La misma Pasionaria se sorprende, se siente "desconcertada y perpleja", como se puede leer en las primeras líneas de su discurso, del "olvido" del Sec. General del PCE, Santiago Carrillo, y del Comité Ejecutivo de citar entre "los múltiples motivos que impulsan y animan nuestra lucha contra la dictadura" el de la defensa de la autodeterminación de los pueblos de España, "el derecho de Cataluña, Euzkadi y Galicia a disponer libremente de sus destinos".
"De aquí que la clase obrera de nuestro país, como la clase más consecuentemente
revolucionaria, y que lleva en sí misma el futuro de una España socialista, debe ser la másinteresada en la defensa del derecho de estas nacionalidades a la autodeterminación", afirma sin tapujos Dolores Ibárruri.
Se estaba gestando la traición del PCE, ya hundido en el revisionismo "eurocomunista", dispuesto a abandonar a las miles de víctimas del franquismo abandonados en las fosas comunes diseminadas por todo el territorio del estado español, a cambio de repartirse las migajas del poder, en un flagrante abandono tanto de los principios del comunismo como de cualquier vínculo con el Partido Comunista de la II República.
La Pasionaria no duda en señalar el interesado olvido de los derechos de los pueblos de España por parte del partido, algo a lo que se tenía que renunciar para que el PCE pudiera ser aceptado entre los partidos que iban a poner las bases del que luego se conocerá como "régimen del 78", al que Franco no dudaba en referirse, comentándoselo a Juan Carlos de Borbón, elegido por él como sucesor, como "dejarlo todo atado y bien atado" (incluyendo en ese "todo" a los comunistas del PCE).
Por supuesto, tampoco Dolores Ibarruri, dirigente histórica del comunismo español, ejemplo de lucha contra el fascismo en España durante la Guerra Civil y frente al fascismo mundial en la Segunda Guerra Mundial, se libra del contagio de la defensa del pactismo, el olvido de las víctimas del franquismo, y la conciliación no ya con la burguesía, sino incluso con el propio franquismo, consecuencia del revisionismo que ya había infectado a la mayor parte de los partidos comunistas de Europa, incluyendo al propio PCUS en la URSS.
El 16 de abril de 1977 el PCE aceptaba la bandera impuesta por el franquismo en 1939, renunciando a la tricolor republicana |
Así, en el propio documento citado en esta entrada, la Pasionaria defiende las negociaciones del PCE con los partidos antifranquistas, aduciendo que también se formó un Frente Popular durante la República, pero obviando que en aquella ocasión el frente era, precisamente, contra partidos como la CEDA de José María Gil Robles, defensora de una España como la que el franquismo iba a parir tras la muerte de Franco, y antecedente evidente de partidos como serían la UCD o Alianza Popular. En definitiva, en esta ocasión de lo que se trataba era de pactar con el propio franquismo y sus herederos, y no contra él.
En todo caso, ese es otro tema (aunque de aquellos vientos se han producido las tempestades autoritarias, criminales y totalitarias que han soplado durante la "transición" a la "democracia" actual, en la que los herederos de aquel PCE pactista, pedigüeño, abierto a la compraventa ideológica, han abandonado ya totalmente, (y esto se ha puesto vergonzosamente de manifiesto en su actitud chovinista y nacionalista centralista en los acontecimientos que han llevado a la proclamación de la República Catalana en octubre de 2017, y la posterior represión del gobierno español contra el pueblo catalán), la histórica defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos, no solo la del PCE de José Díaz, la República y la Guerra Civil, sino la de la propia Internacional Comunista y del Partido Comunista de la Unión Soviética, fiel a los principios del bolchevismo revolucionario hasta el deleznable XX Congreso.
Citamos a continuación un fragmento del discurso de Dolores Ibárruri, "la Pasionaria", en el que se evidencia lo que parece pensaban todavía algunos militantes del PCE sobre lo esencial de la defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos de España a principios de los setenta. Se puede leer completo pulsando en este link.
"Camaradas:
Después de haber conocido, a través de la discusión del informe del camarada Carrillo, lo que pudiéramos llamar torneo de abnegación, de heroísmo, de combatividad y de inteligencia política que ha representado la lucha de nuestros camaradas, de la clase obrera y de los campesinos contra el régimen, y en la que permanentemente se arriesga la libertad y aun la vida, como en Granada, me siento ante vosotros un tanto perpleja y desconcertada.
Y me siento desconcertada y perpleja porque al exponer en esta reunión, y en nombre del Comité Ejecutivo, el problema nacional, os comprometo u obligo a añadir, a los múltiples motivos que impulsan y animan nuestra lucha contra la dictadura, uno más: el de la defensa del derecho de las nacionalidades existentes en nuestro país a la autodeterminación, ya que, entre las cuestiones que en la lucha por la democratización de España deberán ser resueltas con prioridad a otras más generales, está el problema nacional, que es en substancia el derecho de Cataluña, Euzkadi y Galicia a disponer libremente de sus destinos.
Y ello no sólo porque es de justicia, sino porque la correcta solución de esta exigencia nacional de catalanes, vascos y gallegos, hará más viable la solución de los múltiples problemas políticos, económicos y sociales que han de surgir ante la clase obrera y fuerzas democráticas al desaparecer la dictadura.
En España la cuestión nacional –que con la República comenzó a abordarse– va indisolublemente unida a la lucha por la democracia y el socialismo.
De aquí que la clase obrera de nuestro país, como la clase más consecuentemente revolucionaria, y que lleva en sí misma el futuro de una España socialista, debe ser la más interesada en la defensa del derecho de estas nacionalidades a la autodeterminación.
Por dos razones: Primera, porque en la lucha contra la reacción, que tiene la responsabilidad histórica de que este problema siga aún sin resolver, el peso de la clase obrera puede ser decisivo. Y segunda, porque sólo la participación de la clase obrera en esa lucha puede asegurar la solución del problema nacional de acuerdo con los intereses fundamentales del desarrollo democrático de nuestro país.
Por otro lado, es evidente que la solución del problema nacional, de una manera popular y
democrática, será uno de los más serios golpes a la reacción oligárquica y monopolista, y permitirá
al mismo tiempo establecer nuevas formas de entendimiento y de colaboración entre todos los
pueblos de España.
Cuando, en 1939, el general Franco proclamaba su voluntad «de imperio» en la España «una y grande», sólo en la oquedad del Panteón del Escorial podía hallar eco y resonancia la histriónica declaración del Caudillo, si los muertos fuesen capaces de reaccionar ante los descomunales disparates de los vivos.
Frente al dictador, se levantaba la historia multisecular de los pueblos peninsulares en lucha permanente por sus derechos y libertades, defendidos y mantenidos en el largo combatir contra los invasores extranjeros; se levantaba la realidad multinacional de España que clamaba con la voz inextinguible de las naciones y regiones vivas y actuantes: «fuimos, somos y seremos»...
La España «una, grande e imperial», que campea en las banderas franquistas bajo símbolos medievales, como el yugo y las flechas, arrancados de viejos escudos, que hablan de guerras y de luchas fratricidas, no tiene nada de común con la verdadera España.
En su territorio peninsular e insular, España es varia y múltiple en sus hombres y en sus
pueblos, y nada ni nadie puede borrar esta realidad. Un nexo común fundamental existe entre todos los pueblos y regiones de España: la clase obrera. Ella es igual a sí misma en todas las regiones y nacionalidades. Ella es hoy, y lo será aún más mañana, el aglutinante humano y social del multinacional Estado español, que habrá de estructurarse democráticamente al desaparecer la dictadura franquista.
De aquí nuestra insistencia en que la clase obrera haga suya, junto a todas las fuerzas
nacionales democráticas y en interés del desarrollo de nuestro país, la defensa del derecho de Cataluña, Euzkadi y Galicia a la autodeterminación.
«Es necesario fundir –aconsejaba Lenin refiriéndose a la lucha por el derecho de las nacionalidades– en un torrente revolucionario único, el movimiento proletario y campesino y el movimiento democrático de liberación nacional.»
(...)
1. Nuestra posición
En este orden los comunistas nos pronunciamos por el reconocimiento, sin ninguna limitación y con todas sus consecuencias, del derecho de las nacionalidades a la autodeterminación. A nadie que conozca, aunque sea parcialmente, la teoría marxista leninista, puede extrañar que sea el Partido Comunista de España el más consecuente defensor del derecho de las nacionalidades a la autodeterminación.
Y ello, no como una posición política propagandística o coyuntural, sino con la firme decisión de luchar por que sean una realidad las aspiraciones nacionales de los pueblos que entran en la composición del Estado español.
Esto no es casual. Es la continuación consecuente, no sólo de la política de la Internacional Comunista, de la Internacional de Lenin, respecto a las nacionalidades, sino de la Primera Internacional, de la Internacional de Marx y Engels.
Oponiéndose a las teorías anarquistas del prudhonismo, que rechazaba la lucha por los derechos nacionales, en nombre de una pretendida revolución social, Marx promovía en un primer plano el principio internacionalista de las naciones, declarando «que no puede ser libre el pueblo que oprime a otros pueblos»...
Consecuente con este criterio, y desde el punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario de los obreros alemanes, Marx exigía, en la revolución de 1848, que la democracia victoriosa en Alemania proclamase y llevase a cabo la liberación de los pueblos oprimidos por los alemanes, como exigía igualmente en 1867 la separación de Irlanda de Inglaterra, añadiendo «aunque después de la separación se llegue a la federación».
Reafirmando las opiniones de Marx respecto al derecho de las nacionalidades a desarrollar su personalidad independiente, la defensa de este derecho constituyó una de las tesis marxistas aprobadas en el Cuarto Congreso de la Internacional Socialista celebrado en Londres en 1896, en la que se decía:
«El Congreso se declara favorable a la autonomía de todas las nacionalidades.
Expresa su simpatía a los trabajadores de todos los países, que sufren actualmente bajo el yugo del despotismo militar o nacional o de cualquiera otro despotismo.»
De esta tesis, los partidos socialistas de Europa, con excepción de los marxistas rusos, encabezados por Lenin, aceptaban únicamente la llamada autonomía nacional cultural.
Sólo después de la revolución socialista de Octubre de 1917, al constituirse –en 1919– la Internacional Comunista, esta tesis, respaldada por las realizaciones soviéticas en la solución del problema nacional, fue incorporada a los programas de aquellos partidos comunistas en cuyos países existía el problema nacional, entre ellos el nuestro, que la mantuvo permanentemente en sus programas, como una premisa revolucionaria de primera categoría, en la lucha por la revolución democrática y por el socialismo.
El reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos y naciones, es la piedra angular de la teoría marxista leninista en la cuestión nacional, y a quienes niegan la existencia en España del problema nacional, considerándola como una nación única, quiero recordarles algunas opiniones expresadas por hombres que nada tienen de común con el comunismo acerca de la formación de los pueblos de España".
Después de haber conocido, a través de la discusión del informe del camarada Carrillo, lo que pudiéramos llamar torneo de abnegación, de heroísmo, de combatividad y de inteligencia política que ha representado la lucha de nuestros camaradas, de la clase obrera y de los campesinos contra el régimen, y en la que permanentemente se arriesga la libertad y aun la vida, como en Granada, me siento ante vosotros un tanto perpleja y desconcertada.
Y me siento desconcertada y perpleja porque al exponer en esta reunión, y en nombre del Comité Ejecutivo, el problema nacional, os comprometo u obligo a añadir, a los múltiples motivos que impulsan y animan nuestra lucha contra la dictadura, uno más: el de la defensa del derecho de las nacionalidades existentes en nuestro país a la autodeterminación, ya que, entre las cuestiones que en la lucha por la democratización de España deberán ser resueltas con prioridad a otras más generales, está el problema nacional, que es en substancia el derecho de Cataluña, Euzkadi y Galicia a disponer libremente de sus destinos.
José Díaz, campeón de la defensa hasta sus últimas consecuencias del derecho a la autodeterminación de los pueblos del estado español |
Y ello no sólo porque es de justicia, sino porque la correcta solución de esta exigencia nacional de catalanes, vascos y gallegos, hará más viable la solución de los múltiples problemas políticos, económicos y sociales que han de surgir ante la clase obrera y fuerzas democráticas al desaparecer la dictadura.
En España la cuestión nacional –que con la República comenzó a abordarse– va indisolublemente unida a la lucha por la democracia y el socialismo.
De aquí que la clase obrera de nuestro país, como la clase más consecuentemente revolucionaria, y que lleva en sí misma el futuro de una España socialista, debe ser la más interesada en la defensa del derecho de estas nacionalidades a la autodeterminación.
Por dos razones: Primera, porque en la lucha contra la reacción, que tiene la responsabilidad histórica de que este problema siga aún sin resolver, el peso de la clase obrera puede ser decisivo. Y segunda, porque sólo la participación de la clase obrera en esa lucha puede asegurar la solución del problema nacional de acuerdo con los intereses fundamentales del desarrollo democrático de nuestro país.
Por otro lado, es evidente que la solución del problema nacional, de una manera popular y
democrática, será uno de los más serios golpes a la reacción oligárquica y monopolista, y permitirá
al mismo tiempo establecer nuevas formas de entendimiento y de colaboración entre todos los
pueblos de España.
Cuando, en 1939, el general Franco proclamaba su voluntad «de imperio» en la España «una y grande», sólo en la oquedad del Panteón del Escorial podía hallar eco y resonancia la histriónica declaración del Caudillo, si los muertos fuesen capaces de reaccionar ante los descomunales disparates de los vivos.
Frente al dictador, se levantaba la historia multisecular de los pueblos peninsulares en lucha permanente por sus derechos y libertades, defendidos y mantenidos en el largo combatir contra los invasores extranjeros; se levantaba la realidad multinacional de España que clamaba con la voz inextinguible de las naciones y regiones vivas y actuantes: «fuimos, somos y seremos»...
La España «una, grande e imperial», que campea en las banderas franquistas bajo símbolos medievales, como el yugo y las flechas, arrancados de viejos escudos, que hablan de guerras y de luchas fratricidas, no tiene nada de común con la verdadera España.
En su territorio peninsular e insular, España es varia y múltiple en sus hombres y en sus
pueblos, y nada ni nadie puede borrar esta realidad. Un nexo común fundamental existe entre todos los pueblos y regiones de España: la clase obrera. Ella es igual a sí misma en todas las regiones y nacionalidades. Ella es hoy, y lo será aún más mañana, el aglutinante humano y social del multinacional Estado español, que habrá de estructurarse democráticamente al desaparecer la dictadura franquista.
De aquí nuestra insistencia en que la clase obrera haga suya, junto a todas las fuerzas
nacionales democráticas y en interés del desarrollo de nuestro país, la defensa del derecho de Cataluña, Euzkadi y Galicia a la autodeterminación.
«Es necesario fundir –aconsejaba Lenin refiriéndose a la lucha por el derecho de las nacionalidades– en un torrente revolucionario único, el movimiento proletario y campesino y el movimiento democrático de liberación nacional.»
(...)
1. Nuestra posición
En este orden los comunistas nos pronunciamos por el reconocimiento, sin ninguna limitación y con todas sus consecuencias, del derecho de las nacionalidades a la autodeterminación. A nadie que conozca, aunque sea parcialmente, la teoría marxista leninista, puede extrañar que sea el Partido Comunista de España el más consecuente defensor del derecho de las nacionalidades a la autodeterminación.
Y ello, no como una posición política propagandística o coyuntural, sino con la firme decisión de luchar por que sean una realidad las aspiraciones nacionales de los pueblos que entran en la composición del Estado español.
Esto no es casual. Es la continuación consecuente, no sólo de la política de la Internacional Comunista, de la Internacional de Lenin, respecto a las nacionalidades, sino de la Primera Internacional, de la Internacional de Marx y Engels.
Oponiéndose a las teorías anarquistas del prudhonismo, que rechazaba la lucha por los derechos nacionales, en nombre de una pretendida revolución social, Marx promovía en un primer plano el principio internacionalista de las naciones, declarando «que no puede ser libre el pueblo que oprime a otros pueblos»...
Consecuente con este criterio, y desde el punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario de los obreros alemanes, Marx exigía, en la revolución de 1848, que la democracia victoriosa en Alemania proclamase y llevase a cabo la liberación de los pueblos oprimidos por los alemanes, como exigía igualmente en 1867 la separación de Irlanda de Inglaterra, añadiendo «aunque después de la separación se llegue a la federación».
Reafirmando las opiniones de Marx respecto al derecho de las nacionalidades a desarrollar su personalidad independiente, la defensa de este derecho constituyó una de las tesis marxistas aprobadas en el Cuarto Congreso de la Internacional Socialista celebrado en Londres en 1896, en la que se decía:
«El Congreso se declara favorable a la autonomía de todas las nacionalidades.
Expresa su simpatía a los trabajadores de todos los países, que sufren actualmente bajo el yugo del despotismo militar o nacional o de cualquiera otro despotismo.»
De esta tesis, los partidos socialistas de Europa, con excepción de los marxistas rusos, encabezados por Lenin, aceptaban únicamente la llamada autonomía nacional cultural.
Sólo después de la revolución socialista de Octubre de 1917, al constituirse –en 1919– la Internacional Comunista, esta tesis, respaldada por las realizaciones soviéticas en la solución del problema nacional, fue incorporada a los programas de aquellos partidos comunistas en cuyos países existía el problema nacional, entre ellos el nuestro, que la mantuvo permanentemente en sus programas, como una premisa revolucionaria de primera categoría, en la lucha por la revolución democrática y por el socialismo.
El reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos y naciones, es la piedra angular de la teoría marxista leninista en la cuestión nacional, y a quienes niegan la existencia en España del problema nacional, considerándola como una nación única, quiero recordarles algunas opiniones expresadas por hombres que nada tienen de común con el comunismo acerca de la formación de los pueblos de España".
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