Nota para esta edición digital:
Poco o nada dirá a la inmensa mayoría de los comunistas de hoy, de este año 2014 que empieza, el nombre de Eugenio Gómez. Y sin embargo, su opúsculo Stalin, fechado en Montevideo el año 1971, que ahora os ofrecemos en versión digital, cuenta con todos los títulos para considerarse un documento histórico.
Histórico, antes de nada, por ser la primera crítica surgida de las filas del Movimiento Comunista Internacional al infausto XX Congreso del Partido Comunistas de la Unión Soviética (PCUS) y al revisionismo moderno encarnado, en aquel entonces, por Kruschev.
Sin temor a equivocarnos se puede afirmar que con este Stalin se inauguró la batalla ideológica, aún inconclusa, contra el arsenal teórico antimarxista que puso en circulación el PCUS en 1956 y que todavía hoy sigue siendo refugio de las más variadas formas de revisionismo.
No sin indignación por el silencio aquiescente de todos los Partidos Comunistas del mundo ante el linchamiento de Stalin en el XX Congreso del PCUS –como podrá comprobar el lector que se adentre en las páginas que siguen-, Eugenio Gómez levanta su voz en defensa de Stalin y su obra, rebate y desmonta una a una las acusaciones de Kruschev, y deslinda nítidamente el camino que en el año 56 abrió Kruschev hacia el capitalismo en la URSS del camino hacia el comunismo que contribuyó a desbrozar, entre toda suerte de dificultades, el camarada Stalin.
E histórico también porque Eugenio Gómez no se limita a criticar el malhadado informe de Kruschev. Haciendo gala de una firmeza y rigor intelectuales que deberían ser ejemplo y modelo para todos los comunistas, este notable camarada uruguayo da inicio en estas páginas a uno de los debates fundamentales de cuyas conclusiones, correctas o incorrectas, depende, tras el fin del ciclo que comenzó en 1917, el ser o no ser de un nuevo ciclo de revoluciones socialistas: ¿cómo pudo acceder al poder político en la URSS una dirección que, con el tiempo, terminó restaurando el capitalismo y, sobre todo, al calor de qué intereses socio-económicos, de qué realidades sociales nacidas de la propia construcción del socialismo, creció y se hizo dominante la clase social a la que representaba esa dirección política que acabó liquidándolo? Algo que, como denuncia el propio Gómez, sucedió ante el cadáver aún caliente de Stalin y sucedería luego también con otras gloriosas experiencias socialistas, como la de la República Popular China, tomada sin solución de continuidad, inmediatamente después de la muerte de Mao, por los revisionistas-oportunistas.
Muchos de los argumentos usados por Eugenio Gómez en 1957 son los que, ya en el siglo XXI, han utilizado historiadores como Grover Furr para romper el paradigma del “Stalin malvado”, creado durante la Guerra Fría, y describir al verdadero Stalin, dialogante, abierto al Partido y a los trabajadores, y constantemente en lucha por defender los logros del socialismo: lo que Furr llama el “Stalin democrático”.
Un Stalin que hubo de enfrentarse a enormes dificultades para que, como Anteo, los bolcheviques siguieran luchando con los pies sobre la tierra, de la mano de las masas, tratando de evitar que las manzanas podridas acabaron destruyendo el Partido y lo convirtieran en una instancia separada y por encima de los trabajadores.
Ni que decir tiene que el “Stalin democrático” que describe Grover Furr no es un defensor de la oligarquía mafiosa de partidos que es la democracia pluripartidista burguesa, sino, al contrario, como también expone Gómez en su biografía del líder soviético, un convencido de la necesidad de que sean los mismos trabajadores los que gobiernen su propio destino, enfrentándose a los que después, tras su muerte, se convirtieron en una élite inaccesible y transformaron el Partido en un aparato burocrático de control del Estado socialista hasta lograr su plena transformación en Estado capitalista.
El calado de la cuestión que plantea Eugenio Gómez es lo suficientemente profundo y trascendental para que el trabajo que nos ha llevado la elaboración de la edición digital de su opúsculo Stalin merezca con creces la pena.
En cuanto a esta edición digital, en Cuestionatelotodo nos hemos limitado a corregir errores y erratas, unificar criterios para la transcripción de la onomástica rusa, modificar la puntuación cuando era errónea e introducir mínimos cambios del léxico cuando servía para aclarar el sentido del texto. Los nombres que aparecen entre corchetes están introducidos por los editores.
El texto se puede leer y descargar online en este link, Stalin, y directamente en esta entrada, a continuación:
1 comentario:
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