Durante casi una hora, Xi Jinping se dedicó a presentar los beneficios de la globalización y los daños del proteccionismo que parece proponer el nuevo presidente yankee.
El líder chino fue ovacionado con fervor en el akelarre de multimillonarios del mundo cuando dijo que “cualquier intento de interrumpir los flujos de intercambio comercial y encerrarlos en lagos y arroyos está destinado al fracaso. Nadie sale vencedor de una guerra comercial. Sirve el coraje para nadar en el océano, y los miedosos se ahogan. Nosotros, los chinos, hemos aprendido a nadar, y aceptamos y nos confrontamos con los mercados mundiales”. Resulta que ahora China se presenta, con una franqueza abrumadora, como la defensora de las conquistas de la globalización y la libertad de comercio ante los ataques populistas y el fomento del proteccionismo.
Mientras hoy mismo Trump proclamaba ante las cámaras de todo el mundo que su política se va a basar en el lema “Estados Unidos primero”, a la vez que la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, inicia los trámites oficiales del divorcio de la Unión Europea, Xi Jinping, cabeza actual de la élite que se hizo con el control del Partido Comunista arrestando a todo maoísta que se moviera, se autoproclamó en Davos como el defensor de un capitalismo de mercado libre sin trabas. Claro que, al fin y al cabo, Xi Jinping sabe bien que para que el capitalismo chino siga creciendo, necesita de grandes mercados abiertos a la competencia, donde poder imponer sus productos más baratos a costa de la mayor explotación laboral a su clase trabajadora local.
“Hemos de promover la liberalización del comercio y la inversión diciendo no al proteccionismo”, advirtió Xi, en alusión a las promesas de Trump, prometiendo a los salivantes mercaderes que le escuchaban ansiosos al imaginar cómo aumentará su botín, que “China mantendrá las puertas abiertas a la inversión; no las cerraremos. Esperemos que también lo hagan los demás”. Asimismo concretó, en primer lugar, que China va a importar productos y servicios por ocho billones de dólares y, en segundo, que exportará capitales por valor de 650.000 millones, invirtiendo 750.000 millones en el exterior.
El reordenamiento de la cadena imperialista que se está produciendo en los últimos tiempos, con el debilitamiento de la principal potencia unipolar que dominó el mundo tras la caída de la Unión Soviética y el surgimiento de otras potencias capitalistas -la Rusia de los que se apropiaron de las riquezas y recursos de la URSS tras darle la puntilla en los noventa, Alemania, cada vez más independiente de EE.UU, o la propia China-, está produciendo un cambio de papeles que pocos podían imaginarse hace bien poco.
Cien años después de que Lenin publicara Imperialismo, fase superior del capitalismo, el libro que define mejor que ningún otro hasta ahora las características del imperialismo, estamos asistiendo a nuevos giros en la rueda de la Historia, en los que se están redefiniendo las alianzas y estrategias, y reorganizándose una nueva parrilla de salida en la carrera por el control de los recursos y por ocupar la pole position de la cadena.
Por lo visto, los gerifaltes del capitalismo chino cada vez ven menos necesario seguir haciendo el paripé de hacerse pasar por comunistas y de fingir que la clase obrera está por encima de los intereses del capital. Así, han aprovechado el foro del neoliberalismo mundial, Davos, para que quede claro cuál va a ser abiertamente (hasta ahora lo había sido pero bajo la apariencia de socialismo) el papel de China en el tablero mundial: el de defensora de la globalización y de la libertad de movimientos del capital frente a las políticas proteccionistas y nacionalistas, manteniendo su posición de país con menguados gastos laborales -esto es, basados en la mayor explotación de su clase obrera- para seguir teniendo ventaja en la competencia en los mercados frente a otras potencias capitalistas.
Es decir, Xi Jinping ha reconocido públicamente que China asume su papel como primera potencia capitalista y como principal representante y defensora de la barbarie capitalista en su fase final, es decir, basando su economía en la concentración monopolística del capital (grandes corporaciones), en el papel de motor del capital financiero (bancos y deuda), en la exportación de capitales como forma de crecimiento y dominación colonial-neocolonial (inversión externa), y en la formación de alianzas comerciales, militares y políticas para competir por el nuevo reparto de influencias y recursos en el mundo (características ya descritas por Lenin para definir al sistema capitalista en su fase más avanzada, el imperialismo).
2 comentarios:
Si es que alguna vez China realmente fue comunista
Muy claro está ,como ya prevén los servicios secretos EEUU,es China quien impone una nueva aceleración para ocupar el liderazgo que ellos van perdiendo ."Odiar al chino" no es otra cosa que hacerlo a quién les gana en el terreno competitivo del negociado económico capitalista.
Vientos de guerra surgen en el horizonte.
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