14 de abril de 2014

¿República? Sí, pero de los trabajadores

La reivindicación de la Republica hoy se ha convertido en un gran cajón de sastre donde cabe todo, que puede esconder muchas cosas, puesto que, en realidad, cuando la República se instauró en España, aquel 14 de abril de 1931, además de la caída de la monarquía no significo una transformación radical de la política española (sin que eso signifique que no consiguiera importantes avances en algunos sentidos, por ejemplo en la discriminación de género con la universalización del voto, o la limitación del poder de la iglesia y su moral hipócrita, algunos pasos en la política territorial o ciertos intentos de realizar una imprescindible reforma agraria que nunca tuvo lugar realmente).

Lo cierto es que no solo basta con agitar una bandera para saber por qué estamos luchando.

Releyendo "España, Republica de Trabajadores", de Ilya Ehrenburg , que fue corresponsal del diario Pravda en España durante la Guerra Civil, y a partir de los años 50 diputado del Soviet Supremo de la Unión Soviética, se confirman las dudas de que es necesario aclarar, ahora que se cumple un año más el aniversario de la proclamación de la II Republica Española (el 82), qué tipo de República reivindicamos.

La situación, descrita crudamente por Ehrenburg, muestra como, aparte de los cambios de nombre de los altos cargos, de los colores de la bandera, y de los símbolos patrios, los trabajadores y campesinos no vivieron una transformación real de sus circunstancias, aunque si que es cierto que el contexto hizo que se implicaran cada vez mas en exigirlo y luchar por ello. Es verdad que quizás hubo poco tiempo para que se sintiera el cambio, y que los impedimentos de los partidos y poderes que defendían los privilegios clasistas fue constante y poderosa, aunque también lo es que los partidos republicanos que llegaron al poder en 1931 no tenían en sus programas ninguna revolución, sino mas bien una continuación de lo mismo sin rey y con algunas modernizaciones superficiales que no pusieran en cuestión, en ningún momento, los derechos mas sagrados de las elites (que no son, aunque lo finjan y dramaticen con aspavientos sobre su importancia, los de su libertad religiosa, sino los de la propiedad privada, especialmente de los medios de producción).

La Republica que triunfo en 1931 fue un éxito de la burguesía progresista, a la que, por cierto, los revolucionarios españoles de entonces, la CNT, UGT, el PCE, e incluso el PSOE (tan diferente al actual), se enfrentaron, precisamente por defender los intereses de la clase dirigente sobre los de los trabajadores.

En este sentido, en el blog Gran Marcha hacia el Comunismo se publica hoy un extracto del discurso del delegado del Partido Comunista de España en el XII Pleno de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú en septiembre de 1932, titulado  “El P.C. de España en la revolución española”, en el que se denuncia como la burguesía creó una leyenda alrededor del 14 de abril, intentado presentarlo como un idilio de armonía de clases y de un cambio de régimen sin efusión de sangre y sin luchas, con un completo acuerdo de todos, aunque en realidad era una continuación de la sociedad burguesa pero sin rey.

Es cierto que la Republica trajo consigo algunos cambios positivos (el exilio de la monarquía, el voto de la mujer, una mayor autonomía para los pueblos), aunque en ningún momento otorgo el poder a los trabajadores y campesinos, y, todo lo contrario, reprimió y golpeo cuando fue el caso a los movimientos obreros que exigían un cambio real de sistema político-económico (revolución de Asturias, represiones en Andalucía, etc..)

La Republica de los trabajadores no fue la que envió a Franco a Asturias a reprimir y asesinar a los obreros organizados por la UGT y el PSOE en el intento de revolución socialista (luego aquel asesino seria, curiosamente, también su verdugo), ni la que disparaba a matar a los anarquistas en Casasviejas. Aquella era una continuación del régimen capitalista monárquico, pero sin rey, a pesar de los importantes avances  que se dieron en el aumento de las libertades y derechos del pueblo. Y esta república, personalmente, no es la quiero, porque es otro formato del mismo sistema injusto y brutal. Si al final los representantes de la España fascista no hubieran provocado la guerra ni zancadilleado constantemente a la Republica, posiblemente hoy tendríamos también una república similar a las que también existen en otros países sometidos a la ideología y régimen capitalista, con las que no habría demasiadas diferencias.

La Republica burguesa de 1931, que era según la constitución "una republica de trabajadores", era también, como aclaraba justo después el texto legal supremo para que en el fondo nada cambiara , de trabajadores "de toda clase". Es decir, y como describía genialmente el soviético Ehremburg en sus reportajes, no era mas que "la republica de los burgueses".

En la mayoría de los casos  es esa la republica que se reivindica hoy. La Republica se ha convertido hoy para muchos partidos de "izquierda" en la principal bandera reivindicativa de su imagen pública, identificando la bandera tricolor con la de un sistema político nuevo. Sin embargo, esto nunca fue así, y en el fondo la mera reivindicación de un cambio de bandera y de la abolición de la monarquía no significa realmente apenas nada. La Republica tuvo en frente a los revolucionarios obreros hasta la llegada al poder del Frente Popular, primer momento en que el programa político incluyó verdaderos proyectos de transformar la sociedad.

En realidad, fue con el triunfo del Frente Popular en 1936 cuando la República empezó a tomar formas realmente transformadoras y fue el 18 de julio de ese año, con el golpe de estado de los militares y la oligarquía y la guerra que surgiría tras su fracaso ante la resistencia de la clase obrera española, cuando la conocida como II República encarnó, probablemente por las redobladas fuerzas que aglutinara el Partido Comunista y por la creciente (y única) ayuda militar y económica  de la Unión Soviética, un verdadero modelo de lucha transformadora revolucinaria, protagonizada por la clase trabajadora.

El actual P$OE, partido que junto al Partido Popular representa la herencia del franquismo,  y que tan poco se parece al de entonces, que propugnaba la violencia de clase en boca de su creador, Pablo Iglesias, como forma de lograr el fin de la explotación,  utiliza la republica cuando le interesa, como mito, para reivindicar, mientras apoya la continuidad del régimen anterior simbolizado en el heredero nombrado por Franco, un sistema igual de injusto pero sin rey...

I.U. tampoco propone para nada ninguna revolución, sino que en general en su republicanismo hay solo una idea antimonárquica y un deseo de moderar y hacer "mas humano" (algo que se contradice con la esencia misma de este sistema) el capitalismo. Tampoco, por supuesto, ERC, la "izquierda" catalana, aspira a una "Republica de la clases trabajadora", sino mas bien a aquella republica de trabajadores de toda clase a la que aspiraba la Republica de 1931, o lo que es lo mismo, en la cual las clases dominantes sigan dominando sobre las clases dominadas.

Entre los partidos parlamentarios hay mucho ruido, a veces, pero pocas nueces. Auque en tantas ocasiones sucede lo mismo entre muchos de los partidos extraparlamentarios que, en su reivindicación de aquella democracia burguesa que fue la Republica, no dejan suficientemente claro el apoyo a esta como inicio de un camino hacia una verdadera revolución social, y no simplemente un final.

El modelo a emular es aquel que, en el contexto del auge fascista de los años 30, tan parecido al que vivimos hoy, se inicio al formarse el Frente Popular en 1934 y que se aceleró cuando los generales a las ordenes de Hitler y Mussolini, es decir, a las ordenes de la gran burguesía económica, se empeñaron en rebelarse para atajar el peligro obrero: la construcción de una verdadera democracia obrera y campesina, donde la burguesía se transforme poco a poco en un mal recuerdo y donde los que producen la riqueza fueran también sus dueños.

Y es que en el fondo, la reivindicación de la Republica se queda en nada si no se subordina a la del Socialismo, a la transformación social consecuente a la expropiación de los medios de producción de manos privadas para entregárselas a los propios trabajadores. La Republica era una bonita idea poética, un bonito cuento contado por los burgueses para obtener el apoyo de los obreros y campesinos, cuyas condiciones sociales anteriores eran mas miserables de lo que podemos imaginar, pero que no cambiaron demasiado tras la llegada al poder del cacique Alcalá Zamora o del burgués Azaña.

No deberíamos olvidar que el golpe de estado contra la Republica llevado a cabo por los futuros franquistas (la mayoría de los generales que se alzaron lo hicieron en nombre de la Republica) fue no tanto contra los gobiernos moderados de "izquierda", de Izquierda Republicana, o del Partido Radical, o de Acción Republicana, entre otros, sino contra los revolucionarios que se enfrentaron desde el primer momento de la instauración de la Republica a su verdadero significado continuista.

A veces olvidamos, quizás intencionalmente, que el golpe de estado no tenia como objetivo en principio a la misma Republica, y que de hecho estalló en su nombre, sino que tenia como principal fin acabar con todos aquellos que la combatieron para convertirla de verdad en una Republica de Trabajadores, y no en una Republica burguesa donde continuaran existiendo explotadores y explotados, y donde los trabajadores, eso si, con algunos derechos mas, siguieran enriqueciendo a los dueños de los medios de producción con su esfuerzo, y excluidos de los privilegios económicos y políticos.
 
Os dejo a continuación con un capitulo del libro de Ehrenburg donde se describe el verdadero carácter de la Republica en sus primeros años. Todavía el Frente Popular no había llegado al poder, y los partidos revolucionarios eran también los enemigos del gobierno burgués de la Republica. Al final, podéis pinchar en el link para acceder al libro completo.

Un recuerdo imprescindible el que nos lega Ihlia Ehrenburg, para que nos planteemos que significa realmente nuestra lucha y reivindicación de la Republica, y por que nos da tanto miedo reivindicar directamente el Socialismo, único sistema con el cual realmente podremos disfrutar algun día de una verdadera Republica de Trabajadores.

En resumen, República sí; bandera tricolor, sí; pero ante todo, la bandera roja del Socialismo, sin la que la primera no dejaría de ser otro símbolo mas de la injusticia, de la explotación y de la oligarquía. República, sí, pero de los trabajadores.

Veamos como describe Ehrenburg la realidad de la república española:


ESPAÑA, REPÚBLICA DE LOS TRABAJADORES

"La combinación de rosa y gris siempre nos conmueve. Acaso no sea más que un capricho del ojo. Acaso una interpretación subconsciente de lo que llamamos “vida”. El lago es ahora de un gris pálido, los montes de un rosa tierno. Esta región parece creada para las expansiones líricas. Aquí, la lengua española, viril y dura, se reblandece. Aquí puede hablarse de amor, sin espantar a los pájaros y al silencio con las ásperas consonantes. Aquí, las mozas cantan fados tristes y suaves. Más allá de aquella montaña, es ya Galicia, con su verdor lavado por las lluvias y sus pastores predispuestos a la poesía. Las orillas del lago están silenciosas y deshabitadas. La vista distingue, con alguna dificultad, algunas cabañas sobre los collados. En el lago pululan peces, sobre el lago revolotean pájaros. Así solían pintar el paraíso los primeros renacentistas. Sólo faltan las rizadas ovejas y los justos. No cabe duda, aquí la gente tiene que ser feliz. Por aquí pasó Unamuno. Escribió unas estrofas inspiradas. El camino llega hasta el lago.

El primer gobierno de la República presidida por el oligarca Alcalá-Zamora
Una posada, tortilla y truchas del lago. Un álbum para los visitantes. Una cosa intermedia entre un balneario y el edén.

La carretera transitable no pasa de aquí. Una senda, un burro. Dos aldeas: San Martín de Castañeda y Ribadelago. Nadie va hasta ellas. ¿Para qué van a ir? Allí no hay nada que comprar, ni nada que vender. Un rincón pintoresco, nada mas, y la miseria maldita. Y en España ni una cosa ni otra son excepcionales.

Sin embargo. San Martín puede vanagloriarse de sus bellezas artísticas. Entre las míseras cabañas se levantan las ruinas de un convento. Columnas románicas... Un nicho... Un ventanal... Hace cien años que los sabios monjes abandonaron el convento.

Se dieron cuenta de que el hombre no puede vivir sólo de lo bello y se trasladaron a lugares menos poéticos, pero más lucrativos. Los aldeanos no se marcharon. Los aldeanos se quedaron al lado de las ruinas románicas. Pero el monasterio no dejó solamente el rastro de las piedras inofensivas. Dejó también la vieja maldición: el foro.

Antiguamente los aldeanos pagaban todos los años un tributo al convento. Los frailes, al mudarse, vendieron este derecho a un señor completamente mundano. Ni más ni menos que se venden los muebles en una mudanza. Los frailes vendieron el foro, es decir, el derecho a desvalijar anualmente a los aldeanos. Esto sucedía en el año 1845. Han pasado casi cien años. Muy lejos de aquí, en Madrid, se sucedieron los gobiernos y cambiaron los colores de la bandera. Vino la primera República. Subieron al poder los liberales; tras ellos, los conservadores. En las elecciones, salían triunfantes los distintos partidos. Algunos osados tiraban bombas.

Algunos valientes se sometían al suplicio de la horca. El rey distribuía concesiones a los americanos. El rey hacía viajes a San Sebastián, el rey se divertía... Luego, destronaron al rey. El señor Alcalá Zamora pasó unos días en la cárcel. El señor Alcalá Zamora se instaló en el palacio de Oriente. Pero todo esto pasaba muy lejos de aquí, en Madrid. Para venir de Madrid hasta aquí, hay que montar primero en un rápido hasta Medina del Campo; luego, en un correo hasta Zamora; luego, en autobús hasta Puebla de Sanabria; luego, en coche de muías hasta el lago; luego, en burro, si es que lo hay... ¡Qué lejos está Madrid de esta aldeíta! Aquí, no ha cambiado nada. El agua del lago sigue poniéndose gris y las montañas de color de rosa, igual que antes, en los atardeceres. Las mozas siguen cantando canciones tristes igual que antes, e igual que antes los aldeanos mandan todos los años a un caballero desconocido, a un fantasma, el foro, o hablando más claramente: dos mil quinientas pesetas.

Los aldeanos tienen muy poca tierra: un puñado de tierra, que no es siquiera tierra, sino “tierriña”. ¿Qué sacarán de ella? Trescientos treinta habitantes tiene la aldea. Corno en todas las aldeas, un sinfín de crios. Aquí, la miseria engendra con la terquedad de los fatalistas resignados. Niños hambrientos. En vez de casas, establos negros, ahumados.

Se resiste uno a creer que la gente pueda vivir así toda la vida. ¿Serán fugitivos, víctimas de un incendio? No; son sencillamente españoles contribuyentes. Jamás viene nadie en su socorro. Y año tras año, tienen que entregar a un caballero lejano y desconocido todo lo que consiguen arrancarle a la tierra avara: dos mil quinientas pesetas. ¡Quinientos duros! Quinientos duros para el caballero fantasmal que heredó de su padre, además de otros bienes, el derecho a seguir cobrando el antiguo foro. El afortunado caballero es abogado. Posee una hermosa casa en la aldea, al lado del convento. No tiene muchos clientes, pero los aldeanos han de pagarle anualmente sus quinientos duros, no porque él los necesite, sino porque conoce bien las leyes y sus derechos...

A los ricos no les sobra jamás el dinero. Todos los años reciben los aldeanos el aviso correspondiente. Mandan el dinero. El señor firma el recibo.

En el mes de abril de 1931, los amantes de la libertad proclamaron en Madrid la República. Y no contentos con esto, declararon en la Constitución que España es una “República de trabajadores”. Claro está que, para evitar malas interpretaciones, se apresuraron a aclarar: “Una República de trabajadores de todas clases”. En 1931, lo mismo que en los años anteriores, los campesinos de San Martín pagaron al señor las dos mil quinientas pesetas. Trabajaron todo el no hurgando la tierra estéril.

También el señor trabajó lo suyo: al llegar la fecha, se pasó el aviso y firmó el recibo.

Al otro lado del lago está la segunda aldea: Ribadelago. Aquí, los aldeanos no tienen que pagar el foro, pero no por ello pasan menos hambre. Aquí, hay todavía menos tierra.

Unos diminutos sembrados de patatas, que tal parecen huertos de juguete. Los moradores de estas aldeas comen patatas y habas. Procuran comer con medida, para no excederse. Cabañas como gallineros, barracones oscuros sin ventanas. Rara vez encienden los candiles. El aceite resultaría demasiado caro. En cada guarida de éstas, viven seis, ocho, diez personas. Enfermos, ancianos, niños; todos revueltos. Antes había una escuela. Luego, trasladaron al maestro y se olvidaron de mandar otro. Y no notan su falta, pues es difícil tener ganas de estudiar con el estómago vacío.

En toda la aldea no hay más que una casa con chimenea, ventanas y hasta visillos en las ventanas. En esta casa vive el administrador de la señora de V... Sobre esta señora se podrían componer versos. Antaño, el poeta le hubiese cantado: “¡Hermosa eres, poderosa y rica...!”. Yo no sé si la señora de V... es hermosa. Sólo sé que es poderosa y rica. Es propietaria de varias casas de la Gran Vía de Madrid.


También le pertenecen las aguas del lago de San Martín de Castañeda. Estas aguas, suavemente plateadas, que despiertan los sentimientos líricos y que, además, son ricas en pescado. La tierra no es de la señora de V... A ella sólo le pertenece el agua. Cuando el agua sube de nivel, crecen sus dominios. Es un rompecabezas jurídico, complicadísimo. Pero el abogado, que es casualmente el mismo caballero a quien los aldeanos del pueblo vecino pagan el foro, sabe desenredar muy listamente estas sutilezas. A la señora de V... le pertenece el agua con todos sus peces. El pescado del lago es excelente: magníficas truchas. Pero la señora de V... “o puede hacer nada con estas truchas. Los portes hasta Madrid son demasiado caros. Y la señora de V... puede pasarse perfectamente sin este pescado, pues un solo piso de uno de sus rascacielos madrileños le rinde mucho más que todo este poético lago.

El administrador de la señora de V... pesca las truchas. A veces, las vende en Zamora o en los pueblos de los alrededores. Vende las truchas al abogado. Las que puede, se las come él mismo. Pero en el lago hay mucho pescado y los peces pueden pasearse a sus anchas, sin temor a nadie. El administrador del lago se construyó un precioso hotelito.

Se convirtió en el cacique del pueblo. Fue hasta alcalde. Vive espléndidamente. Sus derechos están defendidos por los guardas. Los guardas tienen escopetas. Si un aldeano, muerto de hambre, se atreve a pescar de noche, le amenaza con una multa o con la cárcel. En España, a veces, saben hacer cumplir las leyes... Los aldeanos hambrientos pueden contemplar el lago, admirar las truchas azuladas y asalmonadas, admirarlas y conmoverse. Así pintaban el infierno los pintores de la primera época del Renacimiento.

La tumba de Ehrenburg, con la reproducción del retrato que le hizo Picasso

No falta detalle. Los pescadores se retuercen hambrientos y desesperados, mientras el diablo está sentado plácidamente en su casita, detrás de los visillos.

Esta mañana llegó a la aldea un médico de Zamora. Es un hombre bueno y candoroso. Asiste gratuitamente a los aldeanos y hasta les ayuda de su bolsillo con cuanto puede. Antes, hacía propaganda aquí para la República. Creía firmemente que la República no se limitaría a trasladar al señor Alcalá Zamora de la cárcel al palacio real, sino que daría también de comer a los campesinos de Ribadelago. Una mujer alta, rodeada de crios, le para en la calle. Tiene el rostro afilado por el hambre y los sufrimientos.

—¿Cómo es, don Francisco —le pregunta la mujeruca al médico—, que la República no ha llegado todavía hasta nosotros?

La ironía española es siempre seria. La ironía literaria del Arcipreste de Hita, de Cervantes, no se diferencia gran cosa de la ironía de cualquier aldeano.

Don Francisco calla. Después de todo, ¿qué va a contestar? ¿Que la República es muy comodona? ¿Que le asusta el viaje burro? ¿O confesar que hace tiempo que la República llegó a estos lugares, pero que se detuvo en casa del administrador de la señora de V..., que tutea al abogado de Sanabria, que entiende mucho de foros y de truchas y que no es sólo una República, una República como otra cualquiera, sino una República de trabajadores...? "


Podeis leer la excelente descripción de la república que tanto mitificamos en España República de Trabajadores , Ilia Ehremburg, Editorial Cénit, Madrid, 1932

3 comentarios:

Piedra dijo...

Solo apuntar que la república fue apoyada por la alta burguesía, es el mejor indicador de que no era demasiado "popular"

Saludos.

Mikel Itulain dijo...

Esto es una verdad como un templo:
"...los derechos mas sagrados de las élites (que no son, aunque lo finjan y dramaticen con aspavientos sobre su importancia, los de su libertad religiosa, sino los de la propiedad privada, especialmente de los medios de producción)".

Anónimo dijo...

Compañero:

En Centro Radio hemos hecho un podcast resumen de este artículo. Como no sabemos tu dirección de correo te invitamos a ponerte en contacto con nosotros en: centroradio arroba hacari.net. Se empezará a emitir mañana periódicamente.

Para sintonizar Centro Radio:

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