hasta Puebla de Sanabria; luego, en coche de muías hasta el
lago; luego, en burro, si es que lo hay... ¡Qué lejos está Madrid de
esta aldeíta! Aquí, no ha cambiado nada. El agua del lago sigue
poniéndose gris y las montañas de color de rosa, igual que antes, en los
atardeceres. Las mozas siguen cantando canciones tristes igual que
antes, e igual que antes los aldeanos mandan todos los años a un
caballero desconocido, a un fantasma, el foro, o hablando más
claramente: dos mil quinientas pesetas.
Los aldeanos tienen muy poca tierra: un puñado de tierra, que no es
siquiera tierra, sino “tierriña”. ¿Qué sacarán de ella? Trescientos
treinta habitantes tiene la aldea. Corno en todas las aldeas, un sinfín
de crios. Aquí, la miseria engendra con la terquedad de los fatalistas
resignados. Niños hambrientos. En vez de casas, establos negros,
ahumados.
Se resiste uno a creer que la gente pueda vivir así toda la vida. ¿Serán
fugitivos, víctimas de un incendio? No; son sencillamente españoles
contribuyentes. Jamás viene nadie en su socorro. Y año tras año, tienen
que entregar a un caballero lejano y desconocido todo lo que consiguen
arrancarle a la tierra avara: dos mil quinientas pesetas. ¡Quinientos
duros! Quinientos duros para el caballero fantasmal que heredó de su
padre, además de otros bienes, el derecho a seguir cobrando el antiguo
foro. El afortunado caballero es abogado. Posee una hermosa casa en la
aldea, al lado del convento. No tiene muchos clientes, pero los aldeanos
han de pagarle anualmente sus quinientos duros, no porque él los
necesite, sino porque conoce bien las leyes y sus derechos...
A los ricos no les sobra jamás el dinero. Todos los años reciben los
aldeanos el aviso correspondiente. Mandan el dinero. El señor firma el
recibo.
En el mes de abril de 1931, los amantes de la libertad proclamaron en
Madrid la República. Y no contentos con esto, declararon en la
Constitución que España es una “República de trabajadores”. Claro está
que, para evitar malas interpretaciones, se apresuraron a aclarar: “Una
República de trabajadores de todas clases”. En 1931, lo mismo que en los
años anteriores, los campesinos de San Martín pagaron al señor las dos
mil quinientas pesetas. Trabajaron todo el no hurgando la tierra
estéril.
También el señor trabajó lo suyo: al llegar la fecha, se pasó el aviso y firmó el recibo.
Al otro lado del lago está la segunda aldea: Ribadelago. Aquí, los
aldeanos no tienen que pagar el foro, pero no por ello pasan menos
hambre. Aquí, hay todavía menos tierra.
Unos diminutos sembrados de patatas, que tal parecen huertos de juguete.
Los moradores de estas aldeas comen patatas y habas. Procuran comer con
medida, para no excederse. Cabañas como gallineros, barracones oscuros
sin ventanas. Rara vez encienden los candiles. El aceite resultaría
demasiado caro. En cada guarida de éstas, viven seis, ocho, diez
personas. Enfermos, ancianos, niños; todos revueltos. Antes había una
escuela. Luego, trasladaron al maestro y se olvidaron de mandar otro. Y
no notan su falta, pues es difícil tener ganas de estudiar con el
estómago vacío.
En toda la aldea no hay más que una casa con chimenea, ventanas y hasta
visillos en las ventanas. En esta casa vive el administrador de la
señora de V... Sobre esta señora se podrían componer versos. Antaño, el
poeta le hubiese cantado: “¡Hermosa eres, poderosa y rica...!”. Yo no sé
si la señora de V... es hermosa. Sólo sé que es poderosa y rica. Es
propietaria de varias casas de la Gran Vía de Madrid.
También le pertenecen las aguas
del lago de San Martín de Castañeda. Estas aguas, suavemente plateadas,
que despiertan los sentimientos líricos y que, además, son ricas en
pescado. La tierra no es de la señora de V... A ella sólo le pertenece
el agua. Cuando el agua sube de nivel, crecen sus dominios. Es un
rompecabezas jurídico, complicadísimo. Pero el abogado, que es
casualmente el mismo caballero a quien los aldeanos del pueblo vecino
pagan el foro, sabe desenredar muy listamente estas sutilezas. A la
señora de V... le pertenece el agua con todos sus peces. El pescado del
lago es excelente: magníficas truchas. Pero la señora de V... “o puede
hacer nada con estas truchas. Los portes hasta Madrid son demasiado
caros. Y la señora de V... puede pasarse perfectamente sin este pescado,
pues un solo piso de uno de sus rascacielos madrileños le rinde mucho
más que todo este poético lago.
El administrador de la señora de V... pesca las truchas. A veces, las
vende en Zamora o en los pueblos de los alrededores. Vende las truchas
al abogado. Las que puede, se las come él mismo. Pero en el lago hay
mucho pescado y los peces pueden pasearse a sus anchas, sin temor a
nadie. El administrador del lago se construyó un precioso hotelito.
Se convirtió en el cacique del pueblo. Fue hasta alcalde. Vive
espléndidamente. Sus derechos están defendidos por los guardas. Los
guardas tienen escopetas. Si un aldeano, muerto de hambre, se atreve a
pescar de noche, le amenaza con una multa o con la cárcel. En España, a
veces, saben hacer cumplir las leyes... Los aldeanos hambrientos pueden
contemplar el lago, admirar las truchas azuladas y asalmonadas,
admirarlas y conmoverse. Así pintaban el infierno los pintores de la
primera época del Renacimiento.
No falta detalle. Los pescadores se retuercen hambrientos y
desesperados, mientras el diablo está sentado plácidamente en su casita,
detrás de los visillos.
Esta mañana llegó a la aldea un médico de Zamora. Es un hombre bueno y
candoroso. Asiste gratuitamente a los aldeanos y hasta les ayuda de su
bolsillo con cuanto puede. Antes, hacía propaganda aquí para la
República. Creía firmemente que la República no se limitaría a trasladar
al señor Alcalá Zamora de la cárcel al palacio real, sino que daría
también de comer a los campesinos de Ribadelago. Una mujer alta, rodeada
de crios, le para en la calle. Tiene el rostro afilado por el hambre y
los sufrimientos.
—¿Cómo es, don Francisco —le pregunta la mujeruca al médico—, que la República no ha llegado todavía hasta nosotros?
La ironía española es siempre seria. La ironía literaria del Arcipreste
de Hita, de Cervantes, no se diferencia gran cosa de la ironía de
cualquier aldeano.
Don Francisco calla. Después de todo, ¿qué va a contestar? ¿Que la
República es muy comodona? ¿Que le asusta el viaje burro? ¿O confesar
que hace tiempo que la República llegó a estos lugares, pero que se
detuvo en casa del administrador de la señora de V..., que tutea al
abogado de Sanabria, que entiende mucho de foros y de truchas y que no
es sólo una República, una República como otra cualquiera, sino una
República de trabajadores...? "
Podeis leer la excelente descripción de la república que tanto mitificamos en
España República de Trabajadores , Ilia Ehremburg, Editorial Cénit, Madrid, 1932