Todo ello, intentando defender al terrorista Leopoldo López, golpista confeso y peón principal de los intentos de organizar una "revolución de colorines" made in USA en Venezuela para revertir el resultado electoral.
Los miles de asesinados del régimen de Pinochet, los incontables torturados, el propio Victor Jara, del que se cumple ahora el aniversario de su detención, tortura, de habérsele cortado las manos antes de ser asesinado, parece que al líder socialista español le parecen poca cosa, algo por otra parte muy lógico teniendo en cuenta que el fango del que germinó Felipe González fue otro régimen criminal y genocida, el franquista.
No obstante, es bien sabido que el expresidente español se desahacía en elogios hacia Carrero Blanco, primer ministro español de los últimos tiempos del genocidio franquista, que subió antes de tiempo a los cielos en el conocido atentado de ETA, y ante el que el propio González se reconoce deudor por haber llegado a lo que luego fue: un impostor al frente de una socialdemocracia teledirigida y antiobrera, líder supremo e ideológo de la organización terrorista GAL, y responsable de la destrucción de la industria española, entre otros muchos delitos por los que debería estar entre rejas, y no haciendo apología del fascismo por el mundo.
Lo peor de todo es que el patético y vomitivo Felipe González no es el único de su calaña que sigue pululando por la escena política española a su capricho, ahito del botín robado, bien recompensado por las multinacionales a las que bien sirvió. La arena político-empresarial hispana está a tope de gentuza del estilo, demócratas de toda la vida que, tarde o temprano, acaban sacando fuera de su disfraz su verdadero carácter fascita, criminal.
En el fondo, y eso es lo peor del asunto, las declaraciones del fantoche corrupto González no son más que un estracto a la quinta esencia del pensamiento político español actual, Un mejunge de mercenarios al servicio del mejor postor (el gran capital) y dispuestos a todo para satisfacer al bienhechor que les garantiza una vida de sátrapa a costa del empobrecimiento continuo de la clase trabajadora (y todo ello con el infame descaro de definir el aberrante percal con las manoseadas pero huecas estiquetas de "democracia" "libertad" o, "derechos humanos").
Los miles de asesinados del régimen de Pinochet, los incontables torturados, el propio Victor Jara, del que se cumple ahora el aniversario de su detención, tortura, de habérsele cortado las manos antes de ser asesinado, parece que al líder socialista español le parecen poca cosa, algo por otra parte muy lógico teniendo en cuenta que el fango del que germinó Felipe González fue otro régimen criminal y genocida, el franquista.
No obstante, es bien sabido que el expresidente español se desahacía en elogios hacia Carrero Blanco, primer ministro español de los últimos tiempos del genocidio franquista, que subió antes de tiempo a los cielos en el conocido atentado de ETA, y ante el que el propio González se reconoce deudor por haber llegado a lo que luego fue: un impostor al frente de una socialdemocracia teledirigida y antiobrera, líder supremo e ideológo de la organización terrorista GAL, y responsable de la destrucción de la industria española, entre otros muchos delitos por los que debería estar entre rejas, y no haciendo apología del fascismo por el mundo.
Lo peor de todo es que el patético y vomitivo Felipe González no es el único de su calaña que sigue pululando por la escena política española a su capricho, ahito del botín robado, bien recompensado por las multinacionales a las que bien sirvió. La arena político-empresarial hispana está a tope de gentuza del estilo, demócratas de toda la vida que, tarde o temprano, acaban sacando fuera de su disfraz su verdadero carácter fascita, criminal.
En el fondo, y eso es lo peor del asunto, las declaraciones del fantoche corrupto González no son más que un estracto a la quinta esencia del pensamiento político español actual, Un mejunge de mercenarios al servicio del mejor postor (el gran capital) y dispuestos a todo para satisfacer al bienhechor que les garantiza una vida de sátrapa a costa del empobrecimiento continuo de la clase trabajadora (y todo ello con el infame descaro de definir el aberrante percal con las manoseadas pero huecas estiquetas de "democracia" "libertad" o, "derechos humanos").
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