22 de abril de 2016

Cómo ayuda la Unión Soviética a España, Harry Gannes (Segunda Parte)

Harry Gannes (1900 – 1941), fue un periodista norteamericano editor del diario Daily Worker en los años 30. Fue uno de los fundadores de la Liga de Jóvenes Comunistas, de la que sería también Secretario General. Visitó  China durante algunos años en tiempo de la revolución, relato que contaría en su libro When China Unites An Interpretive History Of The Chinese Revolution, en 1937; igualmente dedicaría gran parte de su trabajo a denunciar el movimiento de No Intervención creado por las potencias capitalistas, Inglaterra y Francia, para beneficio de los rebeldes fascistas y sus sostendedores y amos, Alemania e Italia, y que dejó a la España Republicana aislada internacionalmente, con el único apoyo efectivo de la Unión Soviética.

En este último contexto escribiría en 1936 por encargo de la Internacional Comunista el libro que Cuestionatelotodo, está traduciendo a nuestra lengua. en vista de que hasta ahora nunca había sido publicado en español: How the Soviet Union Helps to SpainCómo ayuda la Unión Soviética a España.

A continuación, publicamos la Segunda entrega. La primera se puede consultar aquí.
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España recurre a la Unión Soviética

Así, mientras los cargueros y las cañoneras de Hitler y Mussolini pululaban por el Mediterráneo y el Golfo de Vizcaya cargados hasta las bordas con armas para los fascistas españoles, Blum se dedicaba en cuerpo y alma a perfilar su acuerdo de no intervención.

Gabriel Péri, el comentarista de política internacional de l’Humanité, órgano del Partido Comunista Francés, parafraseó certeramente en su artículo de 9 de octubre los motivos más sólidos que Blum podía ofrecer en nombre de Francia:

Leon Blum y Anthony Eden, adalides del simulacro del Pacto
de No Intervención, realizado en apoyo  a los fascistas  agresores del pueblo
español
“Francia decía: mi intención es evitar los suministros a los rebeldes. Para conseguirlo, sitúo al mismo nivel, sin duda, a la República y a los facciosos. Pero, como contrapartida, dificulto la ayuda que estos últimos esperan recibir del fascismo internacional. Cuanto antes se adhieran a mi iniciativa las potencias amigas de la República española y de la paz, tanto mayor será la garantía de que obtendré ese resultado. Con todo, es necesario que ninguna potencia pacífica dé con su abstención una excusa para la espantada de Alemania e Italia.

Cabe imaginar, pues, a qué censuras se habría enfrentado la URSS si hubiera rechazado su adhesión.”

Harry Pollitt, Secretario del Partido Comunista Británico, fue un poco más lejos aún cuando declaró:

“Blum había forzado al gobierno soviético a una política de neutralidad, presionándolo con el futuro del pacto franco-soviético.”

Dados la interacción de los objetivos fascistas, el acicate del imperialismo británico y la transigencia de la política errónea del Primer Ministro socialista francés, Léon Blum, la cuestión a que se enfrentaba la Unión Soviética de una eventual abstención a la adhesión al acuerdo de no intervención era sumamente compleja.

El gobierno soviético, como señaló el camarada Pollitt, se estaba adentrando por un terreno extremadamente complicado en el que un solo paso en falso llevaría a una ruptura diplomática abierta, seguida de la actuación militar de los fascistas y de otras potencias reaccionarias.

La Unión Soviética sabía también que en aquel momento el gobierno tory espoleaba a Hitler y que habría aprovechado ampliamente cualquier negativa soviética a participar en el acuerdo de no intervención. Era tanto el deseo nazi de que se impusiera la política del gobierno tory, que el corresponsal en Berlín de The New York Times cablegrafió lo siguiente el 2 de septiembre:

“Alemania es partidaria de delegar las tareas de verificación de la no intervención a una única potencia y recomienda que la dirección se le asigne al Reino Unido.”

En lugar de permitir la colusión entre los nazis y los ministros tories en contra de España, la URSS procuró hacer todo lo posible en el seno del comité de no intervención para evitar el envío de armamento de los fascistas a España, así como alentar la acción internacional contra los fascistas y destruir la farsa de la “neutralidad” y la “no intervención” en la primera ocasión propicia.

Una vez firmado por los 27 países el acuerdo de no intervención, el fascismo alemán e italiano recurrió a nuevos planes para enviar armas a los fascistas.

Mientras el general Mola, comandante en jefe fascista del Ejército del Norte, cortaba a toda prisa el acceso ferroviario desde Francia a España por Irún, Salazar, el dictador portugués, abría todos los puertos de Portugal a los cargamentos de armas para el general Franco.

De hecho, toda la estrategia de los generales fascistas españoles, tras el revés inicial sufrido en la Sierra de Guadarrama y Barcelona, consistió en abrirse camino hacia Badajoz, en la frontera hispano-portuguesa, por el río Tajo, para, con los pertrechos recibidos de Alemania e Italia, vía Portugal, avanzar a sangre y fuego hacia Madrid.

Los partidos comunistas de todos los países dieron la alarma de inmediato.

Pravda, órgano central del Partido Comunista de la Unión Soviética, se expresaba con toda claridad:

“Los trabajadores del mundo no pueden permanecer indiferentes y en silencio mientras se decide el destino del pueblo libre de España al que los mercenarios de Franco tratan de aniquilar por medio de las bayonetas, las balas, las bombas y el hambre.

El valeroso pueblo español vuelve sus ojos hacia la Unión Soviética. En nuestra lucha por el socialismo el pueblo español encuentra su fuerza, inspiración y energía.”[1]

Por primera vez en su historia –durante esta feroz guerra civil en que la reacción está tratando de derrocar al gobierno legítimo–, España y la Unión Soviética intercambiaron embajadores. En ambos países, los representantes fueron recibidos entre muestras de alegría y entusiasmo, y firmes promesas de estrechar aún más las relaciones e incrementar una cooperación inquebrantable.

En Francia, tras asumir la dirección de la lucha contra la “neutralidad” y el proyecto de no intervención para tratar de lograr una movilización de masas capaz de torcer el desastroso rumbo de Blum, Maurice Thorez, Secretario del Partido Comunista de Francia, dirigió una carta abierta a Paul Faure, dirigente socialista. En nombre de los comunistas franceses, Thorez instaba a unirse a los partidos socialista y comunista para exigir el levantamiento del embargo de armas impuesto contra España.


¡Armas para España!

Mientras la Unión Soviética se preparaba, a la primera oportunidad que tuviera, bien para forzar la completa adhesión a una interrupción total de los envíos de armas a España en el marco del acuerdo de no intervención, bien para restituir al legítimo gobierno de España en su derecho a comprar armas, los comunistas de todo el mundo encabezaban la lucha contra la vergüenza de la neutralidad.

Extraordinaria fue la enorme manifestación, en que participaron 100.000 personas, organizada por el Partido Comunista de Francia el 4 de septiembre en contra de la no intervención. El 7 de septiembre, la huelga del sindicato obrero del metal sacó a las calles a 225.000 trabajadores franceses cuyas reivindicaciones retumbaron por toda Francia: “¡Armas para España! ¡Aviones para España! ¡Abajo el embargo impuesto a España! ¡Ayudemos a nuestros hermanos españoles!”

En lugar de rectificar su política de no intervención presionado por la abrumadora mayoría de las masas de Francia, Blum defendió airadamente su posición. La adhesión inflexible de Blum a la errónea política de no intervención animó a los dirigentes reaccionarios del Partido Laborista Británico a seguir un camino parecido y dio una excusa a la Internacional Obrera y Socialista para, de momento, abstenerse de todo acto contrario a la política tory o independiente de ella.

De hecho, los principales portavoces socialistas se convirtieron en un primer momento en los más fervientes defensores del acuerdo de no intervención. Debido a su férreo apoyo a los planes que inicialmente había promovido el gobierno tory de Londres, pusieron en dificultades al gobierno español para defender su causa ante los foros internacionales y entre los trabajadores y antifascistas de todo el mundo.

Por ejemplo, mientras el Partido Comunista de Francia exigía poner fin a la farsa de la política de neutralidad y los fascistas enviaban armas a toda prisa a los rebeldes españoles, no era infrecuente toparse con muestras de los típicos planteamientos de la burocracia socialista inglesa y del ala derecha socialdemócrata de Francia y Estados Unidos, como la contenida en un editorial del periódico socialista judío Forward, publicado en Nueva York.

Rara vez la dañina falsía del acuerdo de no intervención y las contraproducentes ilusiones que alentó se pusieron al descubierto de modo tan inconsciente y manifiesto como en el siguiente editorial de Forward de 8 de septiembre:

“Ahora que todos los gobiernos se han comprometido a no suministrar armas a ninguno de los dos bandos enfrentados y que ninguno de ellos ha vulnerado por el momento el pacto, el gobierno español está en condiciones de ocuparse por sí solo de los fascistas…

Gracias a su sagacidad política y a su perspectiva auténticamente socialista de la guerra civil española, Léon Blum no sólo ha salvado a Europa de una nueva guerra, sino que ha impedido que Hitler y Mussolini ayuden a los asesinos fascistas a ahogar en sangre la España republicana y el movimiento obrero español.”

El mismo editorial proseguía criticando a los comunistas franceses y de otros países por exigir el final de la no intervención, acusándoles de que tal exigencia “suena a provocación”.

Si ésta fuera exclusivamente la posición de Forward, no sería tan lesiva como, de hecho, ha resultado ser. Pero lo cierto es que dieron igualmente su apoyo a la postura de Blum (astutamente promovida en sus comienzos por los tories británicos) los dirigentes del Partido Laborista Británico hasta el Congreso de Edimburgo de principios de octubre, casi un mes después. Y también la respaldaron la dirección del Congreso de Sindicatos Británicos, así como la Internacional Obrera y Socialista, y las dirigencias de sus diferentes secciones en todos los países.

Hasta que la Unión Soviética no soltó el bombazo en el seno del comité de no intervención, este planteamiento no se fue al traste.

El propio Primer Ministro Blum, en un mitin del Partido Socialista a mediados de septiembre, declaró gratuitamente que no existía ni la más mínima prueba de que Italia y Alemania hubiesen enviado armas a España tras la conclusión del acuerdo de neutralidad.

Ante semejante actitud del Primer Ministro socialista francés, Léon Blum, que procedía de consuno con el ministro de Asuntos Exteriores británico, y antes de que el gobierno español hubiese presentado las pruebas que había reunido a la Sociedad de Naciones, la Unión Soviética no podía comprometerse a actuar con eficacia contra el crimen de la no intervención.

Sin embargo, durante todo ese tiempo, la ayuda exterior fascista estaba llegando al general Franco.


España protesta

El 15 de septiembre, el gobierno español hizo llegar una nota a la Sociedad de Naciones que contenía pruebas innegables y cuantiosas de envíos de armas a los fascistas españoles desde Alemania e Italia, vía Portugal y las Islas Baleares, con destino a puertos del norte y sur de España. Esta nota, sin embargo, no se publicó hasta el 30 de septiembre y ante la insistencia de la Unión Soviética y España.

A principios de septiembre, el general Queipo de Llano, capitoste fascista de Sevilla, anunció por la radio que había enviado una delegación oficial a Lisboa a felicitar, en su propio nombre, al dictador Salazar y a agradecer al gobierno portugués la ayuda dada al “único gobierno que puede y debe gobernar España”[2].

Franco, el hombre de Hitler en España
Los cables periodísticos de todo el mundo no paraban de referirse a las escandalosas noticias de incesantes envíos de armamento, cada vez más abundantes y descarados, de Italia y Alemania a los fascistas españoles.

Un ejemplo lo constituye el siguiente encabezamiento de un cablegrama para The New York Times (14 de septiembre), remitido desde Lisboa, capital de Portugal:

“Lisboa hace llegar ayuda a los rebeldes españoles. Aquí los funcionarios consienten que Portugal siga siendo un pasillo de tránsito de abundantes suministros a los rebeldes españoles.”

Otra muestra de The New York Times:

“Los rebeldes usan Lisboa como vía de suministro y punto de compra. La embajada insurgente allí adquiere abiertamente gasolina, camiones y alimentos.”

En septiembre, un Comité de Encuesta sobre las Violaciones del Derecho Internacional relativas a la No-Intervención en España[3], no oficial, se reunió en Londres y recopiló pruebas de los envíos de armas italianos y alemanes a los fascistas.

Del comité formaban parte Eleanor F. Rathbone, diputada independiente por las universidades inglesas; J. B. Trend, catedrático de español de la Universidad de Cambridge; Lord Faringdon; John Jagger, del International Union of Distributive and Allied Workers, diputado laborista en el parlamento; R. McKinnon Wood; E. L. Mollalieu y dos secretarios del comité: John Langdon-Davies, que era corresponsal del News Chronicle en España, y Geoffrey Bing.

Con las pruebas reunidas por este comité se podría elaborar un grueso volumen.

Reseñables entre las conclusiones extraídas por el ilustre comité, a cuyas sesiones asistían de incógnito funcionarios del ministerio de Asuntos Exteriores británico, son las siguientes frases:

“Hemos tenido así acceso a nuevas pruebas y estudiado toda una serie de nuevas revelaciones que confirman nuestras conclusiones previas en el sentido de que, desde la fecha del pacto de no intervención, Italia y Portugal han prestado ayuda a los rebeldes en forma de armas y personal técnico, así como otras formas de colaboración…”

“Disponemos, además, de numerosos elemento de prueba que confirman la ayuda alemana antes y después del 3 de agosto de 1936, fecha en que el gobierno alemán informó al francés de que ni se había enviado material de guerra a los rebeldes españoles ni se les enviaría.”

Obsérvese bien, en especial, la declaración final de dicho comité:

“Una circunstancia adicional que plantea un grave problema es que, de acuerdo con nuestra información, el gobierno británico conoce, por personas a su servicio, de la existencia de violaciones del acuerdo de no-intervención.”

Desde un principio, el gobierno tory conocía a través de sus numerosos agentes secretos en Portugal y sus representantes consulares y diplomáticos en Sevilla, Cádiz, La Coruña y otros lugares de España bajo control fascista que los rebeldes estaban recibiendo continuamente desde Italia y Alemania todas las armas que necesitaban, en flagrante violación del acuerdo de no intervención.

Durante más de 200 años, la política exterior portuguesa se había decidido en Londres. Bajo la dictadura de Salazar, Portugal se había convertido, más que nunca, en una auténtica marioneta del imperio británico. De hecho, en Portugal no se podía tomar ninguna decisión política de calado sin contar con los intereses comerciales británicos, el consentimiento de sus agentes diplomáticos en Lisboa y la aprobación del gobierno Baldwin.


Las masas soviéticas en acción

Mientras tanto, los trabajadores soviéticos prestaban “toda la ayuda que podían a las masas revolucionarias españolas”.

Nunca desde la Revolución de Octubre habían estado tan entregadas las masas rusas, habían sido tan conscientes del peligro para el pueblo español y la paz mundial.

Hitler y Mussolini, así como el Reino Unido, han acusado a la URSS de enviar armas en secreto a España. Sin embargo, no hay ni una sola prueba de ello. Cierto es que las masas soviéticas organizaron gigantescas manifestaciones por España en las que se recaudaron cantidades enormes de dinero. Hicieron cuanto estaba a su alcance para ayudar a España a derrotar al fascismo. Antes del 2 de octubre, los trabajadores soviéticos habían colectado diez millones de dólares para España. Las mujeres de la URSS habían enviado dos millones de dólares en comida y ropa a las mujeres y niños españoles. Se mandaron abiertamente varios cargamentos de alimentos por barco.

El heroico pueblo español, privado de armas, contuvo a los fascistas como pudo. El general Franco, advertido de que la Unión Soviética preparaba un formidable ataque contra el pacto de no intervención a fin de detener los envíos de armas a los rebeldes, dio órdenes de lanzar una brutal ofensiva. Llegado ese momento, ya con decenas y decenas de tanques italianos, con más de cien aviones de caza y bombarderos, y más armas y municiones de las que podían emplear sus hordas de tropas alemanas, italianas y moras, habría sitiado Madrid.

Inmediatamente después de que entrase en Madrid, Franco contaba con la promesa de que Alemania e Italia reconocerían la dictadura fascista española, lo cual liquidaría definitivamente y a su favor la farsa de la no intervención. Ése fue el motivo de que siguiera adelante aún con mayor vesania.

Fue entonces cuando el gobierno español tomó las primeras medidas que permitieron crear las condiciones favorables para la posterior acción de la Unión Soviética.

Plenamente al tanto por sus informadores alemanes, italianos y británicos de la inminente actuación de la Unión Soviética y del gobierno español, el general Franco dio la orden de tomar Madrid a toda costa y lo antes posible.

El gobierno español había enviado a la Sociedad de Naciones su nota, que incluía numerosos pruebas del apoyo exterior fascista a los rebeldes españoles, el 15 de septiembre. Pero no fue hasta finales de ese mes cuando Álvarez del Vayo, ministro de Asuntos Exteriores de Madrid, pudo, con la ayuda de la Unión Soviética, conseguir la publicación y análisis de las pruebas.

Se trataba de un paso preliminar necesario para que la Unión Soviética pudiera refutar todo el montaje ante el comité de no intervención de Londres.

Ni que decir tiene que el general Franco se dio cuenta de que la acción de la Unión Soviética ponía en grave peligro a su junta fascista, así que no perdió ni un minuto en su avance sobre Madrid.

A veces surge la pregunta de por qué “esperó” la URSS a que el general Franco estuviera a las puertas mismas de Madrid, antes de conmocionar al mundo con una nota como la de 7 de octubre en la que se desenmascaraba la ayuda exterior fascista a los insurgentes reaccionarios españoles.

La Unión Soviética jamás perdió un solo momento, una sola ocasión, ni la más mínima posibilidad, de dar la mayor ayuda al pueblo español. Sabedor de ello y precisamente por ello, el general Franco y sus valedores fascistas llevaron su ofensiva hasta un punto de ruptura.

Si se tienen presentes los principales factores, ya indicados, de la relación de la URSS con España, el análisis de las fechas y acontecimientos posteriores a la actuación del propio gobierno español mostrará la rapidez, pertinencia y máxima efectividad de las acciones de la Unión Soviética.

La primera oportunidad que España tuvo de hacer oír su voz ante la Sociedad de Naciones en relación con la criminal ayuda fascista exterior a los rebeldes españoles fue a finales de septiembre.

De haber iniciado una acción diplomática semejante, la Unión Soviética se habría arrogado el derecho a suplir y usurpar la iniciativa del gobierno legal de España. Cuando el gobierno español dio efectivamente el paso, la URSS actuó con rapidez y extraordinarios resultados no sólo en los ámbitos diplomáticos, sino también, y aún más importante, en el seno del movimiento obrero y antifascista mundial.

El 25 de septiembre, el ministro de Asuntos Exteriores español, Álvarez del Vayo, en una crítica demoledora de las potencias que apoyaban a los fascistas españoles, fue el primero en exigir el fin de la farsa de la no intervención.

Con palabras ardientes, del Vayo declaró:

“Cada defensor español de la República y la libertad que cae en el frente por el fuego de estas armas importadas de la manera más cínica y en cantidad mayor, a pesar del Acuerdo de la No Intervención, es una demostración irrefutable del crimen que se comete contra el pueblo español.”

Fue ésta la primera salva diplomática que estremeció al movimiento obrero mundial.

Más tarde, el 28 de septiembre, Maxim Litvinov, comisario soviético de Asuntos Exteriores, acometió la lucha, una lucha que los imperialistas británicos trataron de echar por tierra, pero que fueron incapaces de sofocar, una lucha que produjo los resultados más inmediatos en el movimiento obrero internacional y en los círculos antifascistas.

“El gobierno soviético considera inaplicable el principio de neutralidad a una guerra declarada por rebeldes contra su gobierno legítimo”, insistió Litvinov, “antes al contrario, considera que es una violación de los principios del derecho internacional”[4].


La ayuda fascista, desenmascarada

La primera noticia extraordinaria que recibió la opinión pública sobre la exigencia soviética planteada al comité de no intervención de Londres se produjo el 7 de octubre.

“En realidad”, escribió el 8 de octubre Ferdinand Kuhn Jr., corresponsal de The New York Times en Londres, “Rusia ha presentado dos notas, no una, al comité. La primera, que se adelantó en una semana al bombazo de ayer, fue entregada por escrito el pasado miércoles por Samuel Kagan, encargado de negocios soviético en Londres.”

En la primera nota, la URSS exigía dos cosas: (1) que un comité imparcial se desplazase a la frontera hispano-portuguesa para investigar la cuestión de los envíos de armas. (2) que, en lo sucesivo, algunos miembros de este comité quedaran asignados a tareas de verificación del cumplimiento del acuerdo de no intervención.

El gobierno británico fue ampliamente informado de las violaciones del acuerdo de no intervención llevadas a cabo por las potencias fascistas, en especial de la cínica ostentación con que su marioneta portuguesa transgredía el acuerdo. El Sr. Kuhn dice lo siguiente: “La nota se distribuyó a algunos miembros del comité de no intervención, entre ellos los británicos, que se mostraron ciertamente preocupados por las evidencias de mala fe de alemanes e italianos y estimaron oportuno el envío de un grupo imparcial que investigue sobre el terreno.”

Pero lo que hicieron los británicos, en realidad, fue tratar de neutralizar los esfuerzos de la Unión Soviética.

Fue en ese momento cuando la URSS hizo pública su nota, más enérgica, de 7 de octubre, que no “se distribuyó a  los miembros del comité de no intervención” sino que se dio a conocer desde Moscú a las masas del mundo.
Un chato soviético

Samuel Kagan, en nombre del embajador soviético Ivan Maisky, hizo entrega de esa nota –que provocó una acalorada sesión del comité de intervención– a Lord Plymouth, presidente británico del comité.

La situación en la que la URSS adoptó esta drástica medida era extremadamente complicada. Por ejemplo:

El Congreso de Sindicatos Británicos acababa de votar recientemente a favor del acuerdo de no intervención que, por intermedio de Blum, había promovido el gobierno tory inglés.

En ese momento se estaba celebrando el Congreso del Partido Laborista Británico en Edimburgo, al que asistió una delegación española para solicitar el fin de la farsa de la no intervención. A pesar de la nota de la Unión Soviética, el Congreso del Partido Laborista Británico, contra los deseos de la mayoría de los delegados, recurrió al procedimiento del voto por delegación y por representación, habitual en los congresos del partido, con el resultado de 1.836.000 votos favorables a continuar dando su conformidad a la no intervención, frente a 519.000 en contra.

El Primer Ministro socialista francés Blum seguía respaldando, imperturbable, la vergüenza de la no intervención.

La Internacional Obrera y Socialista, al igual que la Federación Internacional de Sindicatos, continuaban apoyando, en ese momento, la no intervención.

Sola, enfrentada a las otras 26 naciones integradas en el pacto de no intervención, dirigido por el imperialismo británico, detrás de cuyas faldas se escondían los fascistas alemanes e italianos, la Unión Soviética entró, no obstante, en acción. La Unión Soviética presentó su nota.

En nombre de los 170 millones de ciudadanos de la URSS, la nota soviética venía a sumarse a la batalla iniciada por el gobierno español. El documento soviético rezaba así:

“En notas dirigidas el 15 de septiembre a los gobiernos de Portugal, Italia y Alemania, el gobierno español protestaba por el envío de ayuda y armamento militar por parte de esos países a los rebeldes españoles.

El gobierno español también ha remitido dichas notas a otras partes del acuerdo de no intervención, solicitándoles que adopten medidas para poner fin a una situación en la que el gobierno legal de España ha quedado sometido a un auténtico bloqueo, mientras los rebeldes, sin ningún tipo de impedimento, reciben por diferentes vías aviones y diversos tipos de armamento.

En su declaración a la Sociedad de Naciones, Julio Álvarez del Vayo (ministro español de Asuntos Exteriores) planteó esa misma cuestión ante todos los Estados miembros. El gobierno español recogió en su “Libro Blanco” y en otra documentación adicional, publicada el 3 de octubre, una larga enumeración de hechos que constituyen violaciones del acuerdo referidas al último periodo.

Basta con relatar los siguientes hechos:

El 10 de septiembre, treinta y tres vagones de mercancías cargados de cajas que contenían las piezas sin ensamblar de catorce aviones procedentes de Hamburgo llegaron a Sevilla desde Portugal.

El 20 de septiembre, doce grandes aeroplanos alemanes aterrizaron en Tetuán. Posteriormente, estos aviones se emplearon para trasladar tropas de la llamada Legión Extranjera de Tetuán a España.

El 29 de septiembre, el gobierno español recibió un informe en el que se relata que el 27 de septiembre, a través de la frontera española y procedente de Lisboa, se efectuó el envío de un cargamento de gas venenoso y de munición de guerra.

Una serie de testigos interrogados por el comité de Londres que preside la diputada inglesa Eleanor Florence Rathbone, así como numerosos corresponsales de prensa que han publicado lo que ellos mismos han visto, confirman que el suministro de armas a los rebeldes vía Portugal se sigue produciendo a gran escala.

Los rebeldes disponen de tanques y bombarderos de origen alemán e italiano de los que carecía el ejército español al principio de la sublevación.

Entre los aeroplanos derribados por las milicias había nueve de origen alemán que llevaban el distintivo de fabricación “Henkel”. El traslado de las tropas rebeldes desde Marruecos se produce en aviones alemanes e italianos a través de Gibraltar.

La región fronteriza con Portugal parece ser, desde el inicio mismo de la rebelión, la base principal de los insurgentes.

En Portugal forman los rebeldes sus destacamentos y desde ese país reciben destacamentos militares. Desde la constitución de su comité, el propio gobierno soviético planteó la necesidad de investigar las actuaciones de Portugal que constituyen una flagrante violación del acuerdo y de adoptar las medidas oportunas para poner fin a tales actuaciones.

El gobierno soviético teme que una situación como la creada por la reiterada violación del pacto de no intervención de Londres haga inoperativo dicho pacto.

El gobierno soviético no puede consentir que ciertos firmantes del acuerdo de no intervención transformen tal acuerdo en una tapadera de la asistencia militar a los rebeldes contra el gobierno legal.

En consecuencia, el gobierno soviético se ve en la obligación de declarar que, si esas violaciones no cesan inmediatamente, se considera liberado de los compromisos suscritos en citado acuerdo.”[5]




[1] Retraducción. [N. de los t.]
[2] No hemos localizado la cita entrecomillada original. Se trata, pues, de una retraducción. [N. de los t.]
[3] “Committee of Inquiry into Breaches of International Law Relating to Non-Intervention in Spain”, en el original. [N. de los t.]
[4] Podría tratarse de una retraducción. [N. de los t.]
[5] Podría tratarse de una retraducción. [N. de los t.]

1 comentario:

victoria oprimidos dijo...

Muy buena descripción de la situación internacional existente en la época de la guerra civil. Una versión de la historia que no se encuentra en los actuales libros de historia.

Gracias a los traductores por el esfuerzo realizado en traducir esta obra.

Saludos rojos

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