1.- La lucha por la
autodeterminación de Cataluña no es sólo el resultado de una maduración de la
conciencia nacional en el seno de la propia sociedad
catalana; es también la expresión más avanzada del proceso de descomposición
del régimen del 78, fruto espurio del pacto entre el franquismo y oportunistas de
toda laya, en virtud de cual la clase burguesa que se hizo a sangre y fuego con
el poder en el año 39 lo seguiría ocupando más allá de la muerte del dictador
fascista.
2.- En la trayectoria política
de la burguesía española desde el siglo XIX hasta el presente se percibe una
constante que la define y singulariza como clase dominante: su patológica
desconfianza, incluso aversión, a cualquier alteración del orden
jurídico-político vigente en cada momento dado. Esa insuperable incapacidad de
la burguesía española para reproducir su dominación de clase por la simple vía
de la reforma nace de su originaria concepción parasitaria del Estado,
auténtica y única base ideológica que impulsa su proyecto nacional gran
español.
3.- La aplicación del
artículo 155 de la constitución del 78 no es en modo alguno un golpe de
Estado, toda vez que la subversión de la normalidad democrática que
conlleva está prevista en la constitución misma. Es, por el contrario, la
metamorfosis legal de la democracia burguesa –con toda su carga de explotación
y opresión socialmente tolerada– en “dictadura terrorista abierta”. De hecho,
en el art. 155, de la misma manera que en el 116, la clase burguesa no hace
sino anticiparse en abstracto a la agudización de la lucha de clases,
legalizando por adelantado la destrucción del sistema jurídico-político que le
ha permitido, hasta ese momento, disfrazar su dictadura de clase como gobierno
de toda la sociedad. La aplicación del art. 155 tiene, pues, una
virtud nada desdeñable: la burguesía se ve obligada a arrancarse la
careta democrática y a mostrar su verdadero rostro
fascista ante la sociedad que decía representar en su conjunto.
4.- Con la aplicación
del artículo 155 en Cataluña la burguesía española se cierra cualquier
posibilidad de retorno a la normalidad democrática del 78. La
única perspectiva que se dibuja con nitidez en el horizonte político inmediato
de la monarquía borbónica es la represión: contra Cataluña y el País Vasco, el modelo Lizarza; contra
los trabajadores españoles, la intensificación de la explotación y la supresión
de libertades formales. La agresión contra las instituciones democráticas
catalanas no sólo pone de relieve la mentira de la propaganda del régimen del
78, repetida ad náuseam en su guerra
contra el pueblo vasco, en el sentido de que
“todo se puede conseguir por medios pacíficos”; también demuestra que la
burguesía española ya sólo puede perpetuar la existencia unida de su Estado por
medio de la violencia, que frente a cualquier lucha popular que ponga en
peligro las bases del Estado burgués, la respuesta de su clase dominante será
la porra y la ilegalización; en última instancia, como en el 36, el cañonazo y
el paseíllo.
5.-
Aun así, la profunda crisis del régimen del
78 ha servido igualmente para poner de manifiesto el control político que aún
ejerce sobre una parte considerable de la población española. Dicho control se
materializa no sólo a través de la capacidad de influencia de sus medios de
propaganda, sino también, y sobre todo, gracias al entramado político-social
desmovilizador de que forman parte los grandes sindicatos y partidos de la izquierda monárquica. Mientras esa red
clientelar y electorera siga en pie, mientras las bases de esas organizaciones
no desborden a sus jefaturas exigiéndoles romper sin tapujos con el régimen
borbónico, las amplias masas trabajadoras españolas seguirán siendo el felpudo
de la burguesía. ¡Debería avergonzar a los dirigentes de Podemos y de sus
sucursales autonómicas ver cómo el régimen del 78 encarcela a políticos de la
pequeña burguesía catalana mientras ellos, por puro cálculo electoral
travestido de ideal político, se arrellanan en el más infame oportunismo: la
misma práctica política que ya allanó el camino a la entronización monárquica
en el 78!
6.- La lucha por la
autodeterminación del pueblo catalán ha dejado al desnudo a los oportunistas y
chovinistas gran españoles así como, en general, a toda la izquierda monárquica, que no ha dudado en ponerse del lado de la
corrupción, de la explotación de la clase trabajadora y de la opresión de los
pueblos del Estado ante el mayor golpe recibido por el régimen del 78 en estos
40 años de farsa democrática. ¡La izquierda neocarrillista, con su seña
indeleble de identidad, la equidistancia, se ha situado de facto del lado del Ibex-35 so pretexto de su supuesta
repugnancia a la pequeña burguesía catalana, que, aliada en estos momentos
históricos de la clase obrera de Cataluña, está haciendo tambalearse a la
monarquía borbónica como jamás soñaran Carrillo y sus secuaces de antaño y
actuales!
7.- No hay más
alternativa al programa fascista de la burguesía impulsado por los partidos
dinásticos que la alianza revolucionaria de todas las fuerzas populares
y democráticas del Estado, alianza que, como
en su día el Frente Popular, pasa,
ineludiblemente, por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de
Euskalherria, los Països Catalans y Galiza, así como por la más completa
liquidación del diktat franquista asumido como propio por el
régimen del 78, a saber: proclamación de la III República; amnistía general
para todos –repetimos, todos– los presos políticos; Estado laico;
nacionalización de la banca, monopolios y oligopolios; salida de la OTAN,
clausura de bases extranjeras y recuperación del status internacional de Estado
no alineado, etc.
8.- Ante la profundidad
de la crisis del régimen monárquico, los partidos dinásticos, incluidos lossectores más derechistas de Podemos, plantearán a medio plazo una reforma
constitucional cuyo eje consistirá en mantener intacto el mencionado diktat franquista
del 78, única garantía de la prolongación en el tiempo de la dominación
burguesa de la sociedad. En ese contexto, el principal enemigo de las fuerzas
progresivas será, sin género de duda, el neocarrillismo encarnado por la
izquierda domesticada, como PODEMOS y los
restos del naufragio de la denominada Izquierda Unida, heredera de los
revisionistas y oportunistas que pactaron la instauración del régimen del 78. El ser o no ser de una ruptura política pasará,
inexorablemente, por una acumulación de fuerzas suficiente para
deslegitimar todas y cada una de las maniobras oportunistas y
posibilistas de las citadas fuerzas de la desmovilización, así como de las
burguesías regionalistas vasca y catalana. Para ello es necesario forjar desde
ya mismo una alianza revolucionaria de todas las fuerzas populares y
democráticas del Estado cuyo presupuesto debe ser la superación de
toda forma de chovinismo gran español y de nacionalismo pequeño-burgués del
tipo “nosotros solos”.
9.- Las continuas vacilaciones de que ha dado muestras el proceso
de lucha hacia la proclamación de la República Catalana son el reflejo palpable
de la dirección pequeño burguesa del movimiento independentista catalán. No obstante,
más grave aún que la ausencia actual de dirección obrera sería que las propias fuerzas
revolucionarias catalanas llegasen a suponer que la mencionada ausencia es precisamente la garantía de la unidad de
las fuerzas independentistas. Muy al contrario, es en ese punto donde gravitan
todas sus debilidades, es decir, el ser o no ser irreversible del proceso.
Probablemente, hoy, como en 1935, cuando José Díaz en el Teatro Monumental
Cinema de Madrid propuso la formación de un programa de Concentración Popular Antifascista,
y ante las elecciones del próximo 21 de diciembre, es el momento de que las fuerzas antifascistas y
democráticas de Cataluña, sostenidas por las de todo el estado español, vayan de la mano para derrotar al 155 y a los partidos sostenedores del régimen del
78, para acabar con el diktat franquista
que este representa.
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