
También nos enseñó que a pesar del origen de uno, de haber nacido en una familia nazi, o en una familia burguesa, una persona puede cambiar su destino, sentirse indignado y, entonces, como dijera el Ché, "ser hermano en la indignación" de todos aquellos que sueñan y luchan por un mundo mejor, igualitario y justo.
Hija de uno de los grandes propagandistas del nazismo (Hans Ertl, al que por
mucho tiempo se lo conoció como "el fotógrafo de Hitler"), Monika fue llevada por su padre a Bolivia cuando el Ejercito Rojo acabó con el Tercer Reich, y sus altos cargos se desperdigaron, muchas veces con la colaboracion de la elite capitalista estadounidense, inglesa o francesa, etc..., por diferentes lugares del mundo, especialmente América Latina.
Mónica se crió en un círculo tan cerrado
como racista, en el que brillaban tanto su padre como otro siniestro
personaje al que ella se acostumbró a llamar con cariño “El tío Klaus”. Un empresario germano (seudónimo de Klaus Barbie (1913-1991) y ex jefe de la Gestapo en Lyon, Francia) mejor conocido como el “Carnicero de Lyon”.

Pero la joven y bella alemana creció y todo cambió en el
final de los años sesenta. La muerte de Ernesto Guevara en la selva
boliviana significó el empujón final: Monica rompió con sus raíces y en un giro
copernicano terminó militando en las filas del Ejército de Liberación
Nacional, el grupo guerrillero creado por el mismísimo Che.
En 1971, cruza el Atlántico, vuelve a su Alemania natal, y en Hamburgo ejecuta personalmente al cónsul boliviano en esa ciudad. ¿Quién era ese despreciable fascista? Nada menos que el coronel Roberto Quintanilla, el responsable del ultraje final a Guevara: la amputación de sus manos.
En 1971, cruza el Atlántico, vuelve a su Alemania natal, y en Hamburgo ejecuta personalmente al cónsul boliviano en esa ciudad. ¿Quién era ese despreciable fascista? Nada menos que el coronel Roberto Quintanilla, el responsable del ultraje final a Guevara: la amputación de sus manos.
En Hamburgo, Alemania, eran las diez
menos veinte de la mañana del 1 de abril de 1971. Una bella y elegante
mujer de profundos ojos color de cielo entra en la oficina del cónsul de
Bolivia y, espera pacientemente ser atendida.
Mientras hace antesala, mira indiferente
los cuadros que adornan la oficina. Roberto Quintanilla, cónsul
boliviano, vestido elegantemente de traje oscuro de lana, aparece en la
oficina y saluda impactado por la belleza de esa mujer que dice ser la
australiana, y quien días antes le había pedido una entrevista.

Después de cumplir su objetivo comenzaría una cacería que atravesó
países y mares y que solo encontró su fin cuando Mónica cayó muerta en
el año de 1973, en una emboscada que según algunas fuentes fidedignas le
tendió su traicionero “tío” Klaus Barbie.
Una historia increíble que parece, pero no es, ficción. Una gran investigación de Jürgen Schreiber, uno de los más premiados periodistas alemanes de la actualidad, ha rescatado del olvido esta historia.
Una historia increíble que parece, pero no es, ficción. Una gran investigación de Jürgen Schreiber, uno de los más premiados periodistas alemanes de la actualidad, ha rescatado del olvido esta historia.
Visto en La Mancha Obrera
1 comentario:
Está bien esto de culturizarse, como está bien pensar que alguna vez algunos asesinos reciben un castigo.
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