Franco, Hitler y Mussolini. Caricatura de la época |
mundo, no dudó en arriesgar su vida en defensa de la República española. Entre sus hechos de armas en la Guerra Civil se cuenta su participación en las batallas del Jarama y Brunete. Tras el triunfo del fascismo en España, Elliott siguió siendo un activo militante por la democracia en nuestro país. Como miembro de la International Brigade Association, escribió diversos artículos y panfletos de denuncia del régimen terrorista de Franco, abogando por una acción conjunta de la comunidad internacional que permitiese acabar con él, ya que, como bien señala, “el terror en España no desaparecerá hasta que el fascismo no sea derrotado”.
En ¿Qué pasa con España? subraya el íntimo vínculo de clase, genético, cabría decir, entre el franquismo y el nacionalsocialismo alemán:
“Los grandes terratenientes españoles apoyaron al fascismo del mismo modo que los Thyssen y Krupp respaldaron a Hitler. Los latifundistas contaron con la eficaz colaboración de los cabecillas del Ejército, de la alta jerarquía de la Iglesia Católica y de muchos financieros e industriales”.
Elliot denuncia y desnuda, en su obra ¿Qué pasa con España?, escrita en 1946, la íntima vinculación entre nazismo y franquismo, dos cabezas de la misma bestia criminal, y cómo la España de Franco se convirtió en un refugio nazi tras la derrota de Hitler y los suyos por el Ejército Rojo y la clase trabajadora mundial. El capítulo diez, que compartimos a continuación, incluso lleva esa evidencia histórica como título:
X.
Refugio nazi
Sólo
los muy inocentes pueden creer que con el juicio y la liquidación de
los Goering, Hess y Cía. hemos asistido al final del fascismo
alemán. En realidad, los nazis no han abandonado toda esperanza de
resurgir. Lo que no lograron con la blitzkrieg,
lo quieren conseguir ahora por otros métodos. Y así han convertido
a la España de Franco en el nuevo cuartel general de la
Internacional Fascista.
Existen
numerosas pruebas de que los dirigentes nazis, desde hace mucho
tiempo, venían realizando minuciosos preparativos con el fin de
proteger a los cuadros fascistas, así como de salvaguardar sus
fortunas, planes que se llevarían a efecto en caso de una derrota
militar. En ese sentido, la España de Franco es, precisamente, la
base principal desde la que se están desarrollando dichos planes.
Mucho antes de que Franco llegara al poder, los alemanes habían
organizado una gran red de espionaje en ese país y habían logrado
afianzarse sólidamente en la economía española. En los últimos
años, todo ese proceso se ha acelerado enormemente con el apoyo
activo del propio Franco.
El
capital alemán ejerce actualmente un control férreo de la economía
española. Pravda
afirma que de 5.000 empresas registradas en España en 1944, la mitad
estaban bajo control alemán directo o indirecto.
Los
nazis están en España por todas partes, y no sólo nazis del
tres al cuarto, sino
también agentes especialmente adiestrados en la tarea de preservar
el fascismo y allanar el camino a la Tercera Guerra Mundial.
En
enero de 1944, después de una visita del vice Führer
[Martin] Bormann, Franco promulgó un decreto que permitía otorgar
la nacionalidad española a los extranjeros que hubiesen ayudado a su
“movimiento”. Existen noticias de que, cuando se produjo el
hundimiento alemán, Franco, deprisa y corriendo, otorgó la
ciudadanía española a unos 30.000 alemanes, la mayoría de los
cuales nunca había estado en España durante la guerra civil. Se
cree que el número total de estos españoles ersatz1
ronda los 50.000, incluidos empresarios, políticos veteranos,
saboteadores e, indudablemente, algunos científicos nazis, expertos
en bombas atómicas, etc.
Hasta
los nazis más conocidos que se encuentran en España, hombres cuyas
actividades no dejan lugar a dudas, siguen viviendo lujosamente, ya
sea en completa libertad o bajo arresto simulado. El New
York Times informa de
que de los 300 espías nazis identificados por los aliados y
pendientes de extradición, unos 50 se mudaron a chalets en una zona
de veraneo y a otros 25 se les dijo que “se recluyeran
voluntariamente”.
Herr
Lazar, quien como agregado de prensa alemán fue representante
directo de Goebbels en España, no tiene intención, naturalmente, de
abandonar este país durante un tiempo. De hecho, se está
construyendo una piscina en su casa. Los exagregados militar, naval y
aéreo alemanes no han sido detenidos. Herr Albrecht, representante
del poderoso trust alemán AEG, se mueve con entera libertad y
organiza a su antojo campañas de propaganda contra las Naciones
Unidas. Los nazis “desempleados” reciben con regularidad
subsidios de los fondos del Partido Nazi.
Franco nunca entregará a los nazis por voluntad propia. Hemos visto cómo ha protegido a colaboracionistas como Laval y Degrelle. Al cabo, se vio obligado a deshacerse de Laval, pero es relativamente fácil negar cualquier responsabilidad cuando se trata de nazis más o menos desconocidos.
Tampoco
es fácil detectar el capital alemán en España. El pasado 28 de
mayo el corresponsal del Times
en Madrid escribía lo siguiente: “La impresión general en los
círculos empresariales es que para cuando las propiedades enemigas
en España se hayan investigado por completo, una parte considerable
estará ya oculta”.
Algo
que confirmaba un corresponsal de Reuter el 11 de septiembre. “El
proceso de investigación de estos activos avanza lentamente –decía–
y se ve, además, dificultado por los obstáculos y maniobras
alemanes, y por la
renuencia de las autoridades españolas”2.
“Las
solicitudes de información que formulan las embajadas aliadas sobre
empresas alemanas a menudo quedan sin respuesta durante meses, tiempo
en el que, sin embargo, no cesa el proceso de ocultación del rastro
alemán. Los aliados, hasta la fecha, no se han incautado
prácticamente de ningún activo que pueda engrosar el fondo de
reparaciones”.
“Los
negocios alemanes se han convertido en empresas españolas dirigidas
por directores españoles, en las que los cerebros alemanes ocupan
puestos aparentemente irrelevantes, pero en realidad cardinales”.
Un
ejemplo paradigmático lo constituye “Unicolor”, filial española
de la corporación I.G. Farben. Ahora es una empresa española y, con
arreglo a la legislación española, los aliados no pueden tocarla.
No obstante, he aquí su consejo de administración: Esther
Asselman, Ernst Von Steindorf, Dr. Walter Fischbach,
Juan Santigosa, Ernst
Fischer, Erich Fischer, Gustav Zabel, Josef Mayer-Speiss, José
Planella, Salvador Mayolas, Juan S. Pitlier, Felix
Koetgen, Tomás
Casanovas y Juan Llorens.
Sin
embargo, el auténtico cerebro en la sombra de esta empresa es Herr
Ferdinand Birk-Crecelius3,
que figura emboscado en un puesto administrativo carente de
importancia. La conclusión que extrae el corresponsal de Reuter es
la siguiente: “Las empresas permanecen, los alemanes permanecen, y
siguen actuando con plena protección de la ley española y de las
autoridades españolas”.
1 ‘de reemplazo’, en alemán. [N. de los t.]
2 La cursiva es del autor. [N. de los t.]
3 La cursiva es del autor. [N. de los t.]
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