Cataluña está mostrándonos el camino y, muy probablemente, hoy proclamará la República Catalana, dando la señal de partida para que el resto del estado, como poco, comience a exigir la abdicación del heredero de Franco y la proclamación de una República donde tengan cabidas todos los pueblos del estado español que así lo quieran libremente. Es decir, el final del régimen impuesto en el 78 con la traición de franquistas y oportunistas de todo color para la perpetuación del status quo con leves reformas democráticas.
Es cierto que no se trata de la Revolución de Octubre, argumento que parecen arguir algunos cuando critican que el paso de una monarquía a una república burguesa no es "revolucionario", aunque tampoco la proponen desde sus cómodos y cálidos salones; pero si que rompería el corsé que desde la derrota de la República Española (la II República, también burguesa, ciertamente, pero progresista en relación a la monarquía de Alfonso XIII y de la España de la alternancia pactada y los caciques rurales) se impuso no solo sobre la clase trabajadora española, sino también sobre las aspiraciones de sus pueblos frente a la decadencia en caída libre del imperialismo castellano, aferrado a su imperio de humo y dispuesto a todo para evitar su total desintegración, utilizando para ello cualquier medio (brutalidad que la gran burguesía española ha seguido utilizando hasta hoy para asegurar que ese imperio de antaño siga manteniéndose aunque fuera solo en la península -el mantenimiento de miles de fosas comunes de republicanos víctimas de la represión franquista como cimiento del estado actual dice mucho del por qué la España Unida a la fuerza no es ni será nunca una nación ni un "marco de convivencia", como lo llaman los "demócratas de toda la vida", viable).
La crisis del 98, la pérdida de la última colonia americana, Cuba, provocó una convulsión en la clase dominante española, la aristocracia parasitaria y la burguesía incapaz de hacer una revolución burguesa exitosa, una convulsión que despertó a los pueblos del estado y su lucha por recuperar su identidad e independencia de poder de unos gobiernos sin ningún interés de estado y, tal como identificara Marx a los gerifaltes de España, más parecidos a sátrapas otomanos que al burgués europeo. Ese choque entre el intento de frenar la desintegración imperial y las ansias de independencia, que desembocó en la República Española y en los intentos de modernización y descentralización del estado para otorgar libertad a los pueblos, fue detenido en seco por el fascismo, con el motivo principal de mantener la Unidad de España, de acabar con el proceso de que los territorios subyugados consiguieran al fin su independencia.
El fascismo, periclitado en democracia por el arte de birlibirloque del 78, ha mantenido 40 años esa Unidad aparente con éxito, aunque ahora Cataluña esté demostrando que los lazos que la mantenían eran de humo, y que tarde o temprano, el soplido de uno de los pueblos iba a acabar desmoronándolos.
No sabemos qué pasará tras la declaración de independencia que, probablemente, se proclamará hoy; lo cierto es que la independencia de Cataluña, sea total o en el marco de una unión de pueblos libres en una estructura superior, es inevitable, como también las de otros pueblos del estado que durante estos 40 años han luchado de una forma u otra por su libertad (Euskal Herria, Galicia, Andalucía, Canarias, etc.).
Como es evidente, la expectación es creciente en las inmediaciones del parque de la Ciutadella, el recinto donde se ubica el Parlament, ante la celebración del pleno que puede llevar a la proclamación de la república. Y está previsto que a lo largo de la mañana la movilización vaya a más, pues la mayoría de Comités en Defensa de la República (CDR) se desplazarán a Barcelona desde todo el territorio para exigir la independencia.
Ante el Parlament se concentra lo que la izquierda unionista, servil al régimen, ha reiterado en llamar "burguesía catalana": bomberos, estudiantes, tractoristas, profesores, estibadores, incluso policías o trabajadores del comercio, con el apoyo desde todos los rincones del estado de millones de españoles que llevan años esperando que el régimen franquista y su herencia termine de una vez, que se haga justicia y que los criminales paguen sus delitos, y que por fin el estado español se convierta en un verdadero marco de convivencia entre aquellos pueblos que quieran pertenecer a él, sin depender del capricho de la gran burguesía central (y de sus intereses personales, única bandera que les mueve realmente) y de sus monarcas elegidos por la gracia de dios (en el caso de Felipe VI y su padre, Juan Carlos, por la gracia - o broma de mal gusto- del sanguinario General Franco).
El papel del comunista es estar a lado del derecho de los pueblos a su autodeterminación, tal y como enseñaba Lenin cuando hablaba de la doble tarea del proletariado ante la cuestión nacional, es participar en los movimientos de masas para dotarles de un carácter de clase, es el de participar en los movimientos de masas para dotarles de un carácter de clase, aunque no lo tengan, y no quedarse en casa defendiendo al nacionalismo centralista y criticando al movimiento popular sin intervenir en él. Por eso, los comunistas han de saludar el nacimiento de la República Catalana: en primer lugar, por ser la conquista de la lucha histórica de un pueblo contra otro pueblo opresor, por internacionalismo proletario; en segundo lugar, por ser parte de la lucha de toda la clase trabajadora del estado español contra el régimen impuesto en el 78 como continuación del franquismo, pese a la voluntad de la clase obrera y la resistencia antifranquista de continuar el camino iniciado por la II República.
Cataluña está a las puertas de la República Catalana; es el momento de que la clase trabajadora del estado español siga su camino y llame a la puerta, sin aceptar un no por respuesta, de la III República.
El papel del comunista es estar a lado del derecho de los pueblos a su autodeterminación, tal y como enseñaba Lenin cuando hablaba de la doble tarea del proletariado ante la cuestión nacional, es participar en los movimientos de masas para dotarles de un carácter de clase, es el de participar en los movimientos de masas para dotarles de un carácter de clase, aunque no lo tengan, y no quedarse en casa defendiendo al nacionalismo centralista y criticando al movimiento popular sin intervenir en él. Por eso, los comunistas han de saludar el nacimiento de la República Catalana: en primer lugar, por ser la conquista de la lucha histórica de un pueblo contra otro pueblo opresor, por internacionalismo proletario; en segundo lugar, por ser parte de la lucha de toda la clase trabajadora del estado español contra el régimen impuesto en el 78 como continuación del franquismo, pese a la voluntad de la clase obrera y la resistencia antifranquista de continuar el camino iniciado por la II República.
Cataluña está a las puertas de la República Catalana; es el momento de que la clase trabajadora del estado español siga su camino y llame a la puerta, sin aceptar un no por respuesta, de la III República.
2 comentarios:
¡Magnífico! El artículo me ha impactado tremendamente. Gracias!
Gracias, camarada. Ahora toca defenderla de la rabia franquista.
Saludos Rojos
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