CÓMO AYUDA LA UNIÓN SOVIÉTICA A
ESPAÑA (III)
Los
trabajadores del mundo se mueven
La acción de la
Unión Soviética electrizó al movimiento obrero y antifascista internacional.
Aunque con la ayuda
de Lord Plymouth las potencias fascistas criticaron acerbamente las
revelaciones soviéticas sobre su criminal ayuda a los rebeldes españoles, la
nota de la URSS marcó un punto de inflexión en la política del Partido
Laborista Británico, la Internacional Obrera y Socialista y la Federación
Internacional de Sindicatos.
La primera reacción
a la nota soviética fue la decisión del Congreso del Partido Socialista de
Bélgica de exigir el final de la política de neutralidad y reconocer el derecho
del gobierno español a adquirir armas.
La nota también afectó
profundamente al movimiento laborista británico y ha generalizado el sentir de
que los trabajadores deben poner en marcha una campaña para forzar al gobierno de
la nación a apoyar a la URSS.
Pero nada pudo hacer
cambiar al Primer Ministro francés Léon Blum. Temeroso de que la actuación de
la URSS pudiera trastocar sus minuciosos planes, el gobierno británico se
apresuró a enviar a París a Sir Anthony Eden, ministro de Asuntos Exteriores,
para atar en corto a Blum y asegurarse de que no sacase los pies del tiesto.
Herbert L. Matthews, en un cablegrama remitido desde París al New York
Times, publicado el 8 de octubre, cuenta la historia:
“A pesar de la amenaza rusa de abandonar el comité de Londres, Francia
no vacilará en su política de no intervención en España, según le hizo saber
hoy mismo Léon Blum a Anthony Eden, Secretario de Estado británico de Asuntos
Exteriores, en una larga conversación”.
Blum no sólo reiteró
su compromiso con la impostura de la no intervención, sino que, según parece, prometió
vencer la creciente resistencia a sus planteamientos en las filas del
movimiento obrero mundial.
Mr. Matthews seguía
informando:
“Se sabe que el Quai d’Orsay
[ministerio de Asuntos Exteriores francés] ha mantenido contactos con Maxim
Litvinov, comisario soviético de Asuntos Exteriores, aconsejando moderación… En
dos ocasiones anteriores infligió [Blum] sendas derrotas a los comunistas
cuando se enfrentaron por la cuestión española y no hay razón para creer que no
pueda volver a hacerlo si le causan problemas.”
Lord Plymouth, el
presidente británico del Comité de No Intervención, que actuaba como abogado de
parte de los miembros fascistas de dicho comité, convocó una reunión de los
delegados el 9 de octubre.
Los representantes
de la Italia y la Alemania fascistas pronunciaron discursos extremadamente
provocativos. A las acusaciones de la Unión Soviética, confirmadas con pruebas que
obraban en poder del gobierno británico y hechas públicas además por testigos y
periodistas ingleses, los fascistas respondieron con contraargumentos sin base
alguna.
Quedó patente que
la actitud de Portugal al abandonar la sesión y las tácticas alborotadoras y
vocingleras de los portavoces alemán e italiano no eran sino maniobras
obstruccionistas para confundir a la opinión pública e impedir que el Comité de
No Intervención diera siquiera la impresión de ejercer sus funciones.
El 12 de noviembre,
la Unión Soviética, en una nota muy breve, exigió que se actuara, lo cual irritó
en especial a los británicos. Maisky, el embajador soviético, transmitió a Lord
Plymouth las siguientes exigencias terminantes:
“En relación con la cuestión propuesta en mi nota que se le entregó el
7 de octubre y que fue objeto de discusión en la última reunión del comité,
tengo el honor, en nombre de mi gobierno, de presentar a la urgente consideración
del comité los siguientes dos puntos:
La vía principal de suministro de armas a los rebeldes pasa por
Portugal y por los puertos portugueses. Las medidas mínimas necesarias y más
urgentes para poner fin a estos suministros de armas y a las violaciones del acuerdo
de no-intervención deberían consistir en un plan inmediato de control de los
puertos portugueses.
Exigimos que el comité establezca tal control.
Proponemos que sea la flota británica o la francesa, o ambas conjuntamente,
las que efectúen dicho control.
Sin estas medidas, el acuerdo de no-intervención no sólo incumple sus
objetivos, sino que, al amparar a los rebeldes, opera en detrimento del
gobierno legal español.
Tengo el honor de solicitarle que las propuestas más arriba formuladas se traten en la próxima
reunión del comité, que le pido convoque sin demora.”
Fue demasiado no sólo
para el aristócrata Lord Plymouth, sino también para el órgano oficial del
Partido Laborista Británico, el London Daily Herald.
El Herald, que había aplaudido tímidamente la
gestión inicial de la Unión Soviética desveladora de la ayuda fascista a los
rebeldes españoles, quedó desconcertado cuando la URSS consiguió a toda prisa
que la ridícula sesión del comité se convirtiera en una enérgica exigencia de
dar paso a la acción. El Herald tachó la propuesta de Maisky
de controlar las vías portuguesas de suministro de armas a los fascistas
españoles de “torpe” y “maliciosa”.
En lugar de
reconocer que la Unión Soviética podría actuar con mayor eficacia en su ferviente
lucha contra el embeleco de la no intervención sólo si contaba con el respaldo
de las masas conscientes del mundo, el órgano de la dirección del Partido
Laborista Británico pretendió arrojar un jarro de agua fría sobre el entusiasmo
que, en esos momentos, cundía entre los trabajadores ingleses.
Con el apoyo de las
más amplias masas, las gestiones diplomáticas efectuadas por la Unión Soviética
en Londres se podrían convertir en las armas que necesita el pueblo español.
A pesar de lo mucho
que se mofó el Daily Herald cuando la Unión Soviética adoptó sus
primeras medidas contra los planes de la no intervención, los dirigentes del
Partido Laborista Británico estaban abocados a cambiar muy pronto toda su
política como consecuencia del ataque del gobierno soviético contra los escandalosos
resultados del acuerdo de no intervención.
Lord Plymouth
estaba aún más enojado. En su respuesta, afirmaba con obvia irritación:
“Puesto que la contestación del gobierno portugués aún no se ha recibido
[la nota original soviética de 7 de octubre se “refería” a los infractores fascistas
del Pacto de No Intervención], y puesto que, además, su nota de 12 de octubre
no contiene pruebas adicionales de ningún tipo que demuestren que el pacto esté
siendo de hecho vulnerado, no creo apropiado convocar una nueva reunión del comité
para tratar esta cuestión.”
Llamamiento
a la unidad de los comunistas
Gracias a la actuación
de la Unión Soviética y a la indisimulada permisividad del gobierno británico con
la vulneración del frágil acuerdo de neutralidad, los trabajadores empezaron a
notar que la falsía de la no intervención les estaba llevando a la guerra, al amparar
las provocaciones fascistas y la agresión contra España.
La posición del
Partido Laborista Británico con respecto a la no intervención era ya
insostenible.
Cuando Maurice
Thorez propuso al secretario de la Internacional Obrera y Socialista, Friedrich
Adler, la formación de un frente unido de las Internacionales Socialista y Comunista
para derribar las barreras que impedían la adquisición de armas al gobierno
legal de España, Adler le pasó la pelota a Louis de Brouckère, presidente de la
Internacional Obrera y Socialista. De Brouckère, que había estado en España
durante los primeros días de la guerra civil, había hecho un llamamiento apasionado
a los trabajadores de todo el mundo advirtiendo de que defender la democracia
española equivalía a defender la paz mundial.
Pero cuando se
trató de actuar al unísono, de apoyar las medidas adoptadas por la Unión
Soviética para destruir los instrumentos diplomáticos que favorecían a los
rebeldes españoles, los dirigentes de la Internacional Socialista se
convirtieron en maestros de la dilación.
Cuando los asesinos
trotskistas fueron ejecutados en la Unión Soviética por sus probados intentos
de matar a José Stalin y a otros dirigentes soviéticos, así como por haber
acabado con la vida de Sergei Kirov en diciembre de 1934, esos mismos caballeros,
Friedrich Adler y Louis de Brouckère, secundados por Walter Citrine, del
Congreso de Sindicatos Británicos, se dieron mucha prisa en calumniar a la
Unión Soviética. Sin embargo, cuando se trató de responder a un llamamiento a
la acción a favor de España, donde se derramaba copiosamente la sangre de comunistas,
socialistas, sindicalistas y republicanos de izquierda en defensa de la
democracia española y la paz mundial contra los enemigos fascistas de la clase
trabajadora de todo el mundo, a los portavoces de la Internacional Socialista se
les olvidó su antigua premura.
No obstante, el 14
de octubre se celebró finalmente una conferencia en París a la que asistieron
Marcel Cachin y Maurice Thorez, en nombre de la Internacional Comunista, y
Friedrich Adler y Louis de Brouckère, en representación de la Internacional
Obrera y Socialista.
En su exposición de
la crítica situación a que se enfrentaba España y de la actuación de la Unión
Soviética, los portavoces de la Internacional Comunista hicieron las siguientes
propuestas:
1.- Actuación
conjunta de la Internacional Comunista, la Internacional Socialista y la
Federación Internacional de Sindicatos para suscitar en todos los países una
poderosa corriente de opinión favorable a todo tipo de ayuda al gobierno
legítimo de Madrid.
2.- Actuación
conjunta sobre los gobiernos democráticos para que se levante el embargo y el
bloqueo de que son víctimas los defensores de la República española.
3.- Actuación
conjunta de las organizaciones internacionales obreras para impedir la
producción y el transporte de armas y municiones a los agresores e instigadores
de la guerra civil en España.
4.- Actuación
conjunta para enviar comida, ropa y medicamentos a los combatientes
republicanos españoles.
5.- Actuación
conjunta en ayuda de las mujeres y los hijos de los milicianos en el frente y
de las víctimas de la guerra civil.
Dichas propuestas
de acción conjunta fueron rechazadas. Por entonces aún, el Partido Laborista
Británico y el Primer Ministro socialista francés, Léon Blum, insistían todavía
en aferrarse al acuerdo de no intervención.
En una declaración
pública, Marcel Cachin y Maurice Thorez lamentaron profundamente la actuación
de la Internacional Socialista con las siguientes palabras:
“Los trabajadores socialistas y comunistas y todos los demócratas considerarán,
como nosotros, que este nuevo rechazo, en las trágicas circunstancias actuales, es
sumamente perjudicial para la República española y el movimiento obrero
internacional.”
El Partido
Comunista de Francia intentó por todos los medios que Blum se desvinculara de
su incondicional adhesión a la farsa de la no intervención. El 9 de octubre,
Florimond Bonte, miembro del Partido Socialista francés y secretario de la Comisión
de Asuntos Exteriores de la Cámara de Diputados, comunicó por escrito a Yvon
Delbos, ministro de Asuntos Exteriores, su acuerdo con la fracción
parlamentaria comunista en que la política de no intervención debía cambiarse.
En respuesta,
Delbos reforzó la cooperación con Inglaterra. Blum se negó a ceder un ápice.
“¡Bloquear Portugal!”
El 23 de octubre,
el gobierno soviético declaró categóricamente que no se consideraba ligado al
acuerdo de no intervención. Si el pacto no podía imponer de inmediato el fin de
todos los envíos de armas a los rebeldes españoles, la Unión Soviética advertía
de que no se consideraría obligada a cumplir ninguna de las disposiciones del plan
de no intervención.
En una nota
entregada al comité de Londres por el Embajador Ivan Maisky, el gobierno
soviético declaraba:
“Al aceptar el acuerdo de no intromisión, el gobierno de la Unión Soviética
esperaba que todas las partes lo respetaran y que, en consecuencia, la duración
de la guerra civil en España, así como el número de víctimas, se redujeran.
Sin embargo, se ha podido constatar que algunas de las partes del
acuerdo lo vulneran de manera sistemática, suministrando armas a los
insurgentes con total impunidad.
Uno de las partes del acuerdo, Portugal, se ha convertido en base
principal de suministro de los rebeldes, mientras el gobierno legal de España
sufre el boicot y se ve privado de la posibilidad de adquirir armas allende sus
fronteras para defender a la población.
Así, a consecuencia de las violaciones, los rebeldes gozan de una
situación privilegiada. Como resultado de esta situación anormal, la guerra
civil en España se ha prolongado y el número de víctimas ha aumentado.
El intento de la URSS de poner punto final a estas violaciones no fue
apoyado en el comité [de no intervención].
La última propuesta que realizó la URSS defendía el control de los
puertos portugueses, que son la principal base de suministro de los rebeldes,
pero ni siquiera ha sido incluida en el orden del día de la sesión de hoy.
La URSS, que no desea contribuir involuntariamente a esta situación
injusta, sólo contempla una solución:
Devolver al gobierno de España el derecho y la posibilidad de adquirir
armas en el extranjero, derecho y posibilidad de que gozan todos los gobiernos
del mundo, y que a las partes del acuerdo se les conceda el derecho de vender y
entregar armas a España, según decidan.
El gobierno soviético no puede seguir asumiendo responsabilidad alguna
por la presente situación, que es manifiestamente injusta para el gobierno
legal de España y su población, y, por la presente, se ve obligado a señalar
que, conforme a su declaración de 7 de octubre, no se puede considerar vinculado
por el pacto de no agresión en mayor medida que el resto de las partes de dicho
acuerdo.”
El 26 de octubre,
el Comité Ejecutivo del Partido Socialista de España hizo un llamamiento
urgente a la Internacional Obrera y Socialista instándola a seguir el ejemplo
de la Unión Soviética y a luchar contra la farsa de la no intervención como medio
más rápido para asegurar armas al legítimo gobierno español.
El gobierno tory, intuyendo el súbito cambio de
postura que, sobre la no intervención, produciría entre los dirigentes del
movimiento obrero la actuación de la Unión Soviética, así como la gran oleada
de apoyo que suscitaría entre todos los antifascistas, tomó medidas para
intentar desacreditar a la URSS.
En primer lugar, el
24 de octubre el gobierno británico acusó a la Unión Soviética de violar el
Pacto de No Intervención enviando armas al gobierno legal de España. Para dar
una apariencia de total “imparcialidad”, imputó a la Unión Soviética “tres
violaciones” y a Italia “una violación”.
En segundo lugar,
el 28 de octubre, bajo la dirección de Lord Plymouth, el Comité de No
Intervención absolvió por completo a las potencias fascistas de la acusación
soviética y de las pruebas publicadas. La actuación de Londres fue demasiado hasta
para el corresponsal del periódico republicano New York Herald Tribune, quien, el 28 de octubre, cablegrafió lo
siguiente a su diario:
“A Italia y Portugal se les aplicó una densa capa maquillaje, exculpándoles
a ambos de la acusación de estar suministrando armas y municiones a los
rebeldes españoles.”
Fue la gota que
colmó el vaso para el movimiento laborista británico y la Internacional
Socialista.
Cambios importantes
|
Maurice Thorez, portada de Times, 1946 |
El día en que se
encubrió de manera criminal la ayuda fascista a los rebeldes españoles, víspera
de la sesión inaugural del parlamento, se reunieron los dirigentes del Congreso
de Sindicatos Británicos y del Partido Laborista, quienes votaron a favor de
revocar enteramente la decisión adoptada en el Congreso de Edimburgo que había
tenido lugar apenas tres semanas antes, cuando la Unión Soviética empezó a
desmontar la farsa de la no intervención.
La resolución laborista,
inspirada en la animosa y vehemente animadversión que contra la ayuda fascista a
los rebeldes españoles había despertado la actuación de la Unión Soviética,
declaraba:
“En vista de que el Pacto de No Intervención se ha demostrado en la
práctica ineficaz, esta conferencia conjunta exhorta al gobierno británico, que
viene actuando de consuno con el gobierno francés, a tomar de inmediato la
iniciativa de promover un acuerdo internacional que restituya por completo a la
España democrática sus plenos derechos comerciales, incluida la adquisición de material
bélico, permitiendo al pueblo español, de ese modo, culminar con la victoria su
heroica lucha por la libertad y la democracia.”
Obsérvense la semejanza en la fraseología de las notas soviéticas y de la resolución del Partido Laborista Británico y de los Sindicatos. Sin embargo, esta última se hizo pública tres semanas después de que la URSS actuara, tres semanas cruciales para la democracia española, tres semanas perdidas
En los días más críticos del asalto fascista a
Madrid, cuando las masas españolas más necesitaban la ayuda internacional, la
Internacional Socialista no actuó. Siguió aferrada al acuerdo de no
intervención hasta que la Unión Soviética entró acción.
Fue sólo después de que la URSS emprendiera su
encarnizado combate contra la violación fascista del acuerdo de no
intervención, después de que la Unión Soviética exigiera el bloqueo de Portugal
por parte de Gran Bretaña y de Francia, y después de que hubiera de hacer
frente al ataque combinado de todos los reaccionarios del mundo, cuando, por
fin, se dignó a actuar la Segunda Internacional.
La respuesta del Partido Laborista Británico y de
la Internacional Socialista, y, más tarde, del Consejo Nacional del Partido
Socialista francés, en adopción de medidas para cambiar la política de no
intervención, en la que con tanta obstinación se habían encastillado antes,
llegó sólo después de que la Unión Soviética iniciara su asalto al escándalo de
la no intervención.
Sin embargo, al tiempo que se aprobaba esta
resolución de suma importancia, la conferencia conjunta rechazó la propuesta
presentada de forma independiente por los laboristas británicos para impedir el
envío de armas a los fascistas españoles.
A su vez, Sir Walter Citrine, en representación
del Consejo de Sindicatos Británicos y del Partido Laborista, instó a la
Internacional Obrera y Socialista a adoptar una decisión similar.
Fue sólo entonces, tras la intervención de la
Unión Soviética, cuando, en una reunión conjunta de los órganos ejecutivos de
la Internacional Obrera y Socialista y de la Federación Internacional de
Sindicatos, se aprobó una resolución en la que se exigía a Gran Bretaña y
Francia que tomaran la iniciativa de restituir a España su derecho legal de
comprar armas.
Así, a rebufo de la actuación de la Unión
Soviética en el Comité de No Intervención, la Internacional Socialista adoptó,
con fecha de 26 de octubre, la siguiente importante resolución:
“Los respectivos
burós de la Federación Internacional de Sindicados (FIS) y de la Internacional
Obrera y Socialista (IOS) confirman en su reunión conjunta sus anteriores
declaraciones, según las cuales el gobierno legítimo y legal de España debe
poder recibir los medios necesarios para defenderse, con arreglo a las normas
generales del derecho internacional.
En vista de que el llamado Pacto de No Intervención no ha dado los resultados
deseados a nivel internacional, debido a la decisión de las potencias fascistas
de ayudar a los rebeldes y a la imposibilidad de ejercer un control real y
efectivo, los comités de la FIS y de la IOS declaran que el deber de las clases
obreras de todos los países, política y económicamente organizadas, es
conseguir, por medio de su acción simultánea sobre la opinión pública y sus
respectivos gobiernos, que un acuerdo internacional, concertado a iniciativa de
los gobiernos de Francia e Inglaterra, restituya su plena libertad de comercio
a la España republicana, cuya defensa debe figurar en primer término entre el
conjunto de tareas del proletariado mundial; y hacen un llamamiento a todas las
organizaciones obreras y sindicales para que coordinen sus actividades
especiales a fin de impedir, en la medida de lo posible, el suministro a los
rebeldes españoles.”
Había quedado claro que para todos aquellos que no
tenían intención de enviar armas a los fascistas españoles, las informaciones
del corresponsal de The New York Times, Frank L. Kluckhohn, que había pasado
casi tres meses observando a diario el trasiego de armas a los fascistas, eran
ciertas:
“La columna vertebral
del ejército del general Franco es ahora italiana, alemana y mora.” (The New York Times de 30 de octubre).
Durante los días más cruentos de la batalla de
Madrid, se planteó reiteradamente la pregunta de si la Unión Soviética enviaba
armas a España.
Una y otra vez, los fascistas de España, Alemania,
Italia y Portugal acusaron a la Unión Soviética de suministrar armas. Con ese
pretexto, fueron ellos los que no dejaron de enviar cada vez más armas a los
rebeldes reaccionarios.
La Unión Soviética nunca negó el envío de miles de
toneladas de comida, ropa y suministros médicos. En cambio, sí desmintió haber
mandado armas.
Tras la contundente y efectiva actuación de la Unión
Soviética en Londres, la prensa mundial informó de que el gobierno español
empezaba a recibir nuevos suministros de armas de diversa procedencia, lo cual,
indudablemente, fue posible gracias a la denuncia soviética de la actuación de
las potencias fascistas y al acicate que ello supuso para los países en
condiciones de suministrarle armas.
Sin el apoyo internacional de la clase obrera y
del antifascismo, la Unión Soviética no podía comprometerse en un primer
momento, con Blum involucrado de hoz y coz en la política de no intervención y
los dirigentes del Partido Laborista Británico a la zaga del gobierno tory en
esta misma materia, a tratar de doblegar a los fascistas enviando armas a
España. La Unión Soviética, prácticamente en solitario, hizo todo lo que estuvo
en su mano al principio para liquidar la farsa de la no intervención como forma
más rápida de poder suministrar la mayor cantidad de armas a España.
La posición de la Unión Soviética fue entendida a
la perfección y recibida con entusiasmo por todos los grupos antifascistas
españoles.
En las filas del Partido Socialista francés
surgieron profundos desacuerdos por la tozuda defensa del Pacto de No
Intervención a que se aferró Blum, una vez que la Unión Soviética hubo revelado
sus efectos reales. Destacados socialistas franceses dimitieron de sus cargos
en el partido. El ala izquierda del Partido Socialista hizo campaña a favor del
fin de la farsa. El 8 de noviembre se celebró una reunión del Consejo Nacional.
El principal tema tratado fue la no intervención en España. Por entonces, las
hordas del general Franco golpeaban furiosas las puertas de Madrid. Las quejas
de descontento subieron de tono en las filas del Partido Socialista en contra
de la intransigente negativa de Blum a abandonar su perniciosa posición
inicial. En la reunión del Consejo, Blum defendió apasionadamente su postura.
Los pocos pasajes publicados de su discurso, que se mantiene en secreto en su
mayor parte, ponían de manifiesto que Blum declaró que sería imposible
modificar la posición de Francia con respecto a la no intervención sin la
aprobación de Gran Bretaña.
El Primer Ministro socialista hizo hincapié, como
argumento central, en el peligro de un ataque fascista alemán contra Francia en
el caso de que a España se le restituyera el derecho legal de adquirir armas
para su defensa. Blum añadió que, en dicho supuesto, el gobierno británico
había asegurado que no acudiría en ayuda de Francia si ésta no era parte del
Pacto de No Intervención. No obstante, Blum prometió volver a hablar con el
gobierno tory y proponerle vías de cooperación para revocar el plan de no
intervención.
“Para muchos
observadores aquí”, cablegrafió John
Elliot, corresponsal del New York Herald Tribune en París, a su periódico, “la promesa era, aparentemente, una muestra de la habilidad
del Primer Ministro francés para resolver sus diferencias políticas. Aunque,
supuestamente, era mucho lo que había ofrecido a sus críticos, en realidad no
les había ofrecido nada en absoluto, ya que nadie mejor que Blum sabe que los
británicos no abandonarán el Pacto de No Intervención.”
Sin embargo, el Consejo Nacional, tras una agria
discusión, aprobó de hecho una resolución en la que se leía:
“En relación con los
acontecimientos de España, el Consejo Nacional, a la vez que otorga su plena
confianza al Primer Ministro Blum, solicita al gobierno francés que procure
llegar a un acuerdo con Gran Bretaña que haga efectiva la resolución adoptada
por la Internacional Socialista.”
Se refiere a la resolución de la Internacional
Socialista que hemos citado completa más arriba.
Cabe recordar que la resolución mencionada por el
Consejo Nacional fue aprobada sólo después de la actuación de la Unión
Soviética; no obstante, el Consejo no propuso escurrir el bulto, tal y como
Blum deseaba con tanto fervor.