Tanto es así que en los países más cercanos identifican a España, además de por la juerga barata y las playas soleadas, por primera vez con la palabra 'crisis', como es el caso de Alemania y Francia. Crisis que significa, no más, que la eterna España de unos derrochando y otros explotados, de una panda de borricos gobernando y el brillo de su savia nueva cortado de raiz.
No es más que la eterna historia de España, abocada a encerrarse en los ruedos o a buscar la única salida en servir al turista extranjero, o a matar toda aspiración de libertad arrodillada ante un altar o hendida la espalda con el látigo del señorito. Sol, toros y crisis, son las tres franjas de la bandera de la Marca España "democrática", y, de nuevo, sin atisbos de cercanos intentos de aquel futuro esperanzador que veía Machado más allá del árido sol o la iglesia antiobrera y antifuturo, con aquellos versos que soñaban así:
"Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea".
Una España del hacha y la venganza que sigue esperando su momento todavía, tras cuarenta años de la nueva oportunidad perdida que acabó diluida otra vez en la continuidad del fascismo, de la dominación de los bandidos de siempre; ese país del cincel y de la maza que sigue sin construirse a sí mismo, salvo a imagen y semejanza de los criminales del pasado y del presente, continuándose en un ciclo eterno como un amorfo pedrusco carcomido por el virus del egoismo de clase y del gobierno de sus mayores granujas y perturbados.
En definitiva, Marca España (etiqueta con la que le gusta vender los éxitos del país a los últimos gobiernos): Sol, toros y crisis. Más o menos lo mismo de siempre. Solo durante los pasajeros años de la república los españoles pudieron disfrutar de ese "mañana" ansiado por Machado, que acabo siendo también "efimero", al ser pisoteado de nuevo por los fantasmas del pasado, el verdadero cáncer de España, aquel que sigue pesando insufriblemente sobre la libertad y el futuro de la clase trabajadora española, y que continua su eterna metástasis sin que la juventud de este país se atreva a extirparlo definitivamente.
Antonio Machado, leyendo su poesía "El crimen fue en Granada" en la Plaza Castelar de Valencia, el 11 de diciembre de 1936 |
El mañana Efímero, Antonio Machado:
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
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