18 de marzo de 2020

En memoria de La Comuna: cuando los trabajadores confirmaron a la burguesía que, tarde o temprano, iban a ser sus sepultureros

149 años después del día que los obreros franceses tomaran el cielo por asalto, proclamándo la Comuna de París, siguen siendo válidas las palabras de Lenin, escritas 40 años después en el diario Rabóchaia Gazeta, (núm.4-5, 15 (28) de abril de 1911).en su artículo "En memoria de la Comuna":

"La causa de la Comuna es la causa de la revolución social, es la causa de la completa  emancipación política y económica de los trabajadores, es la causa del proletariado mundial. Y en este sentido es inmortal".

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La clase trabajadora sigue luchando por los mismos objetivos, consciente o inconscientemente, casi ciento cincuenta años más tarde, y ha tenido siempre a La Comuna como modelo e inspiración de sus grandes victorias contra la barbarie capitalista en el pasado: la Revolución Soviética de 1917 y la construcción del primer estado de los trabajadores y campesinos, la URSS, la proclamación de la República Popular China  en 1949 y, a partir de ahí, en las múltiples revoluciones, revueltas y guerras, exitosas o temporalmente fracasadas, en el seno de las potencias capitalistas o en el marco de la lucha anticolonial.

El 18 de marzo de 1871 los obre­ros franceses rechazaron al ejército prusia­no que había vencido a Francia y luego, al gobierno fran­cés que pretendía quitarles las armas. La defensa de las armas, del pueblo armado, se convirtió en una insurrección: los obreros tomaron el control de París y declararon la Comuna.

Con el Poder en sus manos, lo obreros parisinos, entre otras me­didas, redujeron la carga laboral, prohibieron el trabajo nocturno, organizaron guarderías para los niños, congelaron el precio de arriendo de la vivienda, abolieron las deudas con los bancos, dieron reconocimiento a los “hijos no legítimos” y los cargos políticos de los dirigentes se declararon derogables en cualquier momen­to que el pueblo lo estimara.

A pesar que la Comuna de París duró solamente 72 días, y que los trabajadores fueron masacrados en una de las que fueron antes y siguieron siendo hasta hoy habituales masacres de la burguesía contra el proletariado, mostró a los pueblos lo que puede lograr la clase trabajajadora con el poder en sus manos. "La Comuna", dice Lenin, "era una amenaza mortal para el viejo mundo, basado en la opresión y la explotación. Esa era la razón de que la sociedad burguesa no pudiera dormir tranquila mientras en el ayuntamiento de París ondeara la bandera roja del proletariado".

Desde entonces, desde aquel 18 de marzo de 1871, la ningún burgués, en ningún estado del mundo, puede dormir tranquilo, pues sabe que, como habían escrito Marx y Engels un poco antes, en 1848, en El Manifiesto Comunista, "La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables". 

Imagini pentru viva la comuna

V. I. Lenin

En memoria de la Comuna



Primera edición: En Rabóchaia Gazeta, núm.4-5, 15 (28) de abril de 1911.


Han pasado cuarenta años desde la proclamación de la Comuna de París. Según la costumbre establecida, el proletariado francés honró con mítines y manifestaciones la memoria de los hombres de la revolución del 18 de marzo de 1871. A finales de mayo volverá a llevar coronas de flores a las tumbas de los communards fusilados, víctimas de la terrible “Semana de Mayo”, y ante ellas volverá a jurar que luchará sin descanso hasta el total triunfo de sus ideas, hasta dar cabal cumplimiento a la obra que ellos le legaron.
¿Por qué el proletariado, no sólo francés, sino el de todo el mundo, honra a los hombres de la Comuna de París como a sus predecesores? ¿Cuál es la herencia de la Comuna?
La Comuna surgió espontáneamente, nadie la preparó de modo consciente y sistemático. La desgraciada guerra con Alemania, las privaciones durante el sitio, la desocupación entre el proletariado y la ruina de la pequeña burguesía, la indignación de las masas contra las clases superiores y las autoridades, que habían demostrado una incapacidad absoluta, la sorda efervescencia en la clase obrera, descontenta de su situación y ansiosa de un nuevo régimen social; la composición reaccionaria de la Asamblea Nacional, que hacía temer por el destino de la República, todo ello y otras muchas causas se combinaron para impulsar a la población de París a la revolución del 18 de marzo, que puso inesperadamente el poder en manos de la Guardia Nacional, en manos de la clase obrera y de la pequeña burguesía, que se había unido a ella.
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Fue un acontecimiento histórico sin precedentes. Hasta entonces, el poder había estado, por regla general, en manos de los terratenientes y de los capitalistas, es decir, de sus apoderados, que constituían el llamado gobierno. Después de la revolución del 18 de marzo, cuando el gobierno del señor Thiers huyó de París con sus tropas, su policía y sus funcionarios, el pueblo quedó dueño de la situación y el poder pasó a manos del proletariado. Pero en la sociedad moderna, el proletariado, avasallado en lo económico por el capital, no puede dominar políticamente si no rompe las cadenas que lo atan al capital. De ahí que el movimiento de la Comuna debiera adquirir inevitablemente un tinte socialista, es decir, debiera tender al derrocamiento del dominio de la burguesía, de la dominación del capital, a la destrucción de las bases mismas del régimen social contemporáneo.
Al principio se trató de un movimiento muy heterogéneo y confuso. Se adhirieron a él los patriotas, con la esperanza de que la Comuna reanudaría la guerra contra los alemanes, llevándola a un venturoso desenlace. Los apoyaron asimismo los pequeños tenderos, en peligro de ruina si no se aplazaba el pago de las deudas vencidas de los alquileres (aplazamiento que les negaba el gobierno, pero que la Comuna les concedió). Por último, en un comienzo también simpatizaron en cierto grado con él los republicanos burgueses, temerosos de que la reaccionaria Asamblea Nacional (los “rurales”, los salvajes terratenientes) restablecieran la monarquía. Pero el papel fundamental en este movimiento fue desempeñado, naturalmente, por los obreros (sobre todo, los artesanos de París), entre los cuales se había realizado en los últimos años del Segundo Imperio una intensa propaganda socialista, y que inclusive muchos de ellos estaban afiliados a la Internacional.
Sólo los obreros permanecieron fieles a la Comuna hasta el fin. Los burgueses republicanos y la pequeña burguesía se apartaron bien pronto de ella: unos se asustaron por el carácter socialista revolucionario del movimiento, por su carácter proletario; otros se apartaron de ella al ver que estaba condenada a una derrota inevitable. Sólo los proletarios franceses apoyaron a su gobierno, sin temor ni desmayos, sólo ellos lucharon y murieron por él, es decir, por la emancipación de la clase obrera, por un futuro mejor para los trabajadores.
Abandonada por sus aliados de ayer y sin contar con ningún apoyo, la Comuna tenía que ser derrotada inevitablemente. Toda la burguesía de Francia, todos los terratenientes, corredores de bolsa y fabricantes, todos los grandes y pequeños ladrones, todos los explotadores, se unieron contra ella. Con la ayuda de Bismarck (que dejó en libertad a 100.000 soldados franceses prisioneros de los alemanes para aplastar al París revolucionario), esta coalición burguesa logró enfrentar con el proletariado parisiense a los campesinos ignorantes y a la pequeña burguesía de provincias, y rodear la mitad de París con un círculo de hierro (la otra mitad había sido cercada por el ejército alemán). En algunas grandes ciudades de Francia (Marsella, Lyon, Saint-Etienne, Dijon y otras) los obreros también intentaron tomar el poder, proclamar la Comuna y acudir en auxilio de París, pero estos intentos fracasaron rápidamente. Y París, que había sido la primera en enarbolar la bandera de la insurrección proletaria, quedó abandonada a sus propias fuerzas y condenada una muerte cierta.
Imagini pentru la comuna de paris 18 de marzo 150 aniversarioPara que una revolución social pueda triunfar, necesita por lo menos dos condiciones: un alto desarrollo de las fuerzas productivas y un proletariado preparado para ella. Pero en 1871 se carecía de ambas condiciones. El capitalismo francés se hallaba aún poco desarrollado, y Francia era entonces, en lo fundamental, un país de pequeña burguesía (artesanos, campesinos, tenderos, etc.). Por otra parte, no existía un partido obrero, y la clase obrera no estaba preparada ni había tenido un largo adiestramiento, y en su mayoría ni siquiera comprendía con claridad cuáles eran sus fines ni cómo podía alcanzarlos. No había una organización política seria del proletariado, ni fuertes sindicatos, ni sociedades cooperativas...
Pero lo que le faltó a la Comuna fue, principalmente tiempo, posibilidad de darse cuenta de la situación y emprender la realización de su programa. No había tenido tiempo de iniciar la tarea cuando el gobierno, atrincherado en Versalles y apoyado por toda la burguesía, inició las operaciones militares contra París. La Comuna tuvo que pensar ante todo en su propia defensa. Y hasta el final mismo, que sobrevino en la semana del 21 al 28 de mayo, no pudo pensar con seriedad en otra cosa.
Sin embargo, pese a esas condiciones tan desfavorables y a la brevedad de su existencia, la Comuna adoptó algunas medidas que caracterizan suficientemente su verdadero sentido y sus objetivos. La Comuna sustituyó el ejército regular, instrumento ciego en manos de las clases dominantes, y armó a todo el pueblo; proclamó la separación de la Iglesia del Estado; suprimió la subvención del culto (es decir, el sueldo que el Estado pagaba al clero) y dio un carácter estrictamente laico a la instrucción pública, con lo que asestó un fuerte golpe a los gendarmes de sotana. Poco fue lo que pudo hacer en el terreno puramente social, pero ese poco muestra con suficiente claridad su carácter de gobierno popular, de gobierno obrero: se prohibió el trabajo nocturno en las panaderías; fue abolido el sistema de multas, esa expoliación consagrada por ley de que se hacía víctima a los obreros; por último, se promulgó el famoso decreto en virtud del cual todas las fábricas y todos los talleres abandonados o paralizados por sus dueños eran entregados a las cooperativas obreras, con el fin de reanudar la producción. Y para subrayar, como si dijéramos, su carácter de gobierno auténticamente democrático y proletario, la Comuna dispuso que la remuneración de todos los funcionarios administrativos y del gobierno no fuera superior al salario normal de un obrero, ni pasara en ningún caso de los 6.000 francos al año (menos de 200 rublos mensuales). 
Imagini pentru la comuna de paris 18 de marzo 150 aniversario
Todas estas medidas mostraban elocuentemente que la Comuna era una amenaza mortal para el viejo mundo, basado en la opresión y la explotación. Esa era la razón de que la sociedad burguesa no pudiera dormir tranquila mientras en el ayuntamiento de París ondeara la bandera roja del proletariado. Y cuando la fuerza organizada del gobierno pudo, por fin, dominar a la fuerza mal organizada de la revolución, los generales bonapartistas, esos generales batidos por los alemanes y valientes ante sus compatriotas vencidos, esos Rénnenkampf y Meller-Zakomielski franceses, hicieron una matanza como París jamás había visto. Cerca de 30.000 parisienses fueron muertos por la soldadesca desenfrenada; unos 45.000 fueron detenidos y muchos de ellos ejecutados posteriormente; miles fueron los desterrados o condenados a trabajar forzados. En total, París perdió cerca de 100.000 de sus hijos, entre ellos a los mejores obreros de todos los oficios.
La burguesía estaba contenta. “¡Ahora se ha acabado con el socialismo para mucho tiempo!”, decía su jefe, el sanguinario enano Thiers, cuando él y sus generales ahogaron en sangre la sublevación del proletariado de París. Pero esos cuervos burgueses graznaron en vano. Después de seis años de haber sido aplastada la Comuna, cuando muchos de sus luchadores se hallaban aún en presidio o en el exilio, se iniciaba en Francia un nuevo movimiento obrero. La nueva generación socialista, enriquecida con la experiencia de sus predecesores, cuya derrota no la había desanimado en absoluto, recogió la bandera que había caído de las manos de los luchadores de la Comuna y la llevó adelante con firmeza y audacia, al grito de “¡Viva la revolución social, viva la Comuna!” Y tres o cuatro años más tarde, un nuevo partido obrero y la agitación levantada por éste en el país obligaron a las clases dominantes a poner en libertad a los communards que el gobierno aún mantenía presos.
La memoria de los luchadores de la Comuna es honrada no sólo por los obreros franceses, sino también por el proletariado de todo el mundo, pues aquella no luchó por un objetivo local o estrechamente nacional, sino por la emancipación de toda la humanidad trabajadora, de todos los humillados y ofendidos. Como combatiente de vanguardia de la revolución social, la Comuna se ha ganado la simpatía en todos los lugares donde sufre y lucha el proletariado. La epopeya de su vida y de su muerte, el ejemplo de un gobierno obrero que conquistó y retuvo en sus manos durante más de dos meses la Capital del mundo, el espectáculo de la heroica lucha del proletariado y de sus sufrimientos después de la derrota, todo esto ha levantado la moral de millones de obreros, alentado sus esperanzas y ganado sus simpatías para el socialismo. El tronar de los cañones de París ha despertado de su sueño profundo a las capas más atrasadas del proletariado y ha dado en todas partes un impulso a la propaganda socialista revolucionaria. Por eso no ha muerto la causa de la Comuna, por eso sigue viviendo hasta hoy día en cada uno de nosotros.
La causa de la Comuna es la causa de la revolución social, es la causa de la completa emancipación política y económica de los trabajadores, es la causa del proletariado mundial. Y en este sentido es inmortal.

17 de marzo de 2020

¡Qué ningún trabajador pierda su empleo! (Federación Sindical Mundial)

Declaración de la FSM sobre la pandemia del coronavirus

¡QUE NINGÚN TRABAJADOR PIERDA SU EMPLEO!
La Federación Sindical Mundial, en nombre de sus 100 millones de miembros en todo el mundo, expresa su apoyo a los-las trabajadores-as del todo el mundo, que enfrentan consecuencias en su salud y riesgo contra sus derechos laborales, debido al brote de Coronavirus que ahora registra una gran cantidad de casos y muertes.
Instamos a los gobiernos a que tomen de inmediato todas las medidas necesarias para garantizar la vida y la salud de los trabajadores, así como la protección de sus derechos laborales.
Nuestra gran familia sindical de clase destaca la contribución heroica de los trabajadores y científicos de la salud, en los hospitales y otros servicios, que se esfuerzan para proteger la vida de los trabajadores y del todo el mundo en condiciones agotadoras y en sistemas de salud pobres e inadecuados.
Vemos las grandes lagunas en los sistemas de salud, como resultado de las políticas de subfinanciación y comercialización por los estados, que no consideran la atención médica y la prevención como un derecho global sino como una mercancía generando enormes ganancias para las industrias farmacéuticas y de salud. Las estructuras de salud miserables e incluso inexistentes en los países africanos, asiáticos y latinoamericanos exponen a los trabajadores a una grave amenaza debido a la pandemia.
Reivindicamos:Los trabajadores no deben pagar los efectos del brote de Coronavirus en la economía global, con medidas como despidos en sectores como el turismo, el trabajo desde casa e incluso horarios de trabajo aún más flexibles.
  1. Contratación de personal médico y de enfermería permanente, así como la creación de nuevas estructuras de salud públicas.
  2. Todos los servicios públicos deben estar totalmente equipados con el material necesario de desinfección y protección, proporcionado por el estado gratuitamente a la población.
  3. Días libres adicionales con remuneración total y seguro se deben asegurar para:
    • Trabajadores enfermos.
    • Trabajadores que se ven obligados a abstenerse de trabajar debido a medidas preventivas de emergencia.
    • Quienes deben cuidar a un niño enfermo o un miembro anciano de su familia.
    • Quienes se deben quedar con sus hijos en casa, debido al cierre preventivo de escuelas y guarderías.
  4. Medidas de protección sustanciales y adecuadas en todos los lugares de trabajo.
  5. La especulación de las multinacionales y los monopolios contra los estratos populares se debe aplastar.
En la era del rápido desarrollo y avance tecnológico, existen todas las posibilidades científicas y productivas para la lucha eficaz y la protección de los pueblos contra las epidemias. En cambio, los trabajadores y los estratos populares sufren las consecuencias del sistema capitalista bárbaro y están expuestos a riesgos contra sus propias vidas y la sobrevivencia de sus familias.
Exigimos que todos los estados, gobiernos y organizaciones internacionales asuman sin demora medidas completas y sustanciales para la prevención contra la epidemia y la protección de la salud y la vida de los trabajadores y los pueblos, así como para la protección de sus derechos laborales contra el efecto de las medidas anunciadas.
EL SECRETARIADO

16 de marzo de 2020

Ante una emergencia de salud pública como la del Coronavirus: Expropiar la sanidad privada y devolverla a manos públicas. Ángeles Maestro


Ángeles Maestro. Red Roja

Imagini pentru sanidad publicaAlgún día sabremos si la irrupción del Coronavirus constituye o no un eslabón de la guerra comercial de EE.UU. contra China, aunque podemos tener la seguridad de que si no lo es, no es por problemas éticos al respecto. A quienes lanzaron las bombas Hiroshima y Nagasaki, perpetraron a lo largo del planeta todo tipo de golpes de Estado, guerras y asesinatos selectivos o provocaron directamente epidemias como la del Dengue Hemorrágico en Cuba no les tiembla el pulso por razones humanitarias cuando se trata de conseguir objetivos político/económicos. Por otro lado, es evidente que el Coronavirus ha servido de desencadenante de la eclosión de una gran crisis económica que hace tiempo se viene gestando. Lo más grave, y no hace falta ser un lince para verlo venir, es que el virus coronado servirá de chivo expiatorio de los nuevos recortes y privatizaciones, incremento de impuestos indirectos y de beneficios fiscales para el capital y, sobre todo, nuevos rescates de bancos con dinero público.
Sin embargo, hoy quiero centrarme en la situación desesperada en la que se encuentra la sanidad pública madrileña - a la que seguirán otros territorios - como consecuencia de la actual epidemia.
La situación es de desbordamiento total: no hay recursos sanitarios suficientes para atender a tantas personas que los requieren al mismo tiempo. Eso quiere decir que una cantidad importante de pacientes está muriendo, y no lo haría si los recursos fueran suficientes.
Ahora, como en todas las crisis, se ponen de manifiesto situaciones escandalosas que permanecían larvadas o semi-ocultas.
Merece la pena recordar que la suma de los recortes y de la puesta en marcha de los hospitales de financiación pública y gestión, y negocio privado, supusieron para la sanidad pública madrileña el cierre de alrededor 2000 camas y la pérdida de 5.000 trabajadoras y trabajadores sanitarios. La sangría económica que ocasionan estas empresas parásitas - en su mayoría sociedades de capital/riesgo - para una sanidad pública ya enormemente deficitaria en condiciones normales es tal, que se calcula -que cuando venza su contrato se habrán embolsado seis veces la inversión realizada.
Hoy sabemos que este deterioro, planificado desde las Consejerías de Sanidad, de la sanidad pública está aumentando espectacularmente las cifras de negocio de las aseguradoras privadas. Las enormes listas de espera para tratamientos y, mucho más grave, para diagnóstico, que ocasionan miles de muertes perfectamente evitables, son su particular gallina de los huevos de oro. Las cifras son asombrosas. En Madrid el 40% de la población tiene seguro privado, con un gran crecimiento en los últimos años, insisto, engendrado desde la administración sanitaria a su servicio.
Y ante una situación tan dramática como la actual, la sanidad privada tiene la desvergüenza de declarar que no se hará cargo de los casos de Coronavirus de sus asegurados. Las Consejerías y el Ministerio de Sanidad han callado miserablemente, constituyéndose en cómplices directos del crimen cotidiano. Los hospitales de financiación pública y negocio privado, que atienden áreas sanitarias, no han dicho nada hasta ahora, pero es bien sabido que antes del Coronavirus se producía en ellos de forma sistemática una selección de pacientes. A través del call center, propiedad también de una empresa privada, se hacen las derivaciones: no rentables para la pública, rentables para la privada.
Ahora cuando la angustia se extiende, es hora de preguntarse, ¿cuántas personas no hubieran muerto si la ingente cantidad de recursos económicos, de instalaciones y de personal que está al servicio del lucro privado, estuviera planificado y gestionado por una administración sanitaria encargada de responder a las necesidades sociales? ¿Es tolerable que ante una situación tan dramática como la actual se anteponga, en sentido estricto, el negocio privado a la vida de la gente?.
El escarnio de la apropiación privada de los recursos públicos se manifiesta como absolutamente inaceptable cuando las necesidades perentorias del pueblo se estrellan contra los muros del capital.
Hoy ante una incuestionable emergencia de Salud Pública, que no ha hecho más que iniciarse, no cabe otra solución que exigir al Ministerio de Sanidad y a las Consejerías la incautación y expropiación de todos los recursos sanitarios que están en manos privadas, de forma que la administración cumpla con su obligación de planificar y ponerlos en su totalidad al servicio de la población.

Resolución sobre la prostitución (Comuna de París)

Resolución sobre la prostitución
Delegación comunal del 2º Distrito.
Comuna de París París, entre el 30 de marzo y el 18 de mayo de 1871
Colección Carteles de las Comunas de París y Lyon 1870-1871






8 de marzo de 2020

Una estatua de Lenin se erigirá en Gelsenkirchen, ciudad de la antigua Alemania Occidental.

Un tribunal alemán ha dado el visto bueno para que se erija una estatua de Vladimir Lenin en una ciudad en el oeste de Alemania, después de la denuncia por parte del ayuntamiento para intentar impedirlo.
Imagini pentru Gelsenkirchen lenin

La administración de la ciudad de Gelsenkirchen había intentado detener la construcción, un
proyecto del Partido marxista-leninista de Alemania (MLDP), alegando el hecho de que la estatua iba a afectar la apariencia de una propiedad vecina, un edificio histórico, antigua Caja de ahorros de tres pisos.

El tribunal administrativo de Gelsenkirchen desestimó esta petición de paralización, aduciendo que el tamaño moderado de la estatua y la distancia de la propiedad evidenciaba que no se iba a afectar a la vista del edificio histórico.

El tribunal determinó igualmente que los aspectos históricos y políticos de Lenin, también denunciados por la alcaldía, eran irrelevantes en virtud de la ley de protección de monumentos en vigor.

Las estatuas de Lenin eran habituales en la antigua Alemania Democrática, cuando el pueblo y la clase trabajadora eran el origen y el fin de la sociedad, pero no se esperaba que se iban a ver en el oeste, donde impera la tiranía del capital.

El MLPD celebró la decisión y. en un comunicado de prensa, declaró que: "Unas semanas antes de cumplir 150 años, Vladimir Ilich Lenin volvió a obtener una gran victoria". La estatua podrá levantarse a partir del 14 de marzo, sentenció el tribunal, aunque todavía se puede presentar una apelación ante el Tribunal Administrativo Superior del Estado de Renania del Norte-Westfalia.

4 de marzo de 2020

Deberes y derechos del miliciano de la República



Durante la Guerra Civil Española, el Departamento Provincial de Guerra de la República elaboró un decálogo de Derechos y Deberes del Miliciano, que todo soldado antifascista al servicio de la República debía conocer y acatar de buen grado, incluso las sanciones que derivasen por el incumplimiento del mismo. 

Las premisas expuestas en el decálogo eran las siguientes: 

PRIMERA. - Libre y voluntariamente acepto el ingreso en las Milicias, reconociendo una disciplina que me obliga a no abandonar por ninguna causa, el servicio y la formación militar.

Imagini pentru milicianos republicanos dibujos
SEGUNDA. - Reconozco el mando del camarada que libremente ha sido elegido por nosotros para Jefe de Grupo y acataré en todo momento sus órdenes, contribuyendo a que los demás también las cumplan.

TERCERA. - Me obligo a permanecer en filas mientras dure la campaña, aceptando que los relevos se hagan cuando lo ordene la Comandancia.

CUARTA. - Reconozco como necesario que el miliciano que abandone los puestos a que ha sido destinado o que hiciese con su comportamiento una labor desmoralizadora en las Milicias sea expulsado de ellas y, en los casos graves, sufra la sanción más extrema, siendo el Tribunal creado por la Comandancia el encargado de apreciar los motivos y ordenar sobre la suerte del acusado, sin perjuicio de que en los trances de urgencia el Jefe de la columna y hasta los de Grupo tienen potestad para resolver el acto.

QUINTA. - Acepto que el miliciano que se volviese en actitud agresiva a los Jefes de columna o grupo al intentar aquellos imponer sanciones, sea juzgado inmediatamente como comprendido en gravísimo delito.

SEXTA. - Con conocimiento de que soy defensor de la causa del pueblo, acepto que al miliciano que cometa actos de pillaje, que desprestigien a nuestra clase, según los casos, debe ser sancionado, llegando al máximo rigor.

Lo mismo en cuanto se refiere a actos de venganza personal, violaciones, malos tratos a las gentes de los pueblos ocupados, de embriaguez en actos de servicio, y de aquellos otros que atenten contra la moral y los principios de la muy noble y honrada causa que defendemos.

SEPTIMA. - Reconozco que por muchas que sean las privaciones no se debe abandonar jamás el puesto asignado, pues en caso de aislamiento, de falta de alimento u otros se procurará, por todos los medios, enviar enlace a las fuerzas más próximas, permaneciendo en su puesto los demás.

OCTAVA. - Prometo ser en toda ocasión un activo miliciano, severo intérprete de las normas militares, voluntariamente admitidas, y ser ejemplo de combatividad y sacrificio.

NOVENA. - Doy mi asentimiento al decreto del Gobierno en que se fija la asignación diaria de 10 pesetas para los milicianos, y me acojo asimismo a los beneficios que me confiere el decreto del 27 de agosto último.

DÉCIMA. - En estos momentos para mí no existe más que una sola consigna: VENCER UNIDOS AL FASCISMO. Esta aspiración franca y decidida determina el que yo luche con fervoroso entusiasmo, prestigiando los ideales de liberación.

Fuente: Espina Roja

1 de marzo de 2020

Canción del miliciano guaraní, de Vicente Lamas

El poeta paraguayo Vicente Lamas escribió el siguiente poema, Canción del miliciano guaraní, en honor de los jóvenes de su país que no dudaron en viajar a España para defenderla del fascismo. En concreto, a uno de ellos que calló en la lucha por la libertad, José Aparicio Gutierrez.  

El poema subraya en sus versos finales.  siguiendo aquellas palabras puestas en boca de Don Quijote por Miguel de Cervantes. a saber. "cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura, sino justicia", lo que puede definir en pocas palabras la gesta de todos los brigadistas internacionales en España en su combate contra la bestía fascista: "Don Quijote no está solo en los campos de la Mancha".

CANCIÓN DEL MILICIANO GUARANÍ, Vicente Lamas

Vibre el crótalo nativo
de la lírica cigarra
y retoce en el pandero
toda el alma castellana.
Cesen sus hondos lamentos

melancólicas guaranias
y estalle en notas heroicas
una polca paraguaya,
en simbólico responso,
que ha muerto en tierras de España
José Aparicio Gutiérrez,
miliciano de la raza.

Pon el luto de tus trenzas,
morena que le esperabas,
en la guitarra aborigen
como cintas perfumadas,
para cantar la partida
de quien prendiera en su espada
un destello de idealismo,
como la rosa encarnada
que prendiera en tus cabellos
en ofrenda perfumada.

Pon el luto de tus ojos,
morena que ya no aguardas,
para que sea más honda,
más sentida y más amarga
la canción de la partida
hacia la luz del mañana,
de quien cayó sonriendo
por su honor y por su raza.

José Aparicio Gutiérrez,
miliciano de la raza,
por tu muerte no tañeron
las simbólicas campanas,
y sí el clarín masculino
de las gestas libertarias!

Aparicio, por tu muerte
no doblaron las campanas.
Con las rosas de tu sangre
adornaron la mortaja
que te envolviera en el claro
resplandor de una Alborada.

Miliciano guaraní,
Miliciano de la raza
has saldado tú la deuda
que debíamos a España;
Don Quijote no está solo
en los campos de la Mancha.


Fotos extraídas de De España a Francia: brigadistas paraguayos a través de la fotografía, de Gabriela Dalla-Corte Caballero, Universitat de Barcelona, 2016
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