20 de febrero de 2018

¿Qué pasa con España?, del brigadista internacional británico Lon Elliott (traducción completa)

Con profunda gratitud hacia los miles de hombres y mujeres de todo el mundo que, agrupados en las Brigadas Internacionales, dieron lo mejor de sí para tratar de evitar que España cayera en las garras del nazifascismo, os presentamos la traducción de ¿Qué pasa con España?, opúsculo escrito entre 1945 y 1946 por el brigadista británico Lon Elliott.

Elliott (1911-1983) fue un librero inglés que, como tantos otros miles de comunistas, no dudó en arriesgar su vida en defensa de la República española. Entre sus hechos de armas en la Guerra Civil se cuenta su participación en las batallas del Jarama y Brunete. Tras el triunfo del fascismo en España, Elliott siguió siendo un activo militante por la democracia en nuestro país. Como miembro de la International Brigade Association, escribió diversos artículos y panfletos de denuncia del régimen terrorista de Franco, abogando por una acción conjunta de la comunidad internacional que permitiese acabar con él, ya que, como bien señala, “el terror en España no desaparecerá hasta que el fascismo no sea derrotado”.

En ¿Qué pasa con España? se subraya el íntimo vínculo de clase, genético, cabría decir, entre el franquismo y el nacionalsocialismo alemán:

“Los grandes terratenientes españoles apoyaron al fascismo del mismo modo que los Thyssen y Krupp respaldaron a Hitler. Los latifundistas contaron con la eficaz colaboración de los cabecillas del Ejército, de la alta jerarquía de la Iglesia Católica y de muchos financieros e industriales”.

Y como en la Alemania nazi, en la España de finales de los años 30, el presupuesto esencial del programa político de las clases dominantes burguesa y semifeudal era la más amplia aniquilación física de toda forma de oposición progresiva. Las palabras del capitoste fascista Emilio Mola no dejan lugar a dudas:

“Si hay diez millones de republicanos en España que se oponen al régimen de Franco, Franco exterminará hasta el último de ellos tras su victoria”.

Recién concluida la II Guerra Mundial, el final de la barbarie franquista pasaba, para Elliott, por perseverar en la misma estrategia que permitió la liquidación de Hitler, es decir, apoyo “incondicional” a la oposición democrática española, en especial a la resistencia guerrillera en el interior del país, así como al gobierno republicano en el exilio, y unidad de los aliados contra Franco, que debía materializarse en la ruptura de las relaciones diplomáticas y el bloqueo económico. Dicho planteamiento da pie a Elliott para rendir homenaje a los guerrilleros antifascistas que, pistola en mano, seguían defendiendo la democracia y el socialismo, ahora desde la clandestinidad, al igual que para denunciar la salvaje represión en los campos de concentración y en las cárceles franquistas. En el plano internacional, no obstante, Elliott detecta ya los primeros signos de complacencia hacia Franco por parte de los gobiernos capitalistas occidentales y advierte, lúcidamente, de que

No sería nada de extrañar que algunas empresas que han estado haciendo lucrativos negocios en España –donde, gracias al fascismo, los costes laborales son muy bajos– terminen diciendo: ¡A Franco ni tocarlo, que nuestro dinero está invertido allí!”. Una política exterior democrática no debería prestar oídos a estos exponentes de la libre empresa”, sino que establecería un bloqueo económico contra Franco y la Falange”.
   
El capítulo más extraordinario, quizá, de ¿Qué pasa con España? es el que lleva por título “Intrigas en tierra de nadie”. El lector actual quedará sorprendido, incluso confuso, al toparse en unas páginas escritas nada menos que treinta años antes de la muerte de Franco con… la Transición. ¡Sí, la tan cacareada y “modélica” Transición del 78!

Lon Elliott describe así el marco político y el objetivo central de ese “gobierno de transición”: 

“Ante la perspectiva de que Franco desaparezca de la escena, estas personas –se refiere Elliott a los diversos sectores de la clase dominante– han comenzado a buscar un sustituto que les asegure sus riquezas y privilegios, y les garantice que nunca se verán obligados a rendir cuentas por sus actividades fascistas. Lo que quieren es un gobierno que preserve el poder de la reacción en España, aunque con una apariencia lo bastante democrática como para colarse, de tapadillo, en el seno de las Naciones Unidas”.

¿Y quién podría ser ese “sustituto”?

“Don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, (…) ferviente fascista cuando la sección española del Partido nazi estaba apenas echando a andar. Tenía el carnet nº 5 de la Falange”.

Que Elliott no adivinara, por una generación, la identidad del futuro jefe del Estado –designado, por cierto, en julio de 1969 por el cabecilla golpista del 36– no significa que no acertara de lleno con el propósito transicional de la clase dominante a la que sirvió el tirano:

“Con el restablecimiento de un rey en el trono español, esperan poder nimbar de respetabilidad sus actividades a los ojos del extranjero”.
(…)
“Un “gobierno de transición” (…) les daría a los dirigentes fascistas, en concreto, una oportunidad inmejorable de salvar no sólo el pellejo, sino también el botín”.

Si nuestro autor tenía completa razón en que “el fascismo no se convierte en democracia por la mera añadidura de un rey fascistoide”, lo que nunca pudo imaginar en el año 46 es que para transitar del franquismo al régimen borbónico, entre los imprescindibles muñidores –“personajes sospechosos que no son ni republicanos ni monárquicos, ni auténticos demócratas ni fascistas de verdad”– iba a haber sujetos que, como Carrillo o Pasionaria, habían compartido trinchera con él.


***

Concluyamos aquí esta breve presentación de la mejor manera posible, con unos versos del propio Lon Elliott que son su más bello homenaje a los antifascistas muertos en la guerra de España.

The rifles you will never hold again
In others hands still speak against the night.
Brothers have filled your places in the ranks
Who will remember how you died for right.
The day you took those rifles up, defied
The power of ages, and victorious died.

Comrades, sleep now, for all you loved shall be.
You did not seek for death, but finding it
 –And such a death– better than shameful life,
Rest now content, a flame of hope is lit.
The flag of freedom floats again unfurled
And all you loved lives richlier in the world.


Los fusiles que nunca más empuñaréis
En otras manos alzan aún su voz frente a la noche.
En las filas vuestros puestos ya los han ocupado otros hermanos
Que recordarán cómo caísteis en defensa de lo justo,
El día que tomasteis las armas, desafiasteis el poder
De los siglos, y moristeis victoriosos.

Camaradas, descansad ahora, porque todo lo que amasteis será.
No buscasteis la muerte, pero al encontrarla,
Y más una muerte así, mejor que una vida de ignominia,
Podéis descansar ya satisfechos: Se ha encendido una llama de esperanza.
La bandera de la libertad tremola de nuevo desplegada
Y todo lo que amasteis vive más fructuoso en este mundo.


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