El nuevo misil probado por Corea, el Hwasong-15, tal como han comunicado las autoridades
norcoreanas, puede alcanzar "todo el territorio continental de Estados Unidos", que se encuentra ahora al alcance del nuevo misil balístico intercontinental.
Las reacciones de EEUU, Rusia y China no se han hecho esperar. "Sin lugar a dudas, otro lanzamiento de misil es una acción provocativa que generará un posterior aumento de tensiones y aplaza el momento del inicio de la solución de la crisis", ha declarado el portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov. Lo mismo hizo el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, que expresó la "grave preocupación" de su país e instó a Pyongyang a acatar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que tanto China como Rusia apoyan.
Por supuesto, algo parecido ha afirmado Donald Trump, el aliado de Putin y Xi Jimping en el que llaman "problema coreano"; es decir, algo así como que como la inaceptable osadía de un pueblo de hacer todo lo necesario para defenderse de los intereses de enemigos o de supuestos amigos y ha de tener "consecuencias".
Sin embargo, nada parece frenar a Corea del Norte. Ni las ocho rondas de sanciones de la ONU ni el estrangulamiento económico ni las amenazas de destrucción masiva de EE UU, ni la nueva actitud de Rusia y China, posicionados ahora por el desarme nuclear del pueblo coreano, meten miedo a Pyongyang.
El anuncio de que el nuevo misil Hwasong-15 pueda transportar ojivas nucleares hasta el mismísimo EEUU o cualquier otro país que amenace la soberanía del pueblo norcoreano, demuestra la voluntad de Corea del Norte de no acabar como Gadaffi y su país, Libia, hace seis años, asesinado y destruido respectivamente por la OTAN con la complicidad de Rusia y China, que no vetaron la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU que permitía bombardear el país árabe; algo todavía más evidente que nunca en 2017 cuando ambos, que se consideraban hasta ahora "amigos" del pueblo coreano, no solamente miran para otro lado, sino que apoyan las amenazas y sanciones contra este.
Y es que, en resumen, y para terminar, es obvio que un país capitalista no tiene más amigos que el que trae beneficios a su gran burguesía, y, evidentemente, Rusia y China lo tienen tan claro como Estados Unidos o la Unión Europea.