El libro de Elliot también denuncia cómo España se convirtió en refugio de nazis tras el final de la SGM, teniendo estos una gran influencia tanto en el gobierno como en las grandes empresas del país, ante la pasividad de países supuestamente democráticos como Gran Bretaña, Estados Unidos o Francia, entre otros. Por ejemplo, describe como "E
".
Por último, Elliot honra y recuerda a los luchadores antifascistas que ofrecieron su juventud y su vida para defender la democracia y el socialismo en España, tanto durante la Guerra Civil, como tras el triunfo de Franco, desde las montañas como guerrilleros o en la clandestinidad y el exilio y, por supuesto, denunciando la salvaje represión sufrida por miles de españoles en los campos de concentración o cárceles franquistas, que eran totalmente equiparables a la sufrida durante el régimen nazi.
Damos la palabra, pues, al bueno de Lon Elliot:
***
¿QUÉ
PASA CON ESPAÑA?
(Primera Parte)
I. Primero, luchar
II. El Buchenwald español
III. Donde el hambre es
dueño y señor
IV. Camuflaje para la
esvástica
V. La voz de su amo
VI. El movimiento de
resistencia
VII. Los guerrilleros
VIII. El gobierno
republicano
IX. Intrigas en tierra de
nadie
X. Escondrijo nazi
XI. Qué podemos hacer
¿QUÉ
PASA CON ESPAÑA?
I.
Primero,
luchar
Dos republicanos
españoles, Santiago Álvarez y Sebastián Zapirain, fueron detenidos en Madrid
hace algunas semanas
en el transcurso de una gran operación fascista en la que la policía de Franco
detuvo a cientos de españoles, a menudo por la mera sospecha de tener simpatías
democráticas.
Como es habitual en estos
casos en la España de Franco, Santiago Álvarez y Zapirain fueron sometidos a
terribles torturas y, si las cosas hubieran seguido su curso normal, su
ejecución se habría producido poco después.
Pero, por una vez, los
acontecimientos no se sucedieron como es habitual. Los hombres del Movimiento
de Resistencia Español comunicaron la noticia a Francia, donde más de 100.000
demócratas españoles esperan el día en que puedan retornar a su país.
Al cabo unas pocas horas,
una avalancha de protestas se abatió sobre Madrid desde todos los rincones del
mundo. Los gobiernos británico, francés, argentino y cubano se dirigieron a las
autoridades franquistas por medio de sus representantes en España. En los
Estados Unidos se organizaron piquetes ante la embajada española. En Cuba los
trabajadores organizaron una huelga general de cinco minutos.
La noticia de las
detenciones llegó a este país el dieciocho de septiembre y, en apenas algo más
de una semana, ya había tomado forma una gran campaña contra el reino del
terror de Franco.
Personalidades destacadas
de todos los ámbitos sociales cablegrafiaron sus protestas a Madrid. Entre
ellos había más de cien diputados.
La primera manifestación
política que recorrió las calles de Londres tras el levantamiento de la
prohibición vigente en los días de la guerra fue para protestar ante la
embajada de Franco en Belgrave Square.
Por carta dirigida a la International Brigade Association, el
ministro de Exteriores, Ernest Bevin, anunciaba que se habían dado
instrucciones al embajador británico en Madrid para que investigase las
mencionadas detenciones y “si las circunstancias lo aconsejaban, realizase las
gestiones oportunas ante el gobierno español”. La carta de Bevin seguía así:
“Se ha instruido al embajador para que advierta al gobierno español de la
desfavorable impresión que produciría, de llevarse a cabo, la ejecución por
motivos políticos de estos dos hombres”.
El comité ejecutivo del
mayor sindicato británico, el Transport
and General Workers, exigió la inmediata ruptura de relaciones diplomáticas
y comerciales con la España de Franco, exigencia que, asimismo, comunicó por
radio el presidente del Partido Laborista, Harold Laski, a una gran reunión en
Nueva York.
El encargado de negocios
soviético en Estados Unidos, [Nikolai] Novikov, pronunció en esa misma reunión
de Nueva York palabras del siguiente tenor:
“Franco,
mercenario de Hitler y Mussolini, debería ser procesado como criminal de
guerra”. “Por sus actos agresivos contra la Unión Soviética, Franco se puso el
mismo nivel que Hitler y Mussolini”. “Los pueblos de la Unión Soviética esperan
que reciba su merecido y que su dictadura fascista sea abolida”.
Dean Acheson, vicesecretario
de estado de los Estados Unidos, manifestó con total claridad que no cabe
esperar acuerdos satisfactorios entre los gobiernos de Estados Unidos y la
España de Franco.
Santiago Álvarez y
Sebastián Zapirain habían vuelto a España desde el exilio para incorporarse al Movimiento
de Liberación contra Franco. A pesar de su brillante trayectoria en el Ejército
Republicano, sus nombres eran prácticamente desconocidos salvo para los
españoles. Tras su detención, no obstante, se han convertido al punto en
símbolos de todo el pueblo español y de su lucha contra la dictadura fascista.
La clase obrera y decenas
de miles de hombres y mujeres progresistas en el Reino Unido no han olvidado ni
un instante cómo, a pesar de todos sus esfuerzos –las grandes manifestaciones,
los barcos cargados de alimentos, las colectas interminables en calles y
fábricas o las innumerables resoluciones aprobadas–, el gobierno británico de
Neville Chamberlain fue capaz de vender la España republicana a Hitler y
Mussolini.
Ni tampoco han olvidado
que las primeras víctimas británicas en la lucha contra la Alemania nazi fueron
quinientos treinta y dos hombres y una mujer –Felicia Browne–que murieron
combatiendo en defensa de la democracia española. Aunque Neville Chamberlain y
su gobierno jamás honraron su memoria, ni aquellos de sus camaradas que
quedaron inválidos permanentes recibieron nunca pensiones oficiales, los miembros
del Batallón británico de las Brigadas Internacionales lucharon contra el mismo
Hitler que combatieron los soldados en Dunkerque, El Alamein y Arnhem.
Son ya historia los días
en que [Anthony] Eden y otros ministros tories
negaban la evidencia de la intervención germano-italiana en España, y no es ya
necesario recordar lo sucedido a lo largo de los tres años de una guerra, de
1936 a 1939, que permitió a Hitler y Mussolini establecer el fascismo en
España.
La lección de aquellos
años y el historial posterior de Franco se resumen en la declaración que acordaron
los Tres Grandes en Postdam, por la que se comprometían a no respaldar ninguna
solicitud de ingreso en las Naciones Unidas presentada por el gobierno de
Franco “el cual, habiendo sido fundado con
el apoyo de las potencias del Eje y
en vista de su origen, naturaleza, historial y asociación
íntima con los Estados agresores, no posee las cualidades necesarias para
justificar tal ingreso”.
Algo más de un año antes,
el 28 de junio de 1944, el National Council
of Labour, que representa al Partido Laborista y a los movimientos sindical
y cooperativo, hizo pública una declaración en la que se recordaban
“aquellos
trágicos años en que el pueblo español entabló una lucha sangrienta en defensa
de sus derechos y libertades constitucionales contra los militares rebeldes
encabezados por el general Franco, quien, con ayuda de los dictadores alemán e
italiano, sumió al pueblo español en la servidumbre física, intelectual y
política”.
El National Council of Labour proseguía expresando su esperanza de que
“el
heroísmo de los republicanos españoles se vea pronto recompensado con un gran
acto que conduzca a su propia liberación democrática y haga de España un
miembro de la comunidad de pueblos libres y amantes de la paz, reforzando así los
vínculos de amistad en paz y prosperidad entre los pueblos español y
británico”.
A pesar de la declaración
de Postdam realizada por los Tres Grandes y de la victoria del Partido
Laborista en las elecciones generales británicas, el Reino Unido y los Estados
Unidos siguen reconociendo a Franco como jefe de Estado español. A sus
ministros fascistas se les sigue considerando como miembros de un gobierno y no
como criminales de guerra.
La sublevación de Franco
contra el gobierno republicano costó la vida a un millón de españoles sobre una
población total de unos 26. Desde entonces muchos miles de demócratas españoles
han muerto ante los pelotones de fusilamiento franquistas, en los campos de
exterminio nazis, en las filas de los Movimientos de Resistencia y de los
ejércitos de países miembros de las Naciones Unidas.
Sin embargo, a pesar de
este sacrificio, el pueblo español sigue gobernado por una dictadura fascista
que emplea todos los archiconocidos métodos nazis de violencia, tortura y
completa supresión de los más elementales derechos democráticos. Detrás de sus
insinceras promesas de reforma, Franco sigue haciendo todo lo posible por
eliminar cualquier rastro de oposición democrática por medio del simple
expediente del exterminio físico.
Los hechos expuestos en
este panfleto no son sino una pequeña muestra del total de cargos que se pueden
y deben presentar contra Franco y el fascismo en España, pero creemos que son
más que suficientes para mostrar que “el problema de España” exige una acción
urgente y decisiva por parte de las Naciones Unidas en general y de Gran
Bretaña en particular.
II.
El Buchenwald español
Más que cualquier otra
cosa en cinco años de guerra, más que las listas de víctimas, más que la guerra
relámpago, que las bombas volantes y los cohetes, los campos de la muerte de
Buchenwald y Belsen nos hicieron ver el horror y la degradación absolutos de la
Alemania nazi.
No obstante, si un
periodista llegado de Marte a nuestro planeta recorriera toda Europa y, al cabo
de su periplo, se sentase a escribir un informe titulado “Los campos de la
muerte nazis y la opinión pública británica”, es probable que se quedase
totalmente desconcertado. Por una parte constataría el horror general y la
indignación que el Reino Unido sintió al conocer las revelaciones de los campos
nazis. Por otra –suponiendo que a este visitante de Marte no se le hubiese puesto
impedimento alguno–, habría visto que siguen
existiendo cárceles, campos de concentración, batallones de trabajos
forzados, que no difieren en nada fundamental de lo que inventaron los nazis.
Tales cosas las habría visto en España, un país con el que Gran Bretaña
mantiene relaciones comerciales y diplomáticas normales.
El General Mola, uno de
los capitostes de la rebelión fascista en España, dijo en cierta ocasión a un
corresponsal norteamericano: “Si hay diez millones de republicanos en España
que se oponen al régimen de Franco, Franco exterminará hasta el último de ellos
tras su victoria”.
En 1938 Franco pronunció
un discurso en Burgos en el que esbozó su política para España. Dijo:
“Tenemos
un censo aún incompleto con los nombres de más de dos millones de rojos. No hay
sitio para esta gente en España”.
En julio de 1939 el
fiscal de Sevilla dijo durante la celebración de un juicio:
“En el
siglo XV, España poseía un imperio que contaba con tan sólo 12 millones de
habitantes. ¿Qué más da si exterminamos hoy a la mitad de la población, si con
12 millones nos basta para reconquistar nuestro imperio perdido?”.
En agosto de 1939,
[Eliseo] Álvarez Arenas, general franquista, en una conferencia pronunciada
ante los estudiantes de la escuela militar de Granada, dijo:
“¡Exterminad
a todo el que se oponga a la política del Caudillo por el medio que sea!”
Franco ha incumplido la
mayoría de sus promesas pero, sin duda alguna, ha hecho todo lo posible por
exterminar a sus oponentes.
No ha habido tropas
aliadas que hayan liberado los campos de concentración españoles y ninguna
comisión de encuesta ha investigado los crímenes de guerra cometidos por los
iguales de la Bestia de Belsen.
No es fácil obtener datos sobre el terror fascista en España. Pero existen
pruebas suficientes para quienes se toman la molestia de buscarlas, del mismo
modo que existían pruebas de los campos de concentración nazis mucho antes de
1939.
Mavis Bacca, católica, es
una música inglesa. Fue a España en 1939 y todos sus contactos previos la
habían predispuesto en favor de Franco. Su experiencia en la “nueva España” le
abrió los ojos. El desencanto fue completo tras pasar ocho meses en la cárcel
de mujeres de Les Corts por el “delito” de ayudar a algunos de nuestros aliados
a escapar a través de España de la Europa ocupada por Alemania. Su experiencia
está recogida en un libro actualmente en prensa y en un artículo publicado en Reynolds News el 8 de julio.
En las siguientes líneas
se puede vislumbrar, siquiera de pasada, la infernal crueldad que encontró en las cárceles del “valiente
caballero cristiano”:
“Había
una mujer acurrucada encima de su colchón. Lloraba en silencio, tapándose la
cara con las manos. Su actitud era de una desesperación tal, que no me parecía
oportuno interrumpirla. Sin embargo, finalmente, la toqué en el hombro y le
dije con suavidad: “¿Te puedo ayudar en algo?” “¿Ayudar?”, repitió
mecánicamente, levantando sus ojos hacia mí. Entonces murmuró con voz ronca:
“Han fusilado a mi hijo. Han asesinado a mi niño. Tenía 22 años…”
“Mis
compañeras de prisión me contaron que al muchacho le habían condenado a muerte
dos años atrás por actividades rojas
durante la guerra civil. Cuando ésta comenzó sólo tenía 16 o 17 años…”
“… Una
joven fue encarcelada, acusada de haber pasado correspondencia a un antiguo
republicano cerca de la frontera en Figueras. Tras detenerla, la llevaron a un
cuartel de la policía y, ante veinte hombres, la desnudaron y le quemaron el
pecho con cigarrillos encendidos. Esto no son habladurías, yo misma vi las
cicatrices…”
En Les Corts, Mavis Bacca
se encontró con mujeres que languidecían en prisión condenadas a penas que iban de los seis a los treinta años por
“delitos políticos”, a menudo sin especificar, y a quienes no había procesado tribunal
alguno. La comida era más que insuficiente y la higiene inexistente por
completo.
Pero algo admirable sí
que descubrió en las cárceles franquistas, a saber:
“La fe
inquebrantable en el amanecer de un nuevo orden social, en una España
regenerada, que era la principal fuente de energía que alimentaba el valor y la
coherencia de la amplia masa de los [presos] “políticos”, representativa de la vieja tradición
republicana española”.
José Vitini [Flórez]
formaba parte de esa tradición republicana española. Con decenas de miles de
republicanos se vio obligado a buscar refugio en Francia al final de la guerra
de España. Cuando llegó el momento, se unió al maquis francés. Sus cualidades
personales y su experiencia militar le permitieron alcanzar el grado de
coronel. Él y los españoles a su mando combatieron en la guerra de liberación
de Francia y expulsaron a los alemanes de la bellísima ciudad medieval de Albi
y de muchos otros lugares del sudoeste francés.
Una vez liberada Francia,
todo el empeño de Vitini se volcó en el trabajo que aún quedaba por hacer en
casa. Cruzó los Pirineos y se unió al Movimiento de Resistencia Español. Se
produjo un contratiempo y las autoridades franquistas lo detuvieron. Lo
sometieron al típico juicio farsa que organiza Franco cuando se digna juzgar a
sus víctimas: el fiscal despotricó durante horas y un abogado defensor
falangista formuló las alegaciones de rigor y pidió clemencia para sus
defendidos, dando fríamente por sentado que eran culpables de todos los cargos
de terrorismo que se les imputaban. Vitini y sus diez camaradas fueron
condenados a muerte y ejecutados el día de la Victoria en la Segunda Guerra
Mundial.
El hombre que confirmó la
sentencia contra el héroe de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) fue el
criminal de guerra Muñoz Grandes, capitán general de Madrid y antiguo
comandante de la División Azul que luchó contra los soviéticos. La Unión
Soviética pretende juzgar a Muñoz Grandes por sus acciones en el frente
oriental, entre ellas la destrucción de las iglesias de Novgorod.
A Franco le convenía
anunciar la ejecución de Vitini y de sus camaradas, pero por cada ejecución a
la que se da publicidad en España, se asesina a cientos de hombres y mujeres en
secreto.
La Junta Suprema de
Unidad Nacional, máximo órgano de dirección de la oposición democrática a
Franco en el interior de España, ha publicado listas de las víctimas del
franquismo en las que figuran los miembros de cada una de las organizaciones democráticas.
La Convención de Ayuda al
Pueblo Español, que se reunió en México este año, declaró que “durante los
últimos seis meses de 1944, se produjeron 1.136 ejecuciones en diez ciudades
españolas: 576 en Madrid, 39 en Gijón, 16 en Jaén, 230 en León, 104 en Ocaña,
23 en Ciudad Real, 30 en Bilbao, 40 en Málaga, 35 en Santander, 43 en
Guadalajara”. Muchos de esos fusilamientos se llevan a cabo siguiendo la
práctica nazi de la represalia. Se ejecuta a prisioneros por las acciones de
resistencia de otros.
Puede que la industria y
la agricultura españolas estén subdesarrolladas, pero los métodos de los
torturadores franquistas están totalmente al día. Emplean las más recientes
aportaciones de la Gestapo en la materia: electrodos, drogas, etc. Han dejado a
Torquemada y a la Inquisición a años luz.
La prisión de Ocaña es
una de las peores. En ella están encarcelados los presos “más rebeldes”. En
Ocaña se les encierra en celdas de aislamiento que son como tumbas en las que apenas
pueden moverse. La comida se reduce a pan y agua. Las palizas son constantes y
las ejecuciones se producen sin mediar causa, juicio o condena alguna.
Los cálculos varían en
cuanto al número de prisioneros en las cárceles franquistas, pero la cifra mínima que parece más fiable es la que
dio la Convención mexicana, a saber, 200.000 personas. Tales cálculos se basan
en la capacidad conocida de los centros penitenciarios españoles y en el hecho,
también conocido, de que todas las cárceles estén llenas hasta los topes. Esta
cifra, sin embargo, no tiene en cuenta las decenas y decenas de edificios
requisados por todas partes y convertidos en prisiones. El periódico
norteamericano PM eleva la cifra total por encima de los 400.000
reclusos.
Lord Templewood, antiguo
embajador británico en Madrid, que, en su día, no se distinguió por su enemiga
contra Franco, consideró oportuno denunciar las inhumanas condiciones
carcelarias que existen en España en un discurso pronunciado el 21 de marzo:
“A mi
parecer, las condiciones penales en España atentan en casi todos los sentidos
contra los principios básicos de respeto a la personalidad humana”.
A quienes están en las
cárceles hay que añadir, igualmente, los miles de españoles aherrojados en
batallones de trabajos forzados. Hasta hace poco unos seiscientos de entre
ellos trabajaban en un monumento que está construyendo el franquismo cerca de
Madrid en memoria de los fascistas muertos en la guerra de España. Otros
trescientos trabajaban en las minas de mercurio de Almadén, donde, según se
dice, hay capital británico invertido. Trabajan de 10 a 14 horas diarias y
reciben por ello el valor de un penique, aproximadamente. No se les
proporcionan mantas y la comida es el mismo rancho miserable que se sirve en
las prisiones españolas. Franco llama a esto “redención por el trabajo”. En
realidad, no es más que otro método de exterminio de republicanos.
El terror en España no desaparecerá
hasta que el fascismo no sea derrotado, pero sí es posible hacer algo ahora
mismo: el deber ineludible del gobierno británico y de sus representantes
diplomáticos es condenar públicamente los crímenes de Franco del mismo modo que
condenaron los crímenes de los nazis.
***