19 de diciembre de 2015

Una visión marxista de la historia de Ceilán. Capítulo IV: La aparición del neocolonialismo

El camarada N. Shanmutathasan junto al Presidente Mao



La Red de Blogs Comunistas está traduciendo el libro Una visión marxista de la historia de Ceilán, de N. Shanmutathasan, por su gran importancia para dar a conocer la historia de la lucha de clases en Sri Lanka y entender su situación en la actualidad.

El autor se lo dedicó a su nieto, "con la esperanza de que algún día se adentre por el sendero de la revolución, pero evitando los errores que yo cometí en mi juventud por falta de una orientación correcta".

Así que el libro es también un repaso a los errores del movimiento comunista de aquel país, enmarcados en la historia y por los conflictos del movimiento comunista internacional y, por supuesto, en el contexto asiático y del desarrollo, fortalecimiento y extensión del marxismo-leninismo y las aportaciones esenciales del camarada Mao Tse Tung.

El libro está editado por el Partido Comunista de Sri Lanka, cuyos camaradas fueron los que nos lo dieron a conocer y nos aconsejaron su traducción.

Tras la publicación de los capítulos III y III, compartimos en esta entrada el Capítulo IV: La aparición del neocolonialismo

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CAPÍTULO IV: LA APARICIÓN DEL NEOCOLONIALISMO


Mientras tanto, con el objetivo de lograr nuevas reformas, el segundo Consejo de Estado, cuyo mandato se prolongó debido a la guerra, adoptó una resolución reformista impulsada por el Sr. S. W. R. D. Bandaranayake, en la que se solicitaba la cesión de mayores márgenes de libertad. Retrospectivamente, es interesante destacar que esta resolución pedía la sustitución del inglés como idioma oficial por el cingalés y el tamil.

Los británicos, no obstante, crearon la Comisión Soulbury para investigar las solicitudes de nuevas reformas; aunque oficialmente D. S. Senanayake boicoteó la comisión, en privado hizo partícipes a sus miembros de sus puntos de vista. Las recomendaciones que formuló la Comisión Soulbury deben valorarse a la luz de las nuevas condiciones que habían surgido a finales de la II Guerra Mundial, que tan radicalmente había cambiado la historia del mundo. La derrota de Alemania, Italia y el Japón fascistas, así como la transformación de la Unión Soviética socialista en una gran potencia, dieron un formidable empuje a los movimientos de liberación nacional en Asia. El imperialismo británico se dio cuenta de que no podía seguir gobernando sus colonias a la manera tradicional, por lo que decidió llegar a un compromiso con las burguesías nativas de dichas colonias, alarmadas también por que, debido al creciente carácter revolucionario de los movimientos de liberación nacional, resultasen ellas mismas barridas con el imperialismo. De ese modo, para asegurar la mutua explotación del pueblo, se sentaron las bases de un compromiso entre el imperialismo y las burguesías autóctonas en el que éstas actuarían como socio minoritario del imperialismo. A su vez, el imperialismo británico acordó transferir un poder aparente a cambio de la garantía de sus inversiones económicas en las colonias.
Bandera de la Comunidad Tamil en Sri Lanka

La misma explotación colonial de viejo cuño prosiguió con ligeras modificaciones. En algunos casos, incluso se intensificó. Sin embargo, ahora, los imperialistas permanecían en un segundo plano. Habían pasado a la parte de atrás mientras a la burguesía nativa se le había asignado el asiento del conductor. Las marionetas que danzaban en el teatro local eran autóctonas, pero los hilos invisibles que las manejaban se movían en Whitehall o Washington. Éste era el método que el imperialismo norteamericano ya había perfeccionado en sus relaciones con los países de América Latina. Estos últimos eran nominalmente independientes e incluso miembros de la ONU. Pero todos ellos estaban, sin embargo, bajo el férreo control del todopoderoso dólar y obedecían a sus dictados. Ésta es la clásica forma de dominación económica conocida como neocolonialismo. Ésta fue la mercancía averiada que se hizo pasar por independencia en 1948 a países como la India, Birmania y Ceilán. En 1948, Ceilán pasó del gobierno colonial al neocolonial.

A fin de que funcionara el sistema parlamentario de gobierno otorgado por la constitución de Soulbury, D. S. Senanayake unió en 1947, bajo su dirección, a todos los partidos burgueses, a saber, el Congreso Nacional, la Asamblea Cingalesa y la Liga Musulmana –todos excepto el Congreso Tamil–, en un nuevo partido, el Partido Nacional Unido [UNP, en sus siglas en inglés]. La historia política posterior de Ceilán se puede comparar a un juego de sillas musicales entre las familias Senanayake y Bandaranayake. Durante los primeros nueve años, de 1947 a 1956, el país estuvo gobernado por el clan Senanayake (padre, hijo y sobrino). En los nueve siguientes, de 1956 a 1965, le correspondió el turno a la familia Bandaranayake (marido y esposa). Entre 1965 y 1970, cinco años más, volvieron a la poltrona los Senanayake (hijo). En 1970, el péndulo regresó a los Bandaranayake (esposa).

Ello no quiere decir que no hubiera diferencias entre los Senanayake y los Bandaranayake o entre el UNP y el Partido de la Libertad de Sri Lanka [SLFP]. Había diferencias, pero no lo bastante fundamentales como para representar una solución diferente a los problemas básicos del pueblo. Los problemas fundamentales no sólo siguieron sin resolverse, sino que se agravaron aún más tras los 23 años de gobiernos parlamentarios burgueses de los Senanayake y los Bandaranayake. Mientras ambos clanes ensayaban, con nulo éxito, los mismos remedios envueltos en discursos diferentes, la suerte de la mayoría del común siguió deteriorándose.

El UNP representa a la burguesía compradora, que es proimperialista, prooccidental y antinacional. Sus dirigentes imitaban a Occidente en el lenguaje, el vestido, las costumbres y la cultura. Defendían la permanente dominación imperialista de nuestra economía. El SLFP representaba a la burguesía cingalesa, cuyo desarrollo en Ceilán como clase separada durante el primer decenio que siguió a la II Guerra Mundial se debió a la acumulación de capital en manos locales, resultado de los negocios efectuados durante la guerra y con posterioridad a ella. La burguesía nacional deseaba reemplazar al imperialismo y desarrollar el capitalismo nacional. En esa medida, tenía una perspectiva progresista. Sin embargo, como clase, también ella era burguesa y mostraba todas las inhibiciones inherentes a su carácter clasista. Es la tercera vez que la burguesía nacional saborea el poder y era inevitable que en sus filas se produjera una evolución en consonancia. Algunos de los sectores que la integran han alcanzado el grado de burguesía compradora, que no se encuentra ya, exclusivamente, en las filas del UNP. Además de ello, también ha surgido otro grupo de capitalistas como consecuencia de la proliferación de las empresas estatales, una clase de capitalistas que ha llegado a serlo sin poseer un capital propio. Se trata de los jefazos de las nuevas sociedades públicas, quienes han sacado buen provecho de sus jugosos sueldos, así como de la corrupción y los sobornos con la venta de licencias comerciales, las comisiones, etc. Todos ellos apoyan al gobierno de turno, porque de eso depende su propia existencia. Por esta razón, es completamente acientífico llamar socialista al SLFP, en el sentido de que defienda la abolición del capitalismo. A pesar de que ambos bandos sigan hablando de socialismo para engañar al pueblo, existe acuerdo entre el UNP y el SLFP (y ahora el Frente Unido) sobre la continuidad del sistema capitalista. Sin tal entendimiento común en temas fundamentales, el funcionamiento del sistema parlamentario burgués es imposible.

Partiendo de esa base, detengámonos a analizar más de cerca los acontecimientos políticos desde las primeras elecciones parlamentarias de 1947. Aquél fue el año de la famosa huelga general de mayo-junio, organizada por el Partido Comunista y el Partido de la Sociedad Igualitaria de Ceilán [LSSP]. Las organizaciones sindicales que oficialmente la dirigían a través de un comité conjunto eran la Federación Sindical de Ceilán (del PC), la Federación de Trabajo de Ceilán (del LSSP), y la Federación Sindical de Funcionarios que dirigían conjuntamente, por entonces, el PC y el LSSP. En su punto más álgido, cerca de 50.000 trabajadores tomaron parte en la huelga. Un funcionario llamado Kandasamy resultó muerto de un disparo durante una manifestación. Esta huelga representó un hito en la historia del movimiento revolucionario, superado tan sólo por el Hartal de 1953. Sin embargo, la fuerza bruta del Estado, que contó con el hábil apoyo de las mentiras de la prensa burguesa, consiguió sofocarla. Centenares de trabajadores de todos los sectores fueron despedidos de sus trabajos como acto de venganza del gobierno y de la clase capitalista.

D. S. Sananayake y Oliver Goonetileke usaron esta huelga como arma de negociación en sus conversaciones en Whitehall de ese mismo año. Asustaron a los imperialistas británicos diciéndoles que la huelga general era el presagio de lo que se avecinaba –la alternativa roja– si no se concedían las reformas que les solicitaban y no se les cedía el poder.

Ni que decir tiene que los sentimientos militantes despertados por la huelga fueron la causa de las victorias electorales de gran número de candidatos contrarios al UNP. En cualquier caso, un hecho importante que muchos analistas políticos soslayan con frecuencia y oportunamente es que D. S. Senanayake y su UNP no consiguieron obtener la mayoría en las primeras elecciones parlamentarias celebradas en 1947, y ello a pesar de la feroz campaña antimarxista, con carteles que exhibían consignas como “Salvad la religión de las llamas del marxismo”. De 100 escaños, la UNP obtuvo solamente 46. Los tres partidos de izquierda, que concurrieron por separado, lograron 20 escaños (el LSSP 10, el Partido Bolchevique Leninista [BLP] 5 y el PC 5), mientras el Congreso Tamil y el Congreso Indio de Ceilán consiguieron 7 cada uno. Los independientes se hicieron con 20. Estaba claro que éstos tenían el control de la situación en sus manos. Ambos bandos los cortejaron. La famosa conferencia de “Yamuna”, que reunió a todas las fuerzas opuestas al UNP, se celebró en la residencia del señor H. Sri Nissanka, pero acabó sin acuerdo. La situación se allanó para el UNP cuando Colvin R. de Silva, el líder del BLP, ofendió a los independientes calificándolos de “burros de tres cabezas”. De ese modo, D. S. Senanayake logró atraer a un número suficiente de independientes a su campo, lo que le permitió formar gobierno. Aun así, la realidad inalterable era que su partido había obtenido sólo una minoría de votos en las elecciones.

Un hecho digno de mención es que en las elecciones de 1947 los partidos de izquierda obtuvieron el mejor resultado de su historia. De un total de 100 escaños, los tres partidos obtuvieron 20. En 1952 la cifra se redujo a 13, mientras que en 1956 alcanzaron 17. En 1960 y 1965, en que el número de parlamentarios se amplió hasta los 150, los partidos de izquierda vieron mermar su porcentaje de voto. Sólo en 1970 mejoraron sus resultados gracias al acuerdo del Frente Unido con el SLFP, aunque sin alcanzar la quinta parte de los escaños conseguida en 1947.

Guerrilleras tamiles del Ejercito de Liberación Popular de Sri Lanka
En febrero de 1948 se escenificó la farsa de la concesión a Ceilán de la llamada independencia. La base de esta cesión de poder aparente ya se ha descrito. Pero nótese que incluso esta apariencia de poder no se concedió hasta que D. S. Senanayake, actuando sin previa consulta al parlamento, hubo firmado un acuerdo de defensa con Gran Bretaña. Casualmente, este acuerdo nunca ha sido denunciado posteriormente. Ceilán pasó de ser una colonia a ser una neocolonia. Toda la parafernalia visible de la independencia: la bandera nacional, el himno, un hombre de tez cobriza en Queen’s House, etc., estaba allí. Pero la esencia de la explotación imperialista seguía siendo la misma.

D. S. Senanayake fue plenamente consciente de que la mayoría del pueblo no le había aceptado. Todas sus políticas se orientaron, por tanto, a lograr una mayoría absoluta en las elecciones generales. Fue él quien puso en marcha el proceso de soborno sistemático del electorado. Pronto agotó las reservas en libras esterlinas que Ceilán atesoraba en Londres, gastadas en la importación de productos alimenticios. Si este dinero se hubiera invertido en la importación de maquinaria industrial, el beneficio para el país habría sido inmenso. Pero Senanayake no creía en el desarrollo industrial.

No fue ése, no obstante, su peor error. Durante su mandato empezó la práctica de subsidiar el arroz. Hoy todo el mundo reconoce la intolerable carga que este subsidio, que ha llegado a sobrepasar los 600 millones de rupias anuales, impone a la economía. Sin embargo, en la actualidad, la subvención del arroz se ha convertido en una cuestión política. Si se pudiera decir cuál es la medida tomada conscientemente por un gobierno que más ha contribuido a la ruina económica del país, ésa sería la decisión de subvencionar el arroz adoptada por D. S. Senanayake. Las futuras generaciones vivirán para maldecir su nombre.

Antes de finales de 1948, D. S. Senanayake se ganó a su hasta entonces implacable rival, G. G. Ponnampalam, al ofrecerle una cartera ministerial. No hay que olvidar que Ponnampalam había derrotado al candidato de Senanayake, A. Mahadaveda (hijo de Ponnampalam Arunachalam) en las elecciones de 1947, en la circunscripción de Jaffna. Por lo tanto, su unión fue una jugada absolutamente oportunista por ambas partes. Pero fracturó el Congreso Tamil. S. J. V. Chelvanayagam lo abandonó para formar el Partido Federal, que siguió implicado en la política regional en el norte. El Congreso Tamil, aunque no renunció al regionalismo, dejó de desempeñar papel efectivo alguno en la política tamil o cingalesa a partir de 1948, a pesar de que Ponnampalam logró conservar su escaño hasta 1970. Él mismo abandonó su política del cincuenta-cincuenta y volvió a sus antiguas posiciones, hasta el punto de apoyar las medidas de D. S. Senanayake para privar de la nacionalidad y del derecho al voto a los trabajadores de las plantaciones tamiles de origen indio.

En 1951, el UNP entró en crisis, acontecimiento que afectó al desarrollo político posterior de Ceilán. El líder de la cámara y hombre de mayor talento de entre todos los que rodeaban a D. S. Senanayake, vástago de una aristocrática familia proimperialista de Ceilán y emparentado por matrimonio con una familia feudal de Kandy, era S. W. R. D. Bandaranayake, quien había recibido una educación liberal en Oxford. Bandaranayake siempre se había visto como el heredero natural de Senanayake. Pero ahora daba la impresión de que el “viejo” tenía otras ideas. Senanayake promovió hábilmente la rivalidad entre S. W. R. D. Bandaranayake y Sir John Kotalawala, su sobrino, si bien su anhelo había sido siempre que le sucediera su hijo. Bandaranayake abandonó indignado las filas del UNP y se pasó a la oposición.

Ese mismo año, Bandaranayake creó el Partido de la Libertad de Sri Lanka [SLFP]. Con independencia de los motivos que le impulsaron a dejar el UNP, se percató rápidamente del potencial que tenía unir a todas las fuerzas contrarias a dicho partido, y dar satisfacción a las aspiraciones nacionalistas y culturales del común. Bandaranayake había sido uno de los miembros budistas –lo más opuesto a los “cristianos de arroz”– del Consejo de Estado creado por la llamada constitución Donoughmore. Había adoptado la vestimenta nacional. Posteriormente, se convirtió en el adalid de la lengua cingalesa, aunque él mismo estaba imbuido de la cultura occidental. Todo ello le permitía mostrarse extraordinariamente sensible al sentir popular, lo cual hubo de resultarle de gran utilidad. Si se trataba de oportunismo, cabía excusárselo. No obstante, por aquel entonces, aún estaba en plena travesía del desierto.

En esas circunstancias, el 22 de marzo de 1952, D. S. Senanayake se cayó del caballo mientras montaba por Galle Face Green y se mató. Lo que siguió fue la más indecorosa disputa por la sucesión que cabe imaginar, descrita de forma inimitable por un correligionario de Sir John Kotalawala, uno de los contendientes, en el archipopular folleto titulado “El derbi del primer ministro”. Así las cosas, fue el “viejo” quien resolvió el asunto desde la tumba. Parece ser que había aconsejado al gobernador general, Lord Soulbury –en ese momento de permiso en Inglaterra–, que, en caso de que le pasará algo (a D. S. Senanayake), recurriera a su hijo Dudley para formar gobierno. Y esto es precisamente lo que Soulbury hizo en su apresurado retorno, ignorando las razones del más veterano de los conmilitones de D. S. Senanayake, Sir John Kotalawala, quien, a pesar del enfurruñamiento pasajero, consintió finalmente en ponerse a las órdenes de Dudley.

Que Dudley Senanayake sucediera a su padre al modo más genuinamente dinástico, que al Sr. Bandaranayake, tras su asesinato, le sucediera su viuda y que, desde entonces, no haya habido un solo primer ministro de Ceilán que no fuese cingalés, goigama y budista, revelan hasta qué punto prevalecen las concepciones feudales en el país. La idea de que sólo el hijo es quien mejor puede interpretar los puntos de vista políticos del padre o la de que sólo una viuda pueda hacer lo propio con el legado político de su difunto marido nada tienen de democráticas. Son ideas feudales. En el caso del hijo, al menos había sido ministro en el gabinete de su padre. En el de la viuda, ni siquiera había llegado a gozar de la confianza política de su marido. ¡Estamos tan absolutamente enfangados en las tradiciones y las ideas feudales, que ya se habla de que el principal objetivo de la actual primera ministra es aferrarse a las riendas del poder todo el tiempo que haga falta para asegurar la sucesión de su hijo!
Mural en las calles de Colombo

La victoria en las elecciones generales de 1952 fue relativamente sencilla para Dudley Senanayake, ya que supo explotar al máximo todos los sentimientos de emoción provocados por la muerte de su padre. Las elecciones se celebraron anticipadamente porque John Exter, el director estadounidense del Banco Central, había advertido de la inminencia de la crisis económica, recomendando la formación de un nuevo gobierno, antes de adoptar severas medidas de ajuste. En los presupuesto del UNP de 1953 se detallaban las medidas que harían recaer la carga de la crisis económica sobre los hombros del pueblo. Se suprimió el subsidio del arroz, cuyo precio se triplicó. Las tarifas de ferrocarril y postales aumentaron, y el almuerzo gratuito del mediodía quedó eliminado en las escuelas.

Pero el pueblo no estaba dispuesto a aceptar esa carga. Las direcciones de los partidos de izquierda aún no habían degenerado hasta caer en el reformismo de los años posteriores. En la convocatoria unitaria de los tres partidos de izquierda y de los sindicatos que dirigían, se convocó un hartal para el 12 de agosto de 1953. La respuesta del pueblo fue estupenda. Todos los sectores de la clase obrera, con excepción de los trabajadores de las plantaciones, respondieron al llamamiento. A pesar de la negativa del Sr. Bandaranayake a sumarse a la convocatoria del Hartal, la práctica totalidad de las fuerzas contrarias al UNP se unió a la poderosa oleada de protestas. Los autobuses y los trenes no funcionaban. Las tiendas estaban cerradas. Cesó toda la actividad laboral, la administración se paralizó y se supo que el gobierno se había refugiado en la seguridad de un barco en el puerto de Colombo. Fue el punto álgido de la acción revolucionaria conocida hasta entonces en Ceilán. Era una muestra de hasta dónde estaban las masas dispuestas a llegar, si se les daba una dirección unida y revolucionaria.

Por desgracia, la gran respuesta popular asustó a las direcciones reformistas de los partidos de izquierda tanto como al gobierno. Los primeros desconvocaron el movimiento la tarde del mismo día 12, mientras éste declaró el estado de emergencia y recurrió a la represión a gran escala. Doce personas murieron por disparos y cientos fueron encarceladas. Una de las consecuencias del Hartal fue que el primer ministro se acobardó y dimitió, desapareciendo de la vida política hasta su retorno en 1960.

Sir John Kotalawala se convirtió entonces en primer ministro, desarrollando una política absolutamente reaccionaria en el país y de total sumisión a los imperialistas en el plano internacional. Siempre dispuesto a ser un instrumento en manos de los imperialistas, acudió a la famosa conferencia de Bandung, donde pronunció un provocativo discurso anticomunista con la intención de molestar a Chu En-lai. Este último, no obstante, lo ignoró con el siguiente comentario: “No he venido aquí a pelearme”. Su papel como primer ministro se recuerda, igualmente, por su negativa a permitir la entrada en el país de un equipo de fútbol soviético y de un grupo de científicos del mismo país que iba a observar un eclipse solar, así como por su abierto desprecio hacia la sensibilidad religiosa y cultural del pueblo, tal como quedó demostrado en el incidente de la barbacoa. Su absoluta falta de cercanía al sentir popular se hizo patente, finalmente, en su convocatoria de elecciones anticipadas basándose en la idea equivocada de que el UNP nunca había estado en mejor situación.


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