Profundas como las de bala
son las heridas de amor
pero no sólo.
Hay llagas como un precipicio
sobre el fondo agujereado
de la dignidad.
Recónditas magulladuras
de las que no quedan cicatrices
que se puedan ver.
Hay lesiones que son pegajosas
como el sudor de los cuerpos
en el trabajo
como la sangre que se vierte
en la tierra minada
cuando se ofrece resistencia.
Hay magulladoras que dejan marca
solo en la cara oculta de la luna
sin domesticar.
Agrietadas oquedadas
por donde escapan los restos salvajes
que aun nos quedan.
Hay dolores peores que el del tajo
de un latigazo en la piel
y sus socavones.
Duele mas ser la oveja negra
en el redil donde los humanos
son sujetos:
El orgullo de la lucha
desde la agonia del sometimiento:
la libertad tiene ese precio.
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