2 de junio de 2013

Entrevista a José María Sánchez Casas

Entrevista realizada por la televisión andaluza, Canal Cadiz Televisión, en 1998, tres años antes de la muerte de Jose Maria Sanchez Casas, dirigente del PCE(r) y de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). 

Aunque ya han pasado 12 años desde su muerte en enero de 2001, las palabras del intelectual y revolucionario gaditano son de total actualidad. Al contrario, las injusticias contra las que luchaba y a cuyo combate dedicó su vida se han acrecentado:

6 comentarios:

Odio de Clase dijo...

Camaradas habeis cometido una pequeña errata. Poneis de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de "Mayo" y es de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de OCTUBRE.

Saludos comunistas.

JL F dijo...

Cierto. Ya esta arreglado, gracias camarada!
jl

Anónimo dijo...

Puede haber otro error:

¿dirigente del PCE-R y de los GRAPO?

JL F dijo...

KobaRascayu, ¿a qué error te refieres? ¿A la "r" de reconstituido? ¿A que era dirigente de los GRAPO?

http://www.presos.org.es/ARCHIVOS/caidos.php?idc=0039

Anónimo dijo...

Sanchez Casas, era dirigente de los GRAPO, no del PCE(r), el secretario general del PCE(r) es el camarada "arenas", Manuél Pérez Martínez. Salud

Anónimo dijo...

La bomba, en papel de regalo

Según el relato de los hechos que consta en la sentencia por la matanza de nueve personas y que causó heridas a 61 en la cafetería, «José María Sánchez Casas, dirigente de una banda perfectamente estructurada y provisto de armamento, dio orden a uno de sus subordinados, Alfonso Rodríguez García, de que en unión de la compañera de éste, María del Carmen López Anguita, colocaran una bomba de gran potencia en la cafetería California 47 de Madrid, el 26 de mayo de 1979».

La terrorista metió la bomba, envuelta en papel de regalo, en un armario de los servicios, en la planta inferior, y la conectó para que explosionara a las 18,50 horas. «Es de insistir -señaló el fiscal- que la bomba había sido especialmente preparada para un atentado de gran magnitud y excedía, con mucho, el tamaño y potencia de otros artefactos preparados hasta entonces».

A Julián Gómez Nava, camarero de 34 años, que había entrado a trabajar a la una de la tarde y que en ese momento atendía las mesas de la planta baja, la bomba le reventó «por la tripa y por mis partes, me rompió la dentadura, me abrasó las piernas y las manos, me hirió en la clavícula y el riñón, además de dejarme sordo del oído izquierdo. Me dieron por muerto. Estaba casado y tenía dos niñas chiquititas. Ese día -concluye- me destrozaron la vida».

Julián, que desde aquel maldito 26 de mayo no ha podido separarse de los ansiolíticos para poder vivir y, a duras penas dormir, sirvió al asesino. «El que hacía de jefe de la banda, ese tal Sánchez Casas, iba todos los días a comer a California 47 y yo le tomaba la comanda. Le conocía de cliente habitual; venía de los primeros y se sentaba en una mesa para dos. Comía y "adiós" , "adiós". No hablaba más. Les reconocí a él y a la chica que puso la bomba. Creo que por eso -explica con miedo y pesadumbre- me amenazaron durante un tiempo».

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