La Red de Blogs Comunistas está traduciendo el libro Una visión marxista de la historia de Ceilán, de N. Shanmutathasan, por su gran importancia para dar a conocer la historia de la lucha de clases en Sri Lanka y entender su situación en la actualidad.
El autor se lo dedicó a su nieto, "con la esperanza de que algún día se adentre por el sendero de la revolución, pero evitando los errores que yo cometí en mi juventud por falta de una orientación correcta".
Así que el libro es también un repaso a los errores del movimiento comunista de aquel país, enmarcados en la historia y por los conflictos del movimiento comunista internacional y, por supuesto, en el contexto asiático y del desarrollo, fortalecimiento y extensión del marxismo-leninismo y las aportaciones esenciales del camarada Mao Tse Tung.
El libro está editado por el Partido Comunista de Sri Lanka, cuyos camaradas fueron los que nos lo dieron a conocer y nos aconsejaron su traducción.
Tras la publicación de los capítulos I y II, compartimos en esta entrada el Capítulo III: La I Guerra Mundial y los años posteriores:
***
CÁPITULO
III: LA
I GUERRA MUNDIAL Y LOS AÑOS POSTERIORES
Los
años posteriores a la I Guerra Mundial trajeron muchos cambios al
mundo y, en particular, a Asia, que había estado bajo la dominación
imperialista extranjera durante los dos siglos anteriores o incluso
antes. El eco de las salvas de la Gran Revolución de Octubre también
se dejó sentir en muchos países del continente. Las llamas de la
revolución prendieron en ese gran país que es China, cuna de una de
las civilizaciones más antiguas del mundo, además del país más
poblado de la Tierra. Indonesia se levantó en una revuelta frustrada
contra la dominación holandesa. El movimiento por la “Purna
Swaraj” o independencia total cobró impulso en la India. Ceilán
se vio igualmente afectado. Hubo hombres y organizaciones que se
alzaron en defensa de la causa del trabajo. Ponnamplam Arunachalarn,
C. H. Z. Fernando y Martinus Perera crearon la Liga por el Bienestar
de los Trabajadores en 1919. La Federación de Trabajadores de Ceilán
se fundó en el año 1920. Sin embargo, su influencia fue limitada.
Entre los pioneros del movimiento obrero de aquel tiempo, los más
conocidos son A. E. Goonasinghe y Natesa Iyer. El primero defendió
la causa de los trabajadores urbanos, mientras que el segundo hizo lo
propio con los trabajadores de las plantaciones. Ambos colaboraron
durante un tiempo. A. E. Goonasinghe, Victor Corea y otros formaron
el Sindicato de Trabajadores de Ceilán en septiembre de 1922. La
primera huelga general, en la que participaron 20.000 trabajadores
cingaleses, tuvo lugar en 1923. Fue esta huelga la que catapultó a
Goonasinghe como líder de los trabajadores.
A. E. Goonasinghe, antiguo maestro de escuela, imitando fielmente el modelo británico, fundó el Congreso Pancingalés de Sindicatos y su correspondiente Partido Laborista, en consonancia con el Congreso de Sindicatos Británicos y el Partido Laborista británico, a cuyas sesiones asistía vestido con sombrero de copa y frac. Se trataba del típico esclavo imitando a su amo a la perfección. A pesar del reformismo y de los límites burgueses de su movimiento –Goonasinghe terminó en el seno del Partido Nacional Unido [UNP, en sus siglas en inglés] y siendo el mejor amigo de los empresarios–, en su día los británicos le llegaron a considerar ¡como un peligroso bolchevique!
Los
excesos de la burocracia británica en Ceilán durante los disturbios
de 1915 habían espoleado el movimiento de reformas, si bien éste se
mantuvo, en todo momento, dentro de los estrictos límites del
reformismo burgués. Este movimiento ni contó con el apoyo popular,
ni alentó la participación de las masas, como en la India, donde
los movimientos de desobediencia civil afianzaron el respaldo popular
a la reivindicación de independencia. La razón de esta diferencia
se encuentra en el hecho de que, al contrario que en la India, en
Ceilán aún no había nacido una burguesía nacional que quisiera
reemplazar al imperialismo.
En
1927, el gobierno británico encargó a la llamada Comisión
Donoughmore de informar sobre las reformas necesarias en Ceilán. La
importancia de la Constitución Donoughmore reside en que concedió
el derecho al voto a los adultos cingaleses en un momento en que las
mujeres de algunos de los países europeos avanzados, como Francia y
Suiza, ni siquiera lo tenían. Además, con la excepción de A. E.
Goonesinghe y su Partido Laborista, tampoco los cingaleses lo habían
pedido.
¿Por
qué concedieron los británicos el derecho al voto a los mayores de
edad cingaleses en esta etapa, cuando Ceilán era aún una colonia
británica? Sugerir motivos altruistas en los imperialistas
británicos (laboristas o conservadores) es un supuesto que está por
demostrar. Hay quien sostiene que la concesión del derecho al voto a
los mayores de edad fue un paso progresista que allanó el camino de
las reformas que siguieron. Ésta es, sin embargo, una afirmación
dudosa.
La
burguesía británica ya había usado las elecciones y el derecho al
voto para minar el movimiento de la clase obrera británica y
desviarlo del camino de la revolución, que parecía haber emprendido
en los días del famoso movimiento cartista. Idéntica arma se
utilizaba ahora en Ceilán para dividir y dificultar la unidad del
creciente y potencialmente poderoso movimiento antimperialista, para
embotar el espíritu de lucha de las masas, para difundir la ilusión
de una posible transición pacífica de tipo parlamentario y,
finalmente, para desviar la atención del pueblo del verdadero núcleo
del poder, que eran las fuerzas armadas. Fue un intento de sustituir
mediante palabras la lucha con las armas.
Cuando
se vuelve la vista atrás sobre lo sucedido en estos últimos
cuarenta años, desde que se concedió el derecho al voto a los
mayores de edad en las elecciones en Ceilán, hay que reconocer que
los británicos tuvieron más éxito del que podrían haber esperado.
No es casual que fuera en el periodo Donoughmore cuando la política
intercomunitaria empezó a mostrar su cara más siniestra. Incluso el
“venerable caballero” Ponnambalam Ramanathan, que se había
aventurado a cruzar las aguas infestadas de torpedos para interceder
ante las autoridades británicas de Londres en favor de los líderes
cingaleses encarcelados durante la ley marcial de 1915; que en dos
ocasiones había derrotado, con el apoyo de los cingaleses, a Sir
Marcus Fernando y S. W. Jayawardene en las elecciones al escaño de
los cingaleses “educados” del Consejo Legislativo, que contaba
con mayoría de votos nativos; incluso él, Ponnambalam Ramanathan,
dimitía ahora del Congreso Nacional, que, junto a su hermano
Arunachalam, había contribuido a fundar. Los dirigentes cingaleses y
tamiles no pudieron ponerse de acuerdo sobre el modo de repartirse
los despojos de poder que les concedían astutamente los
imperialistas. El gobierno británico había arrojado la manzana de
la discordia entre los dirigentes de Ceilán.
La
disputa en concreto surgió cuando los dirigentes tamiles de Ceilán
solicitaron un escaño tamil independiente en la provincia
occidental. Los dirigentes cingaleses se opusieron a ello, alegando
que se trataba de una petición de tipo comunitario. Ellos mismos,
sin embargo, presentaron una solicitud de representación territorial
que, según ellos, no era de ese tipo. En realidad, ambos enfoques lo
eran en diferentes grados. Para la comunidad mayoritaria, la
representación territorial se traducía en un mayor número de
miembros de su raza elegidos. Para las minorías, la representación
por comunidades nacionales producía el mismo resultado. Es imposible
valorar las virtudes respectivas de uno u otro punto de vista. Lo
único que se puede decir es que era de interés común, para la
mayoría y la minoría, haber llegado a un acuerdo y haber presentado
un frente unido contra su común enemigo y opresor. Ni siquiera
estuvieron a la altura de esta idea tan elemental. Fue el
imperialismo británico el que, por tanto, triunfó. Los habitantes
de Ceilán se enfrentaban entre ellos por razones de casta, raza y
religión, mientras el imperialimo extranjero los dominaba a todos.
Al mismo tiempo, el control imperialista sobre la economía de Ceilán
continuaba de una u otra forma, directa o indirectamente.
Pero
la Constitución Donoughmore no fue aceptada sin protestas. Influido
quizás por el movimiento nacionalista revolucionario que barría el
subcontinente vecino, surgió un movimiento que criticaba la
Constitución Donoughmore por distar en mucho de la auténtica
libertad. Apareció así una organización llamada el Congreso de la
Juventud que llamó al boicot de las elecciones previstas en la nueva
constitución. Aunque también el sur había prometido su apoyo, el
movimiento sólo tuvo éxito en la provincia norteña. Las elecciones
para cubrir los cuatro escaños de la provincia del norte fueron
boicoteadas y los tamiles de dicha zona no tuvieron representación,
durante cuatro años, en el primer Consejo de Estado. Algunas
opiniones han sugerido que el éxito del boicot organizado por el
Congreso de la Juventud en las elecciones en el norte se debió al
apoyo de los elementos más conservadores por una razón
completamente diferente, a saber, el rechazo por parte de la Comisión
Donoughmore de la solicitud de representación comunitaria a favor de
los tamiles. Podría haber una parte de verdad en ello.
Por
entonces, el Congreso de la Juventud era una organización
progresista, antiimperialista y no identificada con una comunidad
nacional determinada, si bien es cierto que contaba con apoyos sólo
en una parte del país. Sin embargo, pronto se vio devorado por la
política nacionalista emprendida en el norte por G. G. Ponnampalam y
su Congreso Tamil Pancingalés. La aparición del nacionalismo en la
política de Ceilán se debió, como ya se ha señalado, a la
incapacidad de los dirigentes cingaleses y tamiles para ponerse de
acuerdo entre ellos sobre cómo compartir la ficción de poder que
los británicos estaban dispuestos a cederles. Apoyando a una parte o
a la otra, según los casos, los británicos utilizaron hábilmente
esta situación y consiguieron mantener a los habitantes de Ceilán
divididos hasta el final.
La
Constitución Donoughmore había previsto un Consejo de Estado y un
sistema de comité ejecutivo, cuyos miembros tendrían más voz en
materia legislativa, al tiempo que se eximía a sus ministros de
trabas como la responsabilidad colectiva del gabinete. El cabeza del
consejo de ministros no disfrutaba de los poderes casi autocráticos
de un primer ministro con su consejo. En cualquier caso, la
constitución se cuidó de salvaguardar los intereses británicos
mediante la inclusión en dicho órgano de tres altos funcionarios no
electos: el ministro de Finanzas, el de Justicia y el ministro
principal, a quienes de inmediato E. W. Perera apodó como “los
tres policías de paisano”. Eran inamovibles y responsables tan
sólo ante el gobernador que los nombraba. Era inevitable que
estallara el conflicto entre los altos funcionarios designados a dedo
y los ministros electos.
Los
británicos habían dejado bien claro que cualquier propuesta de
nuevas reformas estaría condicionada a la unanimidad en el seno del
consejo de ministros sobre tales reformas. Es decir, los británicos
impusieron la unidad entre comunidades nacionales y con ello
empeoraron la situación. D. S. Senanayake, el más astuto, así como
el más reaccionario de los dirigentes burgueses cingaleses, trató
de lograr la unanimidad no sobre la base de la unidad entre los
líderes cingaleses y tamiles, sino mediante la creación de un
consejo de ministros pancingalés. Irónicamente, el hombre que le
ayudó a encontrar la fórmula que le permitió crear dicho consejo
tras las elecciones, en 1936, al segundo Consejo de Estado, fue un
tamil, profesor de matemáticas en la Universidad de Colombo, el
polémico C. Suntheralingam, ¡por aquel entonces amigo y asesor de
Senanayake!
La
puesta en funcionamiento de un consejo de ministros pancingalés no
hizo más que agudizar las diferencias entre comunidades. La
formación del Congreso Tamil, dirigido por G. G. Ponnambalam y su
estridente campaña por la representación paritaria o, como él la
llamaba, por el cincuenta-cincuenta, tuvo su correspondiente en la
formación en el sur de la Asamblea Cingalesa, encabezada por S. W.
R. D. Bandaranayake.
El
nacionalismo cingalés alimentó el nacionalismo tamil y viceversa.
El pretexto esgrimido por Bandaranayake era que, antes de lograr la
unidad de todas las razas, se debía lograr la de los cingaleses. R.
G. Senanayake repitió este mismo argumento posteriormente. Pero la
pregunta que habría habido que responder era: “Unidad, ¿para
qué?” ¡Si se trataba de expulsar al conquistador extranjero,
entonces era necesaria la unidad de todas las razas, no sólo de una!
Si, por el contrario, la tal unidad estaba dirigida contra los
tamiles, entonces la formación de la Asamblea Cingalesa estaba
justificada. Si se trataba, no obstante, de esto último, entonces
era una decisión de tipo nacionalista que perjudicaba al objetivo
antiimperialista común. Esta tendencia a identificar a los
cingaleses con Ceilán e ignorar los derechos legítimos de las
minorías raciales y lingüísticas ha sido una debilidad común de
todos los dirigentes políticos cingaleses burgueses. De hecho, los
únicos partidos que no se identificaban con una comunidad nacional
específica fueron los partidos de izquierdas. Sin embargo, hasta el
Partido de la Sociedad Igualitaria de Ceilán [LSSP] y
la camarilla revisionista de Keuneman terminaron por identificarse
con una comunidad nacional u otra a partir de 1964 y, en especial,
desde 1970. La posibilidad de que alguno de estos partidos –el UNP,
el Partido de la Libertad de Sri Lanka [SLFP], el LSSP, el Frente
Popular Unido, o la camarilla revisionista de Keuneman– obtenga un
escaño en las zonas tamiles es tan remota como que un ciudadano de
Ceilán vaya a poner un pie en la luna. No cabe la menor duda de que
la dirección tomada por las políticas nacionalistas en Ceilán ha
sido extremadamente negativa. Cada una de las facciones enfrentadas
tenía más fe en el amo imperialista que en la otra. Era, una vez
más, un ejemplo del éxito de la política imperialista del “divide
y vencerás”. Es significativo que el Times
of Ceylon, de capital
británico, respaldara plenamente en aquel momento a G. G.
Ponnampalam y su eslogan del cincuenta-cincuenta. En pocas palabras,
esta reivindicación significaba que el electorado debía estar
perfectamente encuadrado, de modo que en un consejo de 100 miembros,
50 fueran cingaleses y los 50 restantes se distribuyeran entre las
minorías (25 para los tamiles de Ceilán, y los demás para el
resto). La minoría tamil iba a resultar perdedora en este trágico
conflicto. Después de haber realizado todo tipo de promesas a dicha
minoría, al final –en el marco de las circunstancias cambiantes
que se dieron al término de la II Guerra Mundial–, los
imperialistas británicos decidieron entenderse con la mayoría
cingalesa, dejando a los tamiles abandonados a su suerte. ¡Cuánto
mejor les habría ido a los dirigentes tamiles si hubieran unido sus
fuerzas con sus hermanos cingaleses en una reivindicación común
contra el amo imperialista! Pero para eso debería haber habido un
estadista de una talla que no existía ni entre los dirigentes
burgueses ni entre los de las comunidades nacionales. Los nombres de
G. G. Ponnampalam y de su más reciente discípulo, S. J. V.
Chelvanayagam, pasarán a la historia como los de dos hombres que
engañaron a los tamiles, condenándolos a la oscuridad política en
que todavía están sumidos. Ello no exime de responsabilidad a los
líderes de la comunidad cingalesa, pero, como minoría que tenía
más que perder, los dirigentes tamiles deberían haber sido más
responsables y previsores.
Entretanto,
otro factor intercomunitario había entrado en escena. La crisis
económica mundial de 1929-1931 también se dejó notar en Ceilán.
Los precios del caucho cayeron a su nivel más bajo. Se perdieron
muchas fortunas y, por primera vez, el desempleo entre los cingaleses
se convirtió en un problema grave. Los parados cingaleses empezaron
a mirar con envidia a los trabajadores indios de las plantaciones,
que tenían garantizado el pleno empleo. A. E. Goonesinghe fue el
primero en percatarse del enorme potencial que tenía esta situación.
Fue él quien puso en marcha la oleada de protestas antiindias, que
llegaron a alcanzar enormes proporciones, exigiendo la repatriación
de los trabajadores de ese origen. Lo que más tarde se denominó el
problema indo-cingalés acababa de estallar. El segundo Consejo de
Estado debatió y aprobó una resolución en que se solicitaba la
repatriación de una parte de los trabajadores indios empleados en
Ceilán. Es interesante notar que los dos miembros del LSSP en el
Consejo de Estado en ese momento, N. M. Perera y Philip Gunawardene,
votaron a favor de dicha resolución, a pesar de que la posición
oficial de su partido defendía que la clase obrera no tiene
fronteras nacionales. La ideología antiindia se convirtió en un
importante factor de la política de Ceilán que D. S. Senanayake, en
la posguerra, supo convertir en la fusta con que azotar a los
movimientos de izquierdas.
En
vísperas de que el Congreso Nacional Indio decidiera formar un
gobierno, en los albores de la II Guerra Mundial, Pandit Nehru viajó
a Ceilán en 1940 para tratar de resolver los problemas entre ambos
países. Pero no lo consiguió. Antes de marcharse, Nehru aconsejó a
la comunidad india de Ceilán que se organizara en un Congreso
Indo-cingalés, lo cual constituyó, sin duda, un consejo retrógrado
y deplorable. Si los trabajadores de origen indio, engañados de ese
modo, no hubieran creado organizaciones independientes del resto de
su clase, aislándose así de la corriente principal del movimiento
de izquierdas y progresista de Ceilán, no habrían caído en la
trampa de Senanayake y de sus intentos de dividirlos y aislarlos de
los trabajadores y campesinos cingaleses. En realidad, fue una
tragedia cuya extensión y magnitud aún no se calibrado en su justa
medida.
La
importancia del problema indo-cingalés no surge del hecho de afectar
a más de un millón de personas de origen indio, sino del hecho de
que la inmensa mayoría de esas personas constituye el grueso de la
clase obrera de Ceilán y, especialmente, de los trabajadores de la
industria, responsable de la prosperidad del moderno Ceilán. Aunque
el movimiento de izquierdas no lo hizo, D. S. Senanayake interpretó
correctamente este problema como una cuestión de clase y no como una
cuestión nacional. Entendió que estos trabajadores de las
plantaciones de origen indio eran una fuerza potencialmente
revolucionaria y, en consecuencia, sus enemigos.
Que
Senanayake había comprendido correctamente la cuestión quedó
confirmado cuando, en las elecciones parlamentarias de 1947, estos
trabajadores, a través de su organización, el Congreso Indio de
Ceilán, consiguieron siete escaños propios, que no sólo se oponían
al UNP, sino que también contribuyeron a la victoria de un gran
número de candidatos contrarios a dicho partido, en especial
candidatos de izquierdas en otras circunscripciones. La suerte estaba
echada cuando, en las elecciones parciales en Kandy, que se
celebraron inmediatamente después de las generales de 1947, el voto
de la minoría india provocó la derrota del candidato del UNP y la
victoria del Sr. T. B. Illangaratne. D. S. Senanayake juró que esto
no volvería a suceder jamás.
En
1948, D. S. Senanayake presentó la Ley de Ciudadanía, que
establecía criterios extremadamente rigurosos para todas aquellas
personas de origen indio y paquistaní que quisieran convertirse en
ciudadanos de Ceilán. Dichos criterios se implantaron para que sólo
unos pocos pudieran cumplirlos. Al mismo tiempo, se decretó que sólo
los ciudadanos cingaleses tuvieran derecho al voto. De un solo golpe
los trabajadores de origen indio perdieron su ciudadanía y el
derecho al voto, quedando reducidos a la categoría de apátridas. Ya
no eran ciudadanos ni de la India ni de Ceilán. El Congreso Indio de
Ceilán fue incapaz de organizar protesta efectiva alguna más allá
de actos simbólicos de resistencia pasiva. Para su eterna vergüenza,
el movimiento de izquierdas permaneció de brazos cruzados. D. S.
Senanayake había dado una victoria incruenta a la reacción.
Pero
remontémonos un poco atrás en el tiempo. El periodo entre las dos
grandes guerras vio la propagación de las ideas marxistas en Ceilán,
traídas a la isla por estudiantes que habían cursado en
universidades británicas y allí habían entrado en contacto con el
marxismo, en pleno auge debido a la Revolución de Octubre en Rusia.
Al calor de estas ideas, se inició el movimiento Suriya Mal en 1934,
amplio conglomerado en el que confluyeron nacionalistas,
antiimperialistas, socialistas y comunistas. La venta de amapolas el
Día del Armisticio, el 11 de noviembre, era una actividad
abiertamente proimperialista. Por lo tanto, los integrantes del
movimiento Suriya Mal organizaron una campaña para contrarrestarla,
vendiendo flores de suriya (Thespesia
populnea) ese mismo
día. Estas ventas se siguieron realizando año tras año hasta el
principio de la II Guerra Mundial.
Mientras
tanto, en el año 1935 se fundó el LSSP, el primer partido de
izquierdas creado en Ceilán. La mayoría de sus dirigentes eran
hombres que habían vuelto del extranjero después de su formación
universitaria. Todos ellos defendían puntos de vista avanzados y
radicales. Muchos no dudaban en afirmar abiertamente que habían
abrazado el marxismo en el extranjero. Algunos de ellos eran
trotskistas encubiertos. No parece haber duda alguna respecto al
hecho de que existía un núcleo duro oculto de trotskistas en la
dirección del LSSP, lo cual, probablemente, respondía a que no se
habían formado en el seno de un auténtico partido comunista.
Sin
embargo, en un principio, el LSSP trabajó en estrecha colaboración
con los Partidos Comunistas de Gran Bretaña y de la India. Este
último partido prestó a alguno de sus cuadros tamiles para
desarrollar labores políticas entre los trabajadores de las
plantaciones de esta etnia en Ceilán. El LSSP también dio su apoyo
a la Unión Soviética y, durante los primeros años, los discursos
de su primer presidente, el abogado Colvin R. de Silva, estaban
llenos de admiración por la URSS. Durante ese tiempo, el LSSP
realizó propaganda de masas en favor del socialismo y el
antiimperialismo. Incluso dos de sus dirigentes, N. M. Perera y
Philip Gunawardene, resultaron elegidos en el segundo Consejo de
Estado. No obstante, su sectarismo se puso de manifiesto en su
llamamiento, aún bajo el yugo británico, a la formación de un
gobierno obrero y campesino, y en su condena de todo el trabajo
sindical como reformista. De hecho, la mayoría de aquellos
caballeros no eran en absoluto revolucionarios, como afirmaban, sino
radicales pequeño burgueses. Sus consignas sectarias y
ultraizquierdistas eran, en realidad, una reacción a la mentalidad
servil y absolutamente proimperialista que exhibían los políticos
burgueses del Ceilán de aquel tiempo, encabezados por D. B.
Jayatileke y D. S. Senanayake. Llenaron el vacío provocado por la
falta de un sector antiimperialista de la burguesía cingalesa. Ellos
fueron los Nehru y los Bose de Ceilán. Estaban en sintonía con el
ala izquierda del Congreso Nacional indio. Kamaladevi Chattopatoyaya,
uno de los agitadores de la izquierda del Congreso Nacional indio,
recorrió Ceilán invitado por el LSSP. Hasta el propio Nehru fue
presentado por el LSSP en un mitin público celebrado en Galle Face,
cuando estuvo en Ceilán en 1940. Hoy, retrospectivamente, una vez
desenmascarado el LSSP, es fácil entender el papel de sus
dirigentes. No eran revolucionarios marxistas. Eran radicales pequeño
burgueses disfrazados de revolucionarios. Pero, al mismo tiempo,
lograron engañar a mucha gente. La primera escisión en el LSSP
ocurrió en 1939-1940, durante la guerra soviético-finlandesa. La
histeria antisoviética desatada por los imperialistas y los
reaccionarios en aquella época hizo que saliera a la luz la cara
trotskista oculta de los dirigentes del LSSP. Fueron ellos quienes
hicieron que se aprobara a toda prisa en el Comité Central una
resolución de condena de la Tercera Internacional Comunista y de la
Unión Soviética. Todos aquellos que se opusieron a esta decisión
fueron expulsados del partido so diversos pretextos.
Es
necesario señalar que esta escisión se basó en razones
artificiosas y nada tuvo que ver con las políticas o tácticas del
movimiento de izquierdas en Ceilán. A partir de ese momento, el LSSP
anunció abiertamente su lealtad a la filosofía
contrarrevolucionaria del trotskismo. También debe dejarse
constancia aquí de que todos los grupos trotskistas que aparecieron
en Ceilán terminaron en el campo contrarrevolucionario. El llamado
padre del trotskismo en la isla, Philip Gunawardene, acabó su vida
política en el seno del UNP. El principal grupo trotskista,
encabezado por N. M. Perera, claudicó ante la burguesía nacional,
traicionando abiertamente a la clase obrera y dando la espalda a todo
lo que fuera revolucionario. Los dos diputados del grupo que se
escindió del LSSP en 1964 –Samarakoddy y Merryl Fernando–
votaron con el UNP en diciembre de 1964 para derrocar el gobierno de
coalición, allanando así el camino para la vuelta del UNP en 1965.
El actual representante autorizado de la Cuarta Internacional, Bala
Tampoe, aceptó una beca de la Fundación Asia, financiada por la
embajada norteamericana, para visitar los EEUU, mientras su mujer
hacía lo propio con una beca de la Fundación Ebert de Alemania
Occidental.
Los
comunistas expulsados se constituyeron, en un primer momento, en el
Partido Socialista Unido que, en 1943, pasó a denominarse Partido
Comunista de Ceilán. Aunque diferían por su origen de clase de los
dirigentes del LSSP, que eran en su mayoría ricos de la clase media
alta, los dirigentes del PC no eran, sin embargo, más
revolucionarios. Sus líderes principales habían llegado al marxismo
a través del Partido Comunista de Gran Bretaña, al que se habían
unido durante sus días universitarios en Inglaterra. Y el Partido
Comunista de Gran Bretaña era ya revisionista incluso antes de
Kruschev. El resultado fue que estos comunistas trajeron a Ceilán
las políticas y estilos de trabajo revisionistas que antes habían
aprendido de los “camaradas” británicos.
El
PC reaccionó ante el trotskismo sectario de izquierdas del LSSP
adoptando posiciones reformistas de derechas que les pusieron en
muchas ocasiones en situaciones ridículas. En poco tiempo, no
obstante, tanto el LSSP como el PC habían degenerado en apéndices
parlamentarios del SLFP. Es cierto que, cuando el LSSP concurrió por
vez primera a las elecciones al Consejo de Estado, proclamó su
intención de utilizar el Consejo como plataforma para difundir sus
políticas. Estas buenas intenciones, sin embargo, quedaron relegadas
al olvido como consecuencia de la corrupción engendrada por décadas
de política parlamentaria burguesa llevada a cabo por los dirigentes
de ambos partidos. En 1956, la victoria electoral aplastante del Sr.
Bandaranayake puso fin al potencial revolucionario que aún pudiese
quedar. La transformación de ambos partidos en dos fuerzas
parlamentarias completamente mansas era absoluta, llegando al punto
de depravación política de respaldar y hacer suyas las consignas
nacionalistas (por ejemplo, la línea “masala vadai” de 1965 del
ala derechista del SLFP). Es más, en un intento de engañar tanto a
dios como al diablo, los dirigentes de estos partidos comenzaron a
participar en ceremonias religiosas, mostrándose encantados de
hacerse fotos mientras ofrecían flores a las estatuas de Buda.
No es intención de esta obra entrar en los detalles de las distintas escisiones, así como de los giros y bandazos políticos que se produjeron en el seno de dichos partidos, cuestión que merece atención aparte. Pero sí es importante señalar aquí que, en 1964, los elementos revolucionarios que había en el PC se reconstituyeron como Partido Comunista de Ceilán, basado en el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse-Tung, mientras que la camarilla revisionista de Keuneman se unió al LSSP, culminación de su sometimiento al SLFP, y esos tres partidos formaron el Frente Unido.
La
II Guerra Mundial, a diferencia de la Primera, tuvo consecuencias
mucho más directas para Ceilán. En primer lugar, con la entrada de
Japón en guerra, Ceilán se convirtió de lleno en teatro de
operaciones bélicas. A pesar de que tuvo la suerte de no sufrir más
que un solo ataque aéreo japonés, en Kandy se instaló el Cuartel
General del Comando del Asia Suroriental de Mountbatten. El
acantonamiento de tropas de la Commonwealth en Ceilán y el enorme
gasto militar imperial debido al esfuerzo bélico dirigido desde la
isla, produjeron una prosperidad artificial. El desempleo
desapareció. La mayoría de la gente encontró un trabajo,
normalmente relacionado con la guerra. El té y el caucho se vendían
a buenos precios, especialmente este último. Tanto es así que el
caucho se explotó, hasta agotar su extracción, en interés de la
guerra y por los beneficios inmediatos que producía. Pero no era
Ceilán quien obtenía el valor real por el caucho que producía.
Gran Bretaña compraba la mayor parte de la producción a un precio
fijo que se abonaba en nuestras cuentas en Londres contra futuros
pagos. Era lo que luego se conoció como los saldos en libras
esterlinas, que D. S. Senanayake agotó estúpidamente en
importaciones de productos alimenticios.
El
Consejo de Ministros cooperó lealmente con el gobierno británico.
El LSSP y el Partido Socialista Unido (predecesor del PC) fueron
prohibidos y sus dirigentes detenidos o procesados en 1941. Los
líderes del LSSP se fugaron de la cárcel en 1942 y huyeron a la
India, presuntamente para dirigir la revolución allí. En la India
disolvieron el LSSP y con algunos elementos trotskistas indios
fundaron el Partido Bolchevique Leninista de la India, Birmania y
Ceilán, nombre sumamente ambicioso, sin duda, pero que ponía de
manifiesto su divorcio de la realidad. También resultaron detenidos
en la India y, de inmediato, devueltos a Ceilán, donde quedaron en
libertad una vez acabada la guerra. En la isla resucitaron el LSSP
bajo la dirección de Philip Gunawardene y N. M. Perera, mientras que
el Partido Bolchevique Leninista siguió funcionando bajo la
dirección de Colvin R. de Silva y Leslie Gunawardene. En 1951 ambas
organizaciones se unieron, pero Philip Gunawardene volvió a romper
la baraja para crear el Partido Revolucionario de la Sociedad
Igualitaria de Ceilán [VLSSP]. Mientras tanto, los comunistas
utilizaron la favorable situación creada por la entrada de la Unión
Soviética en la guerra y sus éxitos contra la Alemania de Hitler
para presentarse como Partido Comunista en 1943.
En
los años de la guerra se asistió también al surgimiento de un
poderoso movimiento sindical en Ceilán. Ello se debió, por un lado,
a la favorable situación en que se encontraban los trabajadores como
resultado de la escasez de mano de obra experimentada durante
aquellos años y, por otro, a la labor de dirección que ejercieron
los partidos de izquierdas. El papel de líder sindical que ostentaba
A. E. Goonesinghe fue puesto en entredicho de manera eficaz hasta
conseguir que se le expulsase y desenmascarase como el colaborador de
clase de la peor calaña que fue.
Los
comunistas organizaron la Federación Sindical de Ceilán [CTUF] en
1940. Fue la principal fuerza entre los trabajadores urbanos durante
los años de la guerra. A su vez, los dirigentes del LSSP, tras ser
liberados, se hicieron cargo de la Federación del Trabajo de Ceilán,
que desarrollaron como central sindical opuesta a la CTUF, dando así
la espalda a la teoría original del LSSP sobre el papel de los
sindicatos.
En
las plantaciones, el Gobierno de Madrás, a instancias de Nehru tras
su fallido intento de resolver el problema indo-cingalés en
1939-1940, prohibió todo tipo de emigración de mano de obra india a
Ceilán, lo cual estimuló la organización de los trabajadores de
las plantaciones en sindicatos, puesto que los latifundistas ya no
podían ni repatriar a los trabajadores conflictivos a la India, ni
traer de aquel país mano de obra fresca a su voluntad, como habían
hecho antaño. La Federación de Trabajadores Indios de Natesa Iyer y
el Sindicato de Trabajadores del Congreso Indo-cingalés fueron los
principales sindicatos contendientes. Este último, que más tarde se
convirtió en el Congreso de los Trabajadores de Ceilán, ganó la
partida, aunque también sufrió una escisión de la que surgió el
Congreso de los Trabajadores Democráticos. Las divisiones se debían
al choque de personalidades y no a diferencias políticas
reconocibles. Los dirigentes de ambos grupos eran burgueses y
carecían de soluciones a los problemas que afectaban a los
trabajadores de las plantaciones, tanto desde el punto de vista de
clase como del nacional.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario