El acuerdo independentista en Cataluña acerca el pacto nacional del PPSOE

Pese a quien pese, el pacto natural las últimas elecciones nacionales del 20N es el de los dos grandes partidos, quizás con el apoyo, para aparentar más diversidad, con los peleles de C´s. Por un lado, es el pacto que exige Europa, para evitar posibles gobiernos que, a pesar de que se trate finalmente de pataletas como las de Syriza, enturbien la calma y el paseo militar de la economía alemana por el viejo continente.

Puigdemont y Mas, representantes de la derecha catalana

Las resistencias eran superficiales: los que rechazan el pacto del PSOE con el PP para que Rajoy sea presidente son los pocos desubicados que todavia quedan en el partido socialdemócrata, pues muy despistado se tiene que estar para creer a estas alturas que hay diferencias esenciales entre los dos grandes partidos españoles. Más fuerza tienen sin duda los que se oponen a pactar con PODEMOS, partido destinado, si un milagro no lo remedia, a arrasar con el PSOE, consecuencia merecida tras años de traiciones y desdecidos de los líderes de Ferraz; estos últimos temen, con acierto, que pactando con el partido de Iglesias gran parte de sus votantes van a abandonar las filas: unos hacia la derecha, y otros hacia PODEMOS. Y esa desbandada, además por los méritos propios históricos del PSOE, ya citados, por el apoyo de PODEMOS a una solución en Cataluña basada en la celebración de un referendum, riesgo peligroso que no pueden aceptar los ultranacionalistas, de formación franquista, que llenan los dos grandes partidos nacionales. Para ellos arriesgarse a que Cataluña se independice es algo inaceptable, contrario al falso espíritu democrático que siempre los guió, el nacido del superficial maquillaje del fascismo en el fraude que llaman Transición a la democracia.

El pacto de Cataluña entre la CUP y Juntos por el Sí va a acabar, probablemente, de inclinar la balanza en las filas del PSOE hacia la derecha, y facilitará el pacto al que ya hoy están llamando desde la filas del PP (y su sucursal de Ciudadanos), como si se tratara de Salvar a la Patria del pecado de la división, algo parecido a lo que hicieron los militares en 1936 cuando dieron el golpe contra la República: y es que para ellos, nutridos de la mentalidad de la Una Grande y Libre falangista, como también anunciara el rey Felipe VI en su patético y aburrido discurso de Navidad, pase la obligación de actuar en la pantomima democrática fingiendo progresismo, pero con el limite de la Unidad que el Movimiento Nacional Franquista ya dejó atada y bien atada con su última ley, la actual Constitución.

Pedro Sanchez tiene que elegir como quiere suicidarse políticamente

El PSOE, que haga lo que haga se estará haciendo prácticamente el harakiri político, va a perder si pacta con unos o con otros. Así que, algo muy adecuado para la mentalidad de sus militantes y dirigentes, y de los muchos fanáticos nacionalistas españoles que hay por todo el país (que no solo en Cataluña hay ultranacionalistas), si no hay nada que perder, mejor morir defendiendo la Patria pues, si algo es el PSOE antes que Socialista y Obrero, de lo que actualmente, y posiblemente jamás lo tuvo en ningún momento de estos últimos 40 años, no le queda un ápice, es Español (y me refiero al tipo de cazurro, cerril e irracional tipo del que es capaz de renunciar a todo, por supuesto también a la ley y a la democracia, si es necesario,para defender esa entelequia que consideran de origen divino e incuestioable que llaman Patria, concepto para ellos ahistórico e independiente, a pesar de la mismísima historia patria, de cualquier evolución, cambio o exigencia de los pueblos que la forman.

La tercera opción para el PSOE es dejarse caer por la pendiente de las elecciones, decisión igual de negativa que las otras dos para su propio futuro pues, probablemente, en la próxima votación seguirá descendiendo en caida libre y, entonces,si que puede despertarse al dia siguiente siendo el segundo partido de la socialdemocracia española tras PODEMOS.

Mientras tanto, en Cataluña por un lado el pueblo va a poder celebrar un referendum que es, según la propia teoria de la democracia burguesa (otra cosa diferente es la práctica), el máximo exponente de la democracia, tras una constante negativa de los partidos del régimen centralista y ultraespañolista del régimen; por otro, esto ha sido a costa de pactar con la rancia burguesía catalana, representada por el partido de Jordi Pujol, Artur Mas o Carles Puigdemont (el que va a ser el nuevo president tras el acuerdo),  de una parte, pero también por Esquerra Republicana de Cataluña, poco interesada en que el pueblo catalán sea realmente soberano y libre, sino más bien porque sea la misma clase social la que parta la tarta de la riqueza catalana y, como ya sabemos, quien parte y reparte se queda con la mejor parte.

En resumen, y como opinión personal, me alegro de que los catalanes puedan decidir pronto su propio destino aunque, en contraposición, creo que la CUP, que hasta ahora me parecía un partido coherente y honesto, puede arrepentirse rápidamente de haber puesto en manos de la clase burguesa el futuro de los catalanes que, como en todos los pueblos, están formados mayoritariamente de trabajadores, aunque estén dirigidos por la minoria burguesa que vive de ellos, sea esta española o catalana.

Quizás deberían haber recordado lo que el comunista catalan Joan Comorera explicaba insistentemente: que Catalunya no era una “comunidad de destino”, porque la burguesía y la clase obrera no tienen ni tendrán jamás el mismo destino; que la tesis socialdemócrata del “destino común”, que subordina los intereses de clase a las reivindicaciones nacionales, conduce a la colaboración interclasista y a tan beneficiosa para la burguesía paz social, es decir, a la negación de la lucha de clases.

Por último, lo que sí que es evidente es que el feto parido por el régimen franquista y del que aún tenemos que soportar su apestoso y sofocante olor, puede entrar en colapso por el trombo producido en su articulación catalana; puede que de esa crisis vital aparezcan huecos a través de los que pueda surgir otra España, esté esta unida o desunida, pues esto último es en este asunto lo de menos, y en la que la opresiva atmósfera reaccionaria y fascistoide deje paso a un poco de aire fresco que permita, entre otras cosas y como poco, que se haga la justicia que lleva 80 años esperando ante las fosas comunes con las que los criminales sembraron todo nuestro país y frente a las puertas de los palacios, las grandes empresas, los periódicos,  los cuarteles y las comisarias.