27 de diciembre de 2013

HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN ITALIA (1960-2008) [6ª PARTE]

12. 1980: la primera crisis

Hasta finales de marzo, las cosas siguieron a ese ritmo. Se produjo incluso la ejecución de una patrulla de tres policías de la Digos que, de civil, patrullaban el territorio en una zona industrial de Milán y, más tarde, una ofensiva contra los jueces: cayeron cuatro en diferentes ciudades y a manos de diferentes OCC. Pero la guerra pronto terminaría siendo cosa de dos: el Estado finalmente consiguió encontrar un punto débil, una grieta. En febrero-marzo, dos militantes de alto nivel, después de su detención y de varios días de aislamiento, traicionaron y entregaron a decenas de camaradas.

Anna Maria Ludman
Fueron el jefe de la columna de Turín de las BR, Peci, y un responsable de Prima Linea, también de Turín, Sandalo. De inmediato se hizo patente un grave error estratégico (si no de fondo, sobre el modo de concebir la organización y el papel de los dirigentes). Sabían mucho, demasiado: en el caso de las BR, debido a una mala concepción de la centralización y verificación de las informaciones sobre los camaradas (error de concepto antimarxista-leninista), mientras que en el de Prima Linea fue más bien la tendencia anarquizante lo que produjo el mismo resultado. Pero la crisis política se puso de manifiesto en el hecho de que estas dos traiciones fueron seguidas por otras y, en general, por la falta de atención de muchos camaradas, por la incapacidad de resistir a presiones a las que se suponían que, en aquel momento, resistiría cualquier militante si le detenían.

No, era evidente que había un problema de fondo, una crisis en términos de perspectivas, que engendraba cansancio, miedo y otras contradicciones. En cualquier caso los daños estaban ahí, sobre todo a nivel político. Porque, aunque los traidores siempre han existido (y siempre existirán), la dimensión del fenómeno, en este caso, era excesiva. De golpe se desplomó el prestigio de la enorme eficacia e impenetrabilidad de la Organización (por ejemplo, la columna genovesa de las BR no había sufrido hasta entonces más que una detención y su “blindaje” se había hecho legendario). La crisis reveló debilidades y miserias humanas, por la vía perversa de los arrepentidos y de la manipulación mediática, y se hizo patente en el hecho de esas rendiciones instantáneas, en el momento de la detención. Esa inmediatez llamaba profundamente la atención porque en aquel momento no se podía hablar todavía de tortura (algunos golpes en las comisarías no son insoportables); además, en el imaginario social, se estableció al instante la comparación con la Resistencia, con los Partisanos, entre quienes no se había dado este fenómeno, sino todo lo contrario, un notorio heroísmo frente a la tortura sistemática. Todo esto, en definitiva, menoscababa la credibilidad de las OCC, de la lucha armada, de la idea de Revolución.

Y luego tuvo lugar el terrible salto cualitativo decidido por el Estado: la masacre a sangre fría de cuatro camaradas, mientras dormían, en un piso franco de Génova cuya localización reveló el traidor Peci. No fue un tiroteo, un enfrentamiento como ocurre a menudo (con pérdidas de un lado y otro). Fue una masacre confirmada por el bloqueo impuesto alrededor de la casa (que no pudieron visitar los periodistas hasta varios días después y a toda prisa), ¡y por la consigna de que no se abrieran los ataúdes, lo que impidió que nadie viera los cuerpos! Se trató de una masacre deliberada que lanzaba una señal precisa: “¡Desde ahora  os vamos a matar!”

Los camaradas caídos representaban muy bien lo que eran las BR: Anna Maria Ludman, oficinista, Lorenzo Betassa, en la clandestinidad, ex trabajador y ex delegado de la Fiat, Pietro Panciarelli, en la clandestinidad, ex trabajador de la Lancia, Riccardo Dura, en la clandestinidad, ex marino.

Las BR difundieron un panfleto en su honor en muchas ciudades y fábricas. Con carácter más general, el movimiento revolucionario asumió [la defensa de] su memoria en la batalla contra los medios de comunicación que llevaban a gala su trabajo sucio de difamación.

Del lado de las organizaciones, se reaccionó tratando naturalmente de limitar el alcance de la cuestión, refiriéndose a los arrepentidos esencialmente como “cucarachas que hay que aplastar” y tratando de seguir como antes (lo cual era bastante comprensible pues una reflexión y eventuales correcciones autocríticas requieren tiempo y precauciones). La guerra continuó, pero un punto de inflexión importante se produjo en otoño.

La Fiat, capo principal del gran capital italiano, aprovechando la desarticulación simultánea de dos columnas (de las BR y de Prima Linea) en Turín, lanzó una gran contraofensiva al declarar la situación de crisis y un plan de 14.000 despidos (¡lo cual en ese momento era un “escándalo” inimaginable!).

La lucha fue grande –35 días, con una primera fase de manifestaciones internas y ataques contra los jefes de bajo nivel, seguida de una fase de ocupación de las fábricas que, en realidad, demostró ser una forma sutil de los sindicatos de sobrecargar la lucha, de debilitarla (al sacar de hecho de la fábrica a la gran masa de trabajadores y retomar el control con el apoyo del aparato revisionista exterior)- pero, en ese momento, en condiciones defensivas y de debilidad del movimiento obrero a causa, además, de los duros reveses sufridos por las OCC. Como jefes del cotarro, los sindicatos revisionistas y la patronal amarilla se repartieron la labor de zapa: los primeros, mediante esa estrategia de debilitamiento del interior y evitando a toda costa una extensión del conflicto a otros sectores; los segundos, recurriendo a toda la panoplia represivo-colaboracionista, que culminó en el espectáculo, tan nuevo como repugnante, de dos marchas silenciosas contra la huelga en las que participaron todos los capataces y parte de los empleados (organizados directamente por los jefes de personal bajo amenazas y chantaje, como reconocieron ellos mismos varios años después). Efectivamente eran miles, pero la máquina de falsificar de los medios de comunicación proclamó que “40.000” (lo cual era sencillamente imposible por simple comparación con el número de trabajadores de la Fiat). ¡En cualquier caso fue ésa la cifra pasó a la historia! Los sindicatos se hundieron en el derrotismo, intervino el poder judicial para restablecer el orden mediante el envío de pelotones de policías a las puertas de las fábricas y la suerte quedó echada.

Un último gesto de orgullo obrero: los insultos, paraguazos y tomatazos con que se agradeció a los burócratas sindicales en las asambleas de votación el acuerdo de capitulación. La votación fue mayoritariamente contraria al acuerdo pero –poder de la democracia formal burguesa- en estos casos los sindicatos siempre encuentran razones para invalidar esas decisiones y liquidar todo apoyo organizativo a la continuación de la ocupación. Todo ello, en las condiciones de debilidad de la autonomía de la clase, tuvo consecuencias fatales. Aún se produjeron dos manifestaciones muy virulentas esa misma tarde en Turín, en medio de un despliegue policial impresionante, y, por último, un asalto masivo, de unos cientos de personas, a una de las sedes sindicales más simbólicas (la Liga de Metalúrgicos-Mirafiori) para arrasarla e insultar a los colaboracionistas.

Esta derrota marcó el punto de inflexión, un cambio definitivo de las relaciones de fuerza entre clases; hasta las cifras lo ilustran: los años 70 fueron los años de lucha y progresos de la clase, los 80 serán los de la contraofensiva capitalista. La clase obrera de la Fiat había constituido hasta entonces la vanguardia reconocida de las masas, el polo por excelencia, debido a la alta concentración y homogeneidad de la clase en el polo de Turín, que, además, había sido el centro neurálgico en todos los episodios destacados de la lucha revolucionaria en la Italia del siglo XX.

El enfrentamiento de clase y, específicamente, la confrontación armada, se agudizaron durante los dos años siguientes. Los datos cuantitativos son los siguientes: 1980 fue el año con el mayor número de detenciones, 1.021, mientras que el año anterior habían ascendido a 393. Hubo 433 en 1981 y un nuevo pico coincidiendo con la auténtica derrota táctica del 82: 965.

Se produjeron dos acontecimientos importantes a finales de 1980. La primera escisión de las BR, por parte de la columna milanés, marcó el final de la expansión “lineal” de las BR, revelando importantes contradicciones internas y, en resumidas cuentas, el malestar de fondo que reinaba en las filas ante los graves fenómenos de que hemos hablado. Una suerte de aspecto “mítico” sobre la fuerza y el carácter unitario [de las BR] se vio también afectado. La crisis política que condujo a la escisión se refería naturalmente al debate sobre las perspectivas. La columna Walter Alasia de Milán consideraba la necesidad de reorientarse hacia la intervención a nivel de fábrica, volver a los puntos fuertes, a las fuentes de la autonomía de la clase, preocupada sobre todo por los efectos del desfase evidente que se había producido en relación a la realidad de la clase tras la escalada militarista. En realidad, también la columna Walter Alasia seguía convencida de los “fundamentos”, incluyendo la “conquista de las masas en el terreno de la lucha armada”, sin percibir que el problema se planteaba probablemente ya en tesis tan extremas: la diferencia residía más bien en matices de proyecto y métodos. Por ejemplo, la columna Walter Alasia insistía mucho en que la materialización de unos Organismos de Masas Revolucionarios que formaban parte del programa de las BR desde hacía tiempo –organismos que debían asegurar la dialéctica con la autonomía de clase, la conquista de las masas- se había retrasado. Pero, cuidado, aun debiendo ser expresiones internas en el seno de las masas, se trataba de organizaciones clandestinas sobre la base de la línea de la lucha armada (lo cual, en nuestra modesta opinión, era ya el error de base de esta concepción de la dialéctica con las masas). Así, la columna Walter Alasia, para resaltar las razones de su independencia, lanzó una campaña contra la reestructuración y la contraofensiva patronal (que acababa de manifestarse con toda claridad en la derrota de los trabajadores de la Fiat) y atacó a dos dirigentes de grandes fábricas en las afueras de Milán, donde las BR estaban muy presentes.

La columna Walter Alasia pagó también un alto precio a la represión. Varios de sus militantes fueron asesinados a manos de los grupos especiales de los carabineros. Los camaradas Grazioli y Serafini no tuvieron tiempo de reaccionar y cayeron en la calle bajo las ráfagas de ametralladora.

El otro gran acontecimiento fue la ofensiva lanzada por las BR, conjuntamente con los Comités de Lucha de Trani, contra las prisiones de máxima seguridad, con el objetivo prioritario de lograr el cierre de la de Asinara.

Esta isla-prisión había sufrido un primer gran golpe con el motín del año anterior, pero el Estado la había rehabilitado parcialmente. El símbolo era demasiado importante para ambos bandos.

La ofensiva de las BR se articuló en torno al secuestro de D'Urso, magistrado de asuntos penitenciarios del Ministerio de Justicia: comenzaba el pulso. Esta vez, las BR llevaron a cabo con éxito una eficaz operación de cobertura mediática al imponer la publicación en un gran semanario nacional de un comunicado y una entrevista sobre la operación en curso. A los diez días se les unieron los amotinados en la prisión de máxima seguridad de Trani, donde un centenar de presos (organizados en el Comité de Lucha del Campo) tomó como rehenes a 20 funcionarios. Tras una campaña mediática para reducir el alcance de la “concesión”, el Estado organizó el cierre definitivo de Asinara. ¡Fue una victoria indiscutible! Las BR cumplieron con su palabra y liberaron al magistrado, que era un planificador de las condiciones carcelarias; entre tanto, los carabineros sometieron a sus anchas a los presos de Trani. Dispararon con ametralladoras por los pasillos para obligarles a refugiarse en las celdas y luego apalearon sistemáticamente a todo el mundo, incluidos (lo grotesco en el drama) algunos de los funcionarios secuestrados. Hubo camaradas heridos de bala.
Unos días más tarde, la última palabra la tenían de nuevo las BR que ejecutaron como represalia a un general de los carabineros, Galvaligi, responsable también él de las prisiones de máxima seguridad.
Esta operación se puede considerar casi como el apogeo histórico [de las BR], tanto por el modo en que se desarrolló y su victoria, como porque fue la última que llevaron a cabo unas BR unitarias. Al poco tiempo las líneas de fractura se abrieron, precipitando la crisis política general.

Cronológicamente:

- Enero de 1980, tres agentes de la Digos, Cestari, Tatulli y Santoro, en tareas de control e información en una zona industrial de Milán, ejecutados por las BR.

- Enero, el director adjunto de la Petroquímica de Marghera-Venecia, Sergio Gori, ejecutado por las BR.

- Enero, el coronel Tuttobene, responsable de contrainsurgencia y otro carabinero, Casu, ejecutados por las BR en Génova.

- Enero, el vigilante de fábrica Carlo Ala resulta muerto por error (se trataba sólo de dispararle a las piernas) por los Núcleos Comunistas Territoriales (de la Autonomía de Turín), en una fábrica siderúrgica, Framtek, de la Fiat. El autor del error era de nuevo un “militarista” que pronto se arrepintió...

- Febrero, el dirigente de la Icmesa de Seveso, Paoletti, ejecutado por Prima Linea en Monza (Milán). Ésta era la famosa fábrica que provocó la grave contaminación por dioxinas.

- Febrero, el vicepresidente del Consejo Superior de la Magistratura, Bachelet, ejecutado en Roma por las BR.

- Marzo, el fiscal de Salerno (Campania), Giacumbi, ejecutado por un núcleo denominado columna Fabrizio Pelli (próxima a las BR).

- Marzo, el magistrado Minervini, responsable de Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia, ejecutado en Roma por las BR.

- Marzo, el magistrado Galli, ejecutado en Milán por Prima Linea.

- Abril, el vigilante privado Pisciuneri, muerto, en intento de desarmarlo, a manos de un núcleo de antiguos miembros de Prima Linea en Turín.

- Mayo, el dirigente de la Digos Albanese, ejecutado por las BR en Mestre-Venecia.

- Mayo, el dirigente regional de la Democracia Cristiana de Campania, Amato, ejecutado por las BR en Nápoles.

- Mayo, el periodista Tobagi (del Corriere della Sera), ejecutado por un núcleo surgido de la Autonomía, la Brigada 28 de marzo, en Milán.

 - Junio, el carabinero Chionna, muerto en un tiroteo tras una expropiación en Tarento (Apulia), por Prima Linea.

- Agosto, los carabineros Cortellessa y Cuzzoli, muertos tras una expropiación en Viterbo (Lazio), por Prima Linea.

- Noviembre, el dirigente industrial Briano, de la fábrica Marelli en las afueras de Milán, ejecutado por la columna milanesa que acababa de escindirse –la primera escisión- de las BR. Desde entonces operó con el nombre de “Columna Walter Alasia” (CWA).

- Noviembre, el dirigente industrial, Mazzanti, de la acería Falck, ejecutado en las afueras de Milán por la CWA.

- Noviembre, el policía Giuseppe, muerto en un intento de desarmarlo, en Bari (Apulia) por Prima Linea.

- Diciembre, el vigilante Zappalà, muerto en un intento de desarmarlo, en Pavía (Lombardía) por Prima Linea.

- Diciembre, el general de los carabineros Galvaligi, ejecutado en represalia por la represión en Trani, por las BR.

13. 1981: ofensivas y divisiones

Decididamente, este fue el año de cuatro secuestros casi simultáneos, llevados a cabo por las tres secciones
en que acababan de fracturarse las BR; en general fue un año con un gran nivel ofensivo. Mientras, Prima Linea se había escindido también en dos organizaciones separadas, los Comunistas Organizados para la Liberación Proletaria (COLP) y el Núcleo Comunista; ya la primera sigla revelaba en realidad una restricción de cualquier actividad y proyecto a la liberación de los presos (abandonando las veleidades de liberación del proletariado que se habían puesto demasiado difíciles) y a las actividades de autofinanciación y de combate contra los aparatos represivos. Fue casi lo mejor que pudo ocurrir a la luz del rumbo [adoptado], de la pérdida de lucidez y de consistencia estratégica: su última acción enfocada hacia la clase fue la ocupación de la Escuela de Cuadros de la Fiat, donde pusieron contra la pared a cinco profesores y cinco estudiantes, y les dispararon a las piernas. Era el fruto genuino de las concepciones de la “guerra social total” y otras categorías absolutas, cuyos daños fueron similares a los de las aventuras del Partido-Guerrilla.

En cuanto al área de la Autonomía, proseguía en su línea de actividad de perfil bajo, pero al menos arraigada en el territorio. Ataques frecuentemente incendiarios o con explosivos, asaltos, algunos pocos disparos a las piernas. Aquí el límite de la fragmentación existía desde el principio y nunca se sobrepasó. Sobre el área de la Autonomía influyó, además, la línea de la disociación desarrollada por los grupos de los profesores sabelotodo, línea que, después de provocar escisiones a diestro y siniestro, produjo el declive general de la Autonomía (y, a más largo plazo, el ser sobrepasada en su propio terreno por el movimiento “anarco-insurreccionalista” que surgió en los 90).

El primer secuestro fue el llevado a cabo contra Cirillo, responsable regional de la Democracia Cristiana en Campania, en el marco de una estrategia de desarrollo de la “guerra social” en relación con las luchas locales de los parados y los sin techo (en especial respecto a los damnificados del reciente terremoto que había confinado a miles de familias en barracones y containeres, mientras ese partido de tiburones que era la Democracia Cristiana se disponía a especular del modo más innoble). “Guerra social” porque, precisamente, los organizadores fueron la columna de Nápoles y el Frente de Prisiones que, por este acto decidido autónomamente, formalizaron la nueva ruptura y la formación de las BR-Partido Guerrilla. De hecho, este proceso político iba a coagular toda una serie de rasgos subyacentes de la historia de las BR (y en general de la lucha armada en Italia): le dio su aspecto ecléctico. Es decir, la matriz de donde nació la lucha armada era tributaria de diferentes aportaciones que, en aquel momento, le dieron fuerza y argumentos para romper con el revisionismo. En especial, la Revolución Cultural y la teoría de la Guerra Popular, de China, la experiencia de guerra popular en Vietnam y la guerra de guerrillas en Cuba y América Latina (Tupamaros y Marighela). Había, pues, sólidas raíces marxistas-leninistas, de continuidad con el Movimiento Comunista Internacional. Pero las exigencias de ruptura con el revisionismo, con la vía pacífica y reformista al socialismo, impusieron actitudes más “pronunciadas”. Y luego, en fin, cualquier nueva experiencia tiene derecho a su juventud, a sus errores... Con el tiempo llega el trabajo de pulir [errores], de rectificar, de precisar, etc. Ahora bien, los elementos de eclecticismo retornaban y se convertían en posiciones subjetivistas/extremistas, ya fuera en la trayectoria que había conducido a Prima Linea a un militarismo desesperado, ya en el caso de las BR-Partido Guerrilla, que llegó al mismo resultado partiendo de la radicalización de las tesis marxistas-leninistas y, finalmente, de su desviación completa.

Veamos algunas de estas tesis. El punto de partida seguía siendo la teoría marxista-leninista sobre la crisis capitalista, de carácter histórico, por la superproducción absoluta del capital. Pero se la transformaba en un acontecimiento catastrófico en el que la tendencia se convertía en una realidad presente. Desde esta óptica, la crisis era total, la única respuesta del sistema era la guerra y, especialmente, [la guerra] contra el proletariado, visto como el principal obstáculo para la reactivación del capital. Por lo tanto, sencillamente, guerra de destrucción contra el proletariado metropolitano e internacional.

Por esa vía terminaron coincidiendo con las tesis de Prima Linea sobre la “crisis de mando”, en virtud de la cual el sistema imponía, y únicamente por la fuerza, una forma socioeconómica obsoleta e inútil.

Se consideraba que la estatización-militarización de las relaciones sociales, de todos los vericuetos sociales, era total; todos los activistas reformistas y sociales eran inmediatamente policías, etc.
Del lado del proletariado, la crisis de composición de la clase que se había vivido en el ciclo de los años 70 no era grave, al transformarse de golpe en “Proletariado metropolitano” que, aunque más fragmentado y moldeado por las reestructuraciones, era aún más masivo y poderoso potencialmente. Del mismo modo, no había ningún tipo de problema, ya que, como las tendencias se materializaban de inmediato, había un Proletariado metropolitano extremadamente radical que no exigía más que hacer la guerra. Y la “Guerra Social Total”, por supuesto: aquí se observa también una grave deriva hacia las tesis subjetivistas, cuyo eje era la negación del paso político de la Revolución (toma del poder, dictadura, transición y otras “antiguallas ML”), la negación de lo político, sencillamente, y la afirmación del valor subversivo (¡total!) de lo social, del antagonismo, las luchas, los comportamientos y... ¡los deseos! El Proletariado metropolitano, lo social, que no podía expresarse sino por medio de las armas, la guerra de clases, cuyo objeto y programa era nada menos que la Transición al Comunismo. El poder que se construía al mismo tiempo que abolía el poder, la legalidad revolucionaria que abolía la legalidad y, como colmo de la ilógica idealista, el Ejército Revolucionario como órgano supremo de recomposición de la clase, de todas las prácticas antagónicas y de destrucción de cualquier poder futuro... En definitiva, que cuando se vuela como Píndaro se puede llegar revoloteando muy lejos y, como cualquier buen anarquista, evitándose dar respuestas sometidas a un desarrollo materialista y dialéctico de las transiciones políticas y sociales.

Resulta llamativa esta aceleración en pos de la realización de las tendencias y de los procesos de transición. Impaciencia sobre la que influyó, probable y más prosaicamente, la urgencia de las contradicciones más apremiantes. Por ejemplo la del creciente número de encarcelamientos de militantes, la de la imposibilidad manifiesta de encontrar soluciones realistas a esta cuestión al tiempo todo un sector [de militantes presos] exigía que se encontraran y rápido. Quizá no fuera una coincidencia que los miembros históricos encarcelados, que tuvieron un papel esencial en esta deriva de las BR-Partido Guerrilla, después de la derrota militar, se deslizaran rápidamente hacia la disociación (en medio de un conjunto de recriminaciones y acusaciones venenosas que contaminaron el clima en las prisiones).

Lo que estaba pasando en las prisiones tuvo, por otro lado, un peso importante a partir de un determinado momento e influyó muy especialmente en este secuestro. Entre las piruetas extremistas del Partido Guerrilla también hubo análisis anarquizantes sobre las cárceles y los presos: “¡Todos iguales y con el objetivo inmediato de destruir las prisiones!” Ahora bien, precisamente el conocimiento acumulado en las luchas había confirmado sobradamente las distinciones hechas por el análisis marxista, es decir, que se debía desconfiar del subproletariado. Haciendo recapitulación de este ciclo, se podía ver perfectamente que los presos salidos de las barriadas obreras, metropolitanas, ligados por tantos vínculos a la cultura obrera y de la revuelta, eran una cosa; otra era el “ambiente” [del hampa] clásico, caracterizado por actividades infames (como el proxenetismo y la colaboración bajo cuerda con la policía); y otra, por último, las organizaciones mafiosas, marcadas por una ideología burguesa, con tintes feudales (la visión señorial, los “auténticos hombres”, con derecho a la riqueza y a explotar al prójimo, la opresión de la mujer, considerada como una sirvienta, etc.). Las luchas habían confirmado estas distinciones precisas de clase, con desbordamientos entre los soldados rasos de las mafias (dado que para ellos cualquier ideología mafiosa seguía siendo más bien una abstracción y no tanto una realidad de la vida), cuyo origen se encontraba entre los ladrones jóvenes de los suburbios obreros.

Pues nada de esto importó lo más mínimo al Partido Guerrilla, que se embarcó en una aventura con una rama de la Camorra napolitana: un ejemplo más de los resultados de sus audacias teórico-prácticas. Teóricas, en tanto que elaboraciones que suprimían todas las diferencias y la complejidad de la clase en una única categoría que legitimaba cualquier actitud social de “transgresión”: el Proletariado metropolitano (no criticamos aquí la categoría que, por el contrario, es más bien justa y útil, sino su versión Partido Guerrilla). Prácticas, puesto que el Partido Guerrilla llegó al punto de valorizar las actividades ilegales y extralegales tal cual, como forma de lucha del Proletariado metropolitano, incluso en expansión, una especie de terreno sustitutivo del de la producción (que se reducía y estaba sometido a la presión de las reestructuraciones). De este modo, hubo un intercambio de favores en este ámbito y en el de la lucha contra los aparatos represivos. Más aún, se produjo el acercamiento interno en la cárcel por contraste frente al “arrepentimiento”: allí desafortunadamente entraron en juego las dinámicas carcelarias, el peso de la vida en cautividad, con sus patologías, como podrían calificarse, y especialmente la espiral paranoica de la sospecha.

El Partido Guerrilla quería quebrar el fenómeno del arrepentimiento mediante ejecuciones ejemplares y, en paralelo, fortaleciendo la disciplina de las filas, desenmascarando cualquier actitud ambigua, potencialmente traidora, etc. En este punto había acuerdo con la rama de la Camorra por entonces más poderosa, la NCO, que mezclaba un cierto populismo (demagógico, por supuesto) y la simpatía por estos revolucionarios, a menudo napolitanos, que tenían tanto arrojo y valentía en el enfrentamiento con la policía y el Estado. Se llegó al acuerdo en un ámbito en que la Camorra ha sido desde siempre muy experta: hacer que sus jóvenes pasaran el tiempo en la cárcel en un estado de observación recíproca y constante de las actitudes, los comportamientos, etc., al acecho en todo momento de razones o pretextos para el ajuste de cuentas, para “montar tragedias” (como se dice en la jerga carcelaria) [“monter des tragédies”, en el texto en francés].

Suprema paradoja: sus derivas “libertarias” llevaron al  Partido Guerrilla a emprender una campaña de vigilancia policiaca de la vida en prisión. La vida en algunas secciones se convirtió en un infierno y produjo no pocos dramas e implosiones: en 1983, el Partido Guerrilla se hundió políticamente y una buena parte de los camaradas, quebrantados por estas derivas, siguió el camino de la disociación...

Obviamente, desde esta operación de secuestro del responsable de la Democracia Cristiana Cirillo, los contactos con la NCO resultaron importantes, en especial para su desenlace mediante el pago de un rescate elevado, que incluyó una parte para la Camorra, por sus buenos oficios... La experiencia del Partido Guerrilla, iniciada sobre bases correctas en términos de contenido político, en dialéctica con las luchas de las gentes sin hogar y los desempleados (se plantearon exigencias en ese sentido), se perdió por los vericuetos de estas aventuras políticas. Al final quedó la impresión de una simple operación de rescate hecha en complicidad con la Camorra.

En el mes de mayo empezó el secuestro de Taliercio, director de la Petroquímica de Venecia-Marghera. Como ya dijimos, era éste uno de los polos de la clase en Italia, tanto por sus dimensiones y concentración (con plantas siderúrgicas que empleaban a unos 40.000 asalariados), como por las características de esas fábricas, fábricas de muerte, muy tóxicas, que habían dado pie a intensas experiencias obreras de crítica anticapitalista que, a su vez, se habían extendido a todas las zonas ampliamente afectadas por la contaminación. De esta manera, el nivel de autonomía de la clase siempre había sido elevado allí: tanto la Autonomía Organizada como las BR tenían sólidos vínculos [en esta zona]. Esta operación se insertaba en el combate generalizado contra la oleada de reestructuraciones y la contraofensiva patronal. No hubo, en todo caso, una reivindicación particular: las BR-Partido Comunista Combatiente no constituían una forma de “sindicalismo armado” y Taliercio fue ejecutado.

También debe recordarse que durante todas estas operaciones, llevadas a cabo independientemente por tres organizaciones, las BR que se mantuvieron en las posiciones oficiales decidieron llamarse desde entonces, al objeto de definirse mejor respecto a las posiciones emergentes, BR por la construcción del PCC (Partido Comunista Combatiente), es decir, BR-PCC. Veremos cómo fue esta organización la que resultó ser más sólida desde todos los puntos de vista, la única que sobrevivió a la terrible experiencia de los años venideros, la única que existe hasta hoy.

En junio, la Columna Walter Alasia secuestró a un dirigente de Alfa Romeo en Milán, Sandrucci.
En plena lucha contra un plan de despidos masivos, esta operación se realizó en apoyo explícito de la movilización obrera con un objetivo inmediato: la retirada del plan de despidos. Tras un mes de arresto, se consiguió dicho objetivo y la Columna Walter Alasia puso a continuación en libertad al rehén. Se observaba en esta actuación una diferencia fundamental entre las dos ramas de las BR: unos desconfiaban de las derivas “sindicalistas-economicistas”, otros concentraban el eje de sus actuaciones entorno a una dialéctica que se aferraba a la clase obrera. En realidad debe decirse que se trataba de matices que con el tiempo se desvanecieron, al no ser los primeros unos “fanáticos” del centralismo político ni los segundos del economicismo. Por eso la Columna Walter Alasia se salvó del desastre que se avecinaba, pero más por su firmeza política dentro de las prisiones que como organización o, al menos, como proyecto (muchos de sus militantes están todavía hoy activos, a nivel público, en el movimiento).

En este punto cabe señalar también que esta operación se produjo en medio de una actividad muy intensa de la Columna Walter Alasia. Incluso se puede decir que en el año 1981 fue la organización más eficaz.

Buque insignia obrero de las BR –con un porcentaje de militantes de fábrica que sobrepasaba la mitad de los activistas, unos cien y concentrados en la zona metropolitana de Milán-, la Columna Walter Alasia aprovechaba en realidad toda la riqueza de la trayectoria histórica de las BR, que habían nacido allí. Su implantación en las grandes fábricas les llevaba a creer en demasía que la solución al estancamiento que comenzaba a perfilarse podía resolverse todavía “volviendo a las fuentes”, relanzando la dialéctica fundamental Partido/masas. Su batalla por el desarrollo de las Organizaciones de Masas Revolucionarias (OMR), vistas como el eslabón de unión esencial y el paso [necesario] para impulsar el proceso revolucionario, era seguramente correcta. Pero, como el resto, la Columna Walter Alasia se equivocó gravemente al pensar que esta unión, esta conquista de las masas se produciría directamente en el terreno de la lucha armada. De este modo, la Columna Walter Alasia efectuó intervenciones sistemáticas e incluso espectaculares. Golpeó a los jefes y dirigentes de las fábricas y de los hospitales más importantes, todos ellos atravesados por luchas y estructuras de organización autónomas, en algunos casos abiertamente como OMR (éste fue el caso de Alfa Romeo, Falck, Breda y otros). Llegó incluso a disparar a las piernas a un jefe en el interior de la fábrica gracias a un núcleo de “currelas” encapuchados, en la Alfa Romeo y en pleno horario de trabajo.

Otro “detalle” que supuso un escándalo fue que el dirigente Sandrucci, tras su liberación, se mostró reticente a colaborar con los carabineros y los jueces, arriesgándose a ser procesados por falso testimonio en el juicio. Y ello porque llegó a decir que mientras estuvo secuestrado sus captores discutían con él y le daban textos, marxistas, para leer; comenzó a reflexionar entonces sobre el “trabajo sucio” que llevaba a cabo... Esto también aumentó el prestigio de la Columna Walter Alasia.

Su gran actividad estuvo, por otra parte, acompañada de una abundante producción de textos y folletos (de los que todavía se encuentran algunos); además, en general 1981 conoció una vasta producción de todas las organizaciones, incluidos los comités de presos.

Renzo Sandrucci, directivo de la Fiat secuestrado
Finalmente, en julio se produjo el secuestro de Roberto Peci, hermano del gran arrepentido y colaborador él también de la policía. Lo llevó a cabo el Frente de Prisiones de las BR, estructura aún formalmente centralizada, pero que ya era en realidad una de las dos estructuras que pronto iban a constituir oficialmente el Partido Guerrilla. El arresto duró aproximadamente un mes, con los interrogatorios y la confirmación de su doble juego y de su papel como incitador a la traición de su hermano. El desenlace [del secuestro] es fácil de imaginar.

Mientras las BR daban estas muestras de fuerza, aunque ya atravesadas por líneas de fractura irreversibles, las otras OCC estaban por entonces al cabo de sus recursos políticos.

Ya no efectuaban más que acciones de supervivencia en relación con los presos y los camaradas en la clandestinidad. La única acción de envergadura fue la ejecución de un esbirro torturador, Rucci, de la prisión de Milán. Pero incluso esta acción no se salía en modo alguno del “circuito cerrado” y marginal del enfrentamiento con la prisión y la represión. Fue un final verdaderamente poco glorioso, sobre todo para una organización como Prima Linea, que disponía, en cualquier caso, de una base de patrimonio teórico-político importante y que había mostrado ambiciones “innovadoras” y de vanguardia de nuevo tipo, interesantes pero empañadas por los muchos excesos y presunciones.
En este caso, se puede decir realmente que la prueba de los hechos fue decisiva. Su desbandada a las primeras dificultades serias, su capitulación y su paso al campo de la disociación, hasta su desembarco en las filas del actual “movimentismo” pacifista, reformista e institucional, nos lleva a pensar que el terreno de la innovación revolucionaria debe manejarse con prudencia, coherencia y modestia. Y ello dicho con el mayor respeto (crítico siempre y, por supuesto, sin exaltaciones idealistas o religiosas) por las experiencias históricas que fueron el fruto del impulso, la lucha y el trabajo de las grandes masas proletarias. Sobre el desprecio, sobre la altanería intelectualista no se puede construir nada bueno.

En diciembre fue el punto de inflexión. La fractura de las BR se formalizó (después de que se dieran por liquidadas las últimas tentativas de recomposición) mediante la publicación de una Resolución y Tesis de las BR-Partido Guerrilla –que oficializaba así también su nombre- y por la decisión del Comité Ejecutivo-BR (instancia suprema de centralización) de adoptar también un nuevo nombre, para aclarar las cosas, a saber: BR-Partido Comunista Combatiente.

Punto de inflexión, también, porque se puso en marcha la operación Dozier, que constituyó el comienzo de la derrota de 1982. Dozier era un general de los EEUU con un largo currículum vitae al servicio del imperialismo. Había servido en Vietnam y las BR-Partido Comunista Combatiente decidieron secuestrarlo por sus altas responsabilidades en el Comando OTAN-Europa del Sur. La operación se desarrollaba bastante bien: se publicaron declaraciones del general donde reconstruía en detalle acontecimientos históricos y crímenes del imperialismo estadounidense, pero también se sentía que el clima de enfrentamiento iba a dar un salto.

Antes de pasar a verlo, resumamos el año 1981 cronológicamente:

- Febrero, ejecución de Marangoni, director sanitario  de los grandes hospitales de Milán, por las BR-CWA.

- Abril, ejecución de Cinotti, torturador penitenciario, por las BR en Roma.

- Abril, ejecutados Canciello y Carbone, escoltas del responsable de la Democracia Cristina Cirillo, secuestrado por la columna de Nápoles de las BR.

- Mayo, el vigilante Rinaldo, ejecutado durante una expropiación por Prima Linea en Vercelli (Piamonte).

- Junio, Frasca, vigilante de una fábrica de Alfa Romeo, ejecutado por Prima Linea en las afueras de Milán.

- Junio, el ciudadano Zidda muerto por error durante una acción de Barbagia Roja contra un carabinero en la provincia de Nuoro (la organización reconoció públicamente el error).

- Junio, el vicecuestor de la policía Vinci, responsable de contrainsurgencia, ejecutado por las BR en Roma.

- Julio, ejecución de Taliercio, director de la petroquímica de Marghera, por las BR en Venecia.

- Julio, el brigada de policía Carluccio, muerto al desactivar una bomba colocada por las Brigadas Obreras por el Comunismo (estructura de la Autonomía).

- Julio, el carabinero Lanzafame, ejecutado en un ataque contra una patrulla llevado a cabo por Barbagia Roja, en su campaña contra la militarización, en Cagliari .

- Agosto, Roberto Peci, colaborador de la policía, secuestrado en Roma y ejecutado por las BR-Partido Guerrilla.

- Septiembre, el torturador penitenciario Rucci, ejecutado por Prima Linea en Milán.

- Noviembre, el policía Viscardi, ejecutado por militantes de Prima Linea durante un tiroteo para evitar una detención.




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