29 de marzo de 2009

A veces la belleza es un prejuicio


Para que fueramos realmente sinceros con nosotros mismos, y llevaramos a cabo esa idea que repetimos constantemente de que es mas importante el intelecto que el fisico, deberiamos ser ciegos. O al menos hacernos pasar por tales. Hemos vivido cientos de veces la situación en la que chateando con alguien desconocido sentimos esa tensión sexual que surge tras la atracción, pero tambien nos preguntamos como sera la persona que esta al otro lado del monitor (como sera fisicamente).

Encontrarnos con esas ideas, ese misterio, esa persona que nos tienta para después someterla al juicio de nuestros prejuicios visuales es algo que normalmente acaba con toda la fuerza que tiene esa verdadera copula mental que hemos estado haciendo hasta el momento.

Para evitar que la cagemos con nuestros baremos de belleza sociales, mejor seria ser ciegos, llegar a la cita y dejarse llevar por la conversación, las ideas, la elastica tensión que va acercándonos, y que no nos importe que rostro ahí al otro lado, su peso, su ajuste a los criterios publicitarios... Ser ciegos y caer por el trampolín de las sensaciones misteriosas que la vista, tantas veces, ahoga con el lazo de los modelos construidos socialmente.

Hay un libro de Catherine Millet donde esta cuenta sus experiencias en la aventura sexual de su vida: como descubre que el carácter orgiástico se eleva por encima de lo meramente racional (y, quizas el sentido de la vista, sea el mas racional de todos los sentidos). Asi que en las bacanales donde se celebra el deseo, la sensualidad, el misterio del placer, los ojos mejor que permanezcan cerrados, y con ellos, la moral y la razon e, igualmente, los limites en que nos encarcelan los ideales de belleza.

La belleza es un misterio que tiene que ver mas bien con lo indescriptible, lo ilegible, lo inexplicable. El placer es tambien asi, ajeno a las imágenes y a las modas, lejano a los ideales: es algo que tiene que ver mas con la entrega, la embriaguez, la orgia. El sexo según los canones se convierte mas bien en una accion mecanica que en una entrega al goze vital.

Vivimos demasiado atados a las certezas que nos dan seguridad y tenemos miedo al incomodo pero revitalizador extravio en el laberinto de las sensaciones. Quizas deberíamos cerrar los ojos y dar ese paso adelante hacia lo desconocido, hacia lo que no sabemos ni conocemos, y disfrutar de esa ceguera, del descubrimiento posible, de la curiosidad que, en realidad, es la base mas solida del amor.

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