Harry Gannes (1900 – 1941), fue un periodista norteamericano editor del diario Daily Worker en los años 30. Fue uno de los fundadores de la Liga de Jóvenes Comunistas, de la que sería también Secretario General. Visitó China durante algunos años en tiempo de la revolución, relato que contaría en su libro When China Unites An Interpretive History Of The Chinese Revolution, en 1937; igualmente dedicaría gran parte de su trabajo a denunciar el movimiento de No Intervención creado por las potencias capitalistas, Inglaterra y Francia, para beneficio de los rebeldes fascistas y sus sostendedores y amos, Alemania e Italia, y que dejó a la España Republicana aislada internacionalmente, con el único apoyo efectivo de la Unión Soviética.
En este último contexto escribiría en 1936 por encargo de la Internacional Comunista el libro que Cuestionatelotodo, está traduciendo a nuestra lengua. en vista de que hasta ahora nunca había sido publicado en español: How the Soviet Union Helps to Spain, Cómo ayuda la Unión Soviética a España.
A continuación, publicamos la Segunda entrega. La primera se puede consultar aquí.
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España recurre a la Unión Soviética
Así, mientras los
cargueros y las cañoneras de Hitler y Mussolini pululaban por el Mediterráneo y
el Golfo de Vizcaya cargados hasta las bordas con armas para los fascistas
españoles, Blum se dedicaba en cuerpo y alma a perfilar su acuerdo de no
intervención.
Gabriel Péri, el
comentarista de política internacional de l’Humanité,
órgano del Partido Comunista Francés, parafraseó certeramente en su artículo de
9 de octubre los motivos más sólidos que Blum podía ofrecer en nombre de
Francia:
Leon Blum y Anthony Eden, adalides del simulacro del Pacto de No Intervención, realizado en apoyo a los fascistas agresores del pueblo español |
“Francia decía: mi intención es evitar los suministros a los rebeldes.
Para conseguirlo, sitúo al mismo nivel, sin duda, a la República y a los
facciosos. Pero, como contrapartida, dificulto la ayuda que estos últimos
esperan recibir del fascismo internacional. Cuanto antes se adhieran a mi
iniciativa las potencias amigas de la República española y de la paz, tanto
mayor será la garantía de que obtendré ese resultado. Con todo, es necesario
que ninguna potencia pacífica dé con su abstención una excusa para la espantada
de Alemania e Italia.
Cabe imaginar, pues, a qué censuras se habría enfrentado la URSS si
hubiera rechazado su adhesión.”
Harry Pollitt,
Secretario del Partido Comunista Británico, fue un poco más lejos aún cuando
declaró:
“Blum había forzado al gobierno soviético a una política de
neutralidad, presionándolo con el futuro del pacto franco-soviético.”
Dados la
interacción de los objetivos fascistas, el acicate del imperialismo británico y
la transigencia de la política errónea del Primer Ministro socialista francés,
Léon Blum, la cuestión a que se enfrentaba la Unión Soviética de una eventual
abstención a la adhesión al acuerdo de no intervención era sumamente compleja.
El gobierno
soviético, como señaló el camarada Pollitt, se estaba adentrando por un terreno
extremadamente complicado en el que un solo paso en falso llevaría a una
ruptura diplomática abierta, seguida de la actuación militar de los fascistas y
de otras potencias reaccionarias.
La Unión Soviética
sabía también que en aquel momento el gobierno tory espoleaba a Hitler y que habría aprovechado ampliamente
cualquier negativa soviética a participar en el acuerdo de no intervención. Era
tanto el deseo nazi de que se impusiera la política del gobierno tory, que el corresponsal en Berlín de The New York Times cablegrafió lo
siguiente el 2 de septiembre:
“Alemania es partidaria de delegar las tareas de verificación de la no
intervención a una única potencia y recomienda que la dirección se le asigne al
Reino Unido.”
En lugar de
permitir la colusión entre los nazis y los ministros tories en contra de España, la URSS procuró hacer todo lo posible
en el seno del comité de no intervención para evitar el envío de armamento de
los fascistas a España, así como alentar la acción internacional contra los
fascistas y destruir la farsa de la “neutralidad” y la “no intervención” en la
primera ocasión propicia.
Una vez firmado por
los 27 países el acuerdo de no intervención, el fascismo alemán e italiano
recurrió a nuevos planes para enviar armas a los fascistas.
Mientras el general
Mola, comandante en jefe fascista del Ejército del Norte, cortaba a toda prisa
el acceso ferroviario desde Francia a España por Irún, Salazar, el dictador
portugués, abría todos los puertos de Portugal a los cargamentos de armas para
el general Franco.
De hecho, toda la
estrategia de los generales fascistas españoles, tras el revés inicial sufrido
en la Sierra de Guadarrama y Barcelona, consistió en abrirse camino hacia
Badajoz, en la frontera hispano-portuguesa, por el río Tajo, para, con los
pertrechos recibidos de Alemania e Italia, vía Portugal, avanzar a sangre y
fuego hacia Madrid.
Los partidos
comunistas de todos los países dieron la alarma de inmediato.
Pravda, órgano central del
Partido Comunista de la Unión Soviética, se expresaba con toda claridad:
“Los trabajadores del mundo no pueden permanecer indiferentes y en
silencio mientras se decide el destino del pueblo libre de España al que los
mercenarios de Franco tratan de aniquilar por medio de las bayonetas, las
balas, las bombas y el hambre.
El valeroso pueblo español vuelve sus ojos hacia la Unión Soviética. En
nuestra lucha por el socialismo el pueblo español encuentra su fuerza,
inspiración y energía.”[1]
Por primera vez en
su historia –durante esta feroz guerra civil en que la reacción está tratando
de derrocar al gobierno legítimo–, España y la Unión Soviética intercambiaron
embajadores. En ambos países, los representantes fueron recibidos entre
muestras de alegría y entusiasmo, y firmes promesas de estrechar aún más las
relaciones e incrementar una cooperación inquebrantable.
En Francia, tras
asumir la dirección de la lucha contra la “neutralidad” y el proyecto de no
intervención para tratar de lograr una movilización de masas capaz de torcer el
desastroso rumbo de Blum, Maurice Thorez, Secretario del Partido Comunista de
Francia, dirigió una carta abierta a Paul Faure, dirigente socialista. En
nombre de los comunistas franceses, Thorez instaba a unirse a los partidos
socialista y comunista para exigir el levantamiento del embargo de armas
impuesto contra España.
¡Armas para España!
Mientras la Unión
Soviética se preparaba, a la primera oportunidad que tuviera, bien para forzar
la completa adhesión a una interrupción total de los envíos de armas a España
en el marco del acuerdo de no intervención, bien para restituir al legítimo
gobierno de España en su derecho a comprar armas, los comunistas de todo el
mundo encabezaban la lucha contra la vergüenza de la neutralidad.
Extraordinaria fue
la enorme manifestación, en que participaron 100.000 personas, organizada por
el Partido Comunista de Francia el 4 de septiembre en contra de la no
intervención. El 7 de septiembre, la huelga del sindicato obrero del metal sacó
a las calles a 225.000 trabajadores franceses cuyas reivindicaciones retumbaron
por toda Francia: “¡Armas para España! ¡Aviones para España! ¡Abajo el embargo
impuesto a España! ¡Ayudemos a nuestros hermanos españoles!”
En lugar de
rectificar su política de no intervención presionado por la abrumadora mayoría
de las masas de Francia, Blum defendió airadamente su posición. La adhesión
inflexible de Blum a la errónea política de no intervención animó a los
dirigentes reaccionarios del Partido Laborista Británico a seguir un camino
parecido y dio una excusa a la Internacional Obrera y Socialista para, de
momento, abstenerse de todo acto contrario a la política tory o independiente de ella.
De hecho, los
principales portavoces socialistas se convirtieron en un primer momento en los
más fervientes defensores del acuerdo de no intervención. Debido a su férreo
apoyo a los planes que inicialmente había promovido el gobierno tory de Londres, pusieron en
dificultades al gobierno español para defender su causa ante los foros
internacionales y entre los trabajadores y antifascistas de todo el mundo.
Por ejemplo,
mientras el Partido Comunista de Francia exigía poner fin a la farsa de la
política de neutralidad y los fascistas enviaban armas a toda prisa a los
rebeldes españoles, no era infrecuente toparse con muestras de los típicos
planteamientos de la burocracia socialista inglesa y del ala derecha
socialdemócrata de Francia y Estados Unidos, como la contenida en un editorial
del periódico socialista judío Forward,
publicado en Nueva York.
Rara vez la dañina
falsía del acuerdo de no intervención y las contraproducentes ilusiones que
alentó se pusieron al descubierto de modo tan inconsciente y manifiesto como en
el siguiente editorial de Forward de
8 de septiembre:
“Ahora que todos los gobiernos se han comprometido a no suministrar
armas a ninguno de los dos bandos enfrentados y que ninguno de ellos ha
vulnerado por el momento el pacto, el gobierno español está en condiciones de
ocuparse por sí solo de los fascistas…
Gracias a su sagacidad política y a su perspectiva auténticamente
socialista de la guerra civil española, Léon Blum no sólo ha salvado a Europa
de una nueva guerra, sino que ha impedido que Hitler y Mussolini ayuden a los
asesinos fascistas a ahogar en sangre la España republicana y el movimiento
obrero español.”
El mismo editorial
proseguía criticando a los comunistas franceses y de otros países por exigir el
final de la no intervención, acusándoles de que tal exigencia “suena a
provocación”.
Si ésta fuera
exclusivamente la posición de Forward,
no sería tan lesiva como, de hecho, ha resultado ser. Pero lo cierto es que
dieron igualmente su apoyo a la postura de Blum (astutamente promovida en sus
comienzos por los tories británicos)
los dirigentes del Partido Laborista Británico hasta el Congreso de Edimburgo
de principios de octubre, casi un mes después. Y también la respaldaron la
dirección del Congreso de Sindicatos Británicos, así como la Internacional
Obrera y Socialista, y las dirigencias de sus diferentes secciones en todos los
países.
Hasta que la Unión
Soviética no soltó el bombazo en el seno del comité de no intervención, este
planteamiento no se fue al traste.
El propio Primer
Ministro Blum, en un mitin del Partido Socialista a mediados de septiembre,
declaró gratuitamente que no existía ni la más mínima prueba de que Italia y
Alemania hubiesen enviado armas a España tras la conclusión del acuerdo de
neutralidad.
Ante semejante
actitud del Primer Ministro socialista francés, Léon Blum, que procedía de
consuno con el ministro de Asuntos Exteriores británico, y antes de que el
gobierno español hubiese presentado las pruebas que había reunido a la Sociedad
de Naciones, la Unión Soviética no podía comprometerse a actuar con eficacia
contra el crimen de la no intervención.
Sin embargo,
durante todo ese tiempo, la ayuda exterior fascista estaba llegando al general
Franco.
España protesta
El 15 de
septiembre, el gobierno español hizo llegar una nota a la Sociedad de Naciones
que contenía pruebas innegables y cuantiosas de envíos de armas a los fascistas
españoles desde Alemania e Italia, vía Portugal y las Islas Baleares, con
destino a puertos del norte y sur de España. Esta nota, sin embargo, no se
publicó hasta el 30 de septiembre y ante la insistencia de la Unión Soviética y
España.
A principios de
septiembre, el general Queipo de Llano, capitoste fascista de Sevilla, anunció
por la radio que había enviado una delegación oficial a Lisboa a felicitar, en
su propio nombre, al dictador Salazar y a agradecer al gobierno portugués la
ayuda dada al “único gobierno que puede y debe gobernar España”[2].
Franco, el hombre de Hitler en España |
Los cables
periodísticos de todo el mundo no paraban de referirse a las escandalosas
noticias de incesantes envíos de armamento, cada vez más abundantes y
descarados, de Italia y Alemania a los fascistas españoles.
Un ejemplo lo
constituye el siguiente encabezamiento de un cablegrama para The New York Times (14
de septiembre), remitido desde Lisboa, capital de Portugal:
“Lisboa hace llegar ayuda a los rebeldes españoles. Aquí los funcionarios
consienten que Portugal siga siendo un pasillo de tránsito de abundantes
suministros a los rebeldes españoles.”
Otra muestra de The New York Times:
“Los rebeldes usan Lisboa
como vía de suministro y punto de compra. La embajada insurgente allí adquiere
abiertamente gasolina, camiones y alimentos.”
En septiembre, un Comité de Encuesta sobre
las Violaciones del Derecho Internacional relativas a la No-Intervención en
España[3],
no oficial, se reunió en Londres y recopiló pruebas de los envíos de armas
italianos y alemanes a los fascistas.
Del comité formaban parte Eleanor F.
Rathbone, diputada independiente por las universidades inglesas; J. B. Trend,
catedrático de español de la Universidad de Cambridge; Lord Faringdon; John
Jagger, del International Union of
Distributive and Allied Workers, diputado laborista en el parlamento; R.
McKinnon Wood; E. L. Mollalieu y dos secretarios del comité: John
Langdon-Davies, que era corresponsal del News
Chronicle en España, y Geoffrey Bing.
Con las pruebas reunidas por este comité se
podría elaborar un grueso volumen.
Reseñables entre las conclusiones extraídas
por el ilustre comité, a cuyas sesiones asistían de incógnito funcionarios del ministerio
de Asuntos Exteriores británico, son las siguientes frases:
“Hemos tenido así acceso a
nuevas pruebas y estudiado toda una serie de nuevas revelaciones que confirman nuestras conclusiones
previas en el sentido de que, desde la fecha del pacto de no intervención, Italia
y Portugal han prestado ayuda a los rebeldes en forma de armas y personal
técnico, así como otras formas de colaboración…”
“Disponemos, además, de
numerosos elemento de prueba que confirman la ayuda alemana antes y después del
3 de agosto de 1936, fecha en que el gobierno alemán informó al francés de que
ni se había enviado material de guerra a los rebeldes españoles ni se les
enviaría.”
Obsérvese bien, en especial, la declaración
final de dicho comité:
“Una circunstancia adicional
que plantea un grave problema es que, de acuerdo con nuestra información, el
gobierno británico conoce, por personas a su servicio, de la existencia de
violaciones del acuerdo de no-intervención.”
Desde un principio, el gobierno tory conocía a través de sus numerosos
agentes secretos en Portugal y sus representantes consulares y diplomáticos en
Sevilla, Cádiz, La Coruña y otros lugares de España bajo control fascista que
los rebeldes estaban recibiendo continuamente desde Italia y
Alemania todas las armas que necesitaban, en flagrante violación del acuerdo de
no intervención.
Durante más de 200 años, la política exterior
portuguesa se había decidido en Londres. Bajo la dictadura de Salazar, Portugal
se había convertido, más que nunca, en una auténtica marioneta del imperio
británico. De hecho, en Portugal no se podía tomar ninguna decisión política de
calado sin contar con los intereses comerciales británicos, el consentimiento
de sus agentes diplomáticos en Lisboa y la aprobación del gobierno Baldwin.
Las masas
soviéticas en acción
Mientras tanto, los trabajadores soviéticos
prestaban “toda la ayuda que podían a las masas revolucionarias españolas”.
Nunca desde la Revolución de Octubre habían
estado tan entregadas las masas rusas, habían sido tan conscientes del peligro
para el pueblo español y la paz mundial.
Hitler y Mussolini, así como el Reino Unido,
han acusado a la URSS de enviar armas en secreto a España. Sin embargo, no hay
ni una sola prueba de ello. Cierto es que las masas soviéticas organizaron
gigantescas manifestaciones por España en las que se recaudaron cantidades
enormes de dinero. Hicieron cuanto estaba a su alcance para ayudar a España a
derrotar al fascismo. Antes del 2 de octubre, los trabajadores soviéticos
habían colectado diez millones de dólares para España. Las mujeres de la URSS
habían enviado dos millones de dólares en comida y ropa a las mujeres y niños
españoles. Se mandaron abiertamente varios cargamentos de alimentos por barco.
El heroico pueblo español, privado de armas,
contuvo a los fascistas como pudo. El general Franco, advertido de que la Unión
Soviética preparaba un formidable ataque contra el pacto de no intervención a
fin de detener los envíos de armas a los rebeldes, dio órdenes de lanzar una brutal
ofensiva. Llegado ese momento, ya con decenas y decenas de tanques italianos,
con más de cien aviones de caza y bombarderos, y más armas y municiones de las
que podían emplear sus hordas de tropas alemanas, italianas y moras, habría sitiado
Madrid.
Inmediatamente después de que entrase en
Madrid, Franco contaba con la promesa de que Alemania e Italia reconocerían la
dictadura fascista española, lo cual liquidaría definitivamente y a su favor la
farsa de la no intervención. Ése fue el motivo de que siguiera adelante aún con
mayor vesania.
Fue entonces cuando el gobierno español tomó
las primeras medidas que permitieron crear las condiciones favorables para la
posterior acción de la Unión Soviética.
Plenamente al tanto por sus informadores
alemanes, italianos y británicos de la inminente actuación de la Unión
Soviética y del gobierno español, el general Franco dio la orden de tomar
Madrid a toda costa y lo antes posible.
El gobierno español había enviado a la
Sociedad de Naciones su nota, que incluía numerosos pruebas del apoyo exterior
fascista a los rebeldes españoles, el 15 de septiembre. Pero no fue hasta
finales de ese mes cuando Álvarez del Vayo, ministro de Asuntos Exteriores de
Madrid, pudo, con la ayuda de la Unión Soviética, conseguir la publicación y
análisis de las pruebas.
Se trataba de un paso preliminar necesario
para que la Unión Soviética pudiera refutar todo el montaje ante el comité de
no intervención de Londres.
Ni que decir tiene que el general Franco se
dio cuenta de que la acción de la Unión Soviética ponía en grave peligro a su junta fascista, así que no perdió ni un
minuto en su avance sobre Madrid.
A veces surge la pregunta de por qué “esperó”
la URSS a que el general Franco estuviera a las puertas mismas de Madrid, antes
de conmocionar al mundo con una nota como la de 7 de octubre en la que se
desenmascaraba la ayuda exterior fascista a los insurgentes reaccionarios
españoles.
La Unión Soviética jamás perdió un solo
momento, una sola ocasión, ni la más mínima posibilidad, de dar la mayor ayuda
al pueblo español. Sabedor de ello y precisamente por ello, el general Franco y
sus valedores fascistas llevaron su ofensiva hasta un punto de ruptura.
Si se tienen presentes los principales
factores, ya indicados, de la relación de la URSS con España, el análisis de las
fechas y acontecimientos posteriores a la actuación del propio gobierno español
mostrará la rapidez, pertinencia y máxima efectividad de las acciones de la
Unión Soviética.
La primera oportunidad que España tuvo de
hacer oír su voz ante la Sociedad de Naciones en relación con la criminal ayuda
fascista exterior a los rebeldes españoles fue a finales de septiembre.
De haber iniciado una acción diplomática
semejante, la Unión Soviética se habría arrogado el derecho a suplir y usurpar
la iniciativa del gobierno legal de España. Cuando el gobierno español dio
efectivamente el paso, la URSS actuó con rapidez y extraordinarios resultados
no sólo en los ámbitos diplomáticos, sino también, y aún más importante, en el
seno del movimiento obrero y antifascista mundial.
El 25 de septiembre, el ministro de Asuntos Exteriores
español, Álvarez del Vayo, en una crítica demoledora de las potencias que
apoyaban a los fascistas españoles, fue el primero en exigir el fin de la farsa
de la no intervención.
Con palabras ardientes, del Vayo declaró:
“Cada defensor español de la República y la libertad que cae en el frente por el fuego de estas armas importadas de la manera más cínica y en cantidad mayor, a pesar del Acuerdo de la No Intervención, es una demostración irrefutable del crimen que se comete contra el pueblo español.”
Fue ésta la primera salva diplomática que
estremeció al movimiento obrero mundial.
Más tarde, el 28 de septiembre, Maxim
Litvinov, comisario soviético de Asuntos Exteriores, acometió la lucha, una
lucha que los imperialistas británicos trataron de echar por tierra, pero que
fueron incapaces de sofocar, una lucha que produjo los resultados más
inmediatos en el movimiento obrero internacional y en los círculos
antifascistas.
“El gobierno soviético
considera inaplicable el principio de neutralidad a una guerra declarada por
rebeldes contra su gobierno legítimo”, insistió Litvinov, “antes al contrario,
considera que es una violación de los principios del derecho internacional”[4].
La ayuda fascista,
desenmascarada
La primera noticia extraordinaria que recibió
la opinión pública sobre la exigencia soviética planteada al comité de no
intervención de Londres se produjo el 7 de octubre.
“En realidad”, escribió el 8
de octubre Ferdinand Kuhn Jr., corresponsal de The New York Times en Londres, “Rusia ha presentado dos notas, no
una, al comité. La primera, que se adelantó en una semana al bombazo de ayer,
fue entregada por escrito el pasado miércoles por Samuel Kagan, encargado de
negocios soviético en Londres.”
En la primera nota, la URSS exigía dos cosas:
(1) que un comité imparcial se desplazase a la frontera hispano-portuguesa para
investigar la cuestión de los envíos de armas. (2) que, en lo sucesivo, algunos
miembros de este comité quedaran asignados a tareas de verificación del
cumplimiento del acuerdo de no intervención.
El gobierno británico fue ampliamente
informado de las violaciones del acuerdo de no intervención llevadas a cabo por
las potencias fascistas, en especial de la cínica ostentación con que su
marioneta portuguesa transgredía el acuerdo. El Sr. Kuhn dice lo siguiente: “La
nota se distribuyó a algunos miembros del comité de no intervención, entre
ellos los británicos, que se mostraron ciertamente preocupados por las
evidencias de mala fe de alemanes e italianos y estimaron oportuno el envío de
un grupo imparcial que investigue sobre el terreno.”
Pero lo que hicieron los británicos, en
realidad, fue tratar de neutralizar los esfuerzos de la Unión Soviética.
Fue en ese momento cuando la URSS hizo
pública su nota, más enérgica, de 7 de octubre, que no “se distribuyó a los miembros del comité de no intervención”
sino que se dio a conocer desde Moscú a las masas del mundo.
Un chato soviético |
Samuel Kagan, en nombre del embajador
soviético Ivan Maisky, hizo entrega de esa nota –que provocó una acalorada
sesión del comité de intervención– a Lord Plymouth, presidente británico del
comité.
La situación en la que la URSS adoptó esta
drástica medida era extremadamente complicada. Por ejemplo:
El Congreso de Sindicatos Británicos acababa
de votar recientemente a favor del acuerdo de no intervención que, por
intermedio de Blum, había promovido el gobierno tory inglés.
En ese momento se estaba celebrando el Congreso
del Partido Laborista Británico en Edimburgo, al que asistió una delegación
española para solicitar el fin de la farsa de la no intervención. A pesar de la
nota de la Unión Soviética, el Congreso del Partido Laborista Británico, contra
los deseos de la mayoría de los delegados, recurrió al procedimiento del voto por
delegación y por representación, habitual en los congresos del partido, con el
resultado de 1.836.000 votos favorables a continuar dando su conformidad a la
no intervención, frente a 519.000 en contra.
El Primer Ministro socialista francés Blum
seguía respaldando, imperturbable, la vergüenza de la no intervención.
La Internacional Obrera y Socialista, al
igual que la Federación Internacional de Sindicatos, continuaban apoyando, en
ese momento, la no intervención.
Sola, enfrentada a las otras 26 naciones
integradas en el pacto de no intervención, dirigido por el imperialismo
británico, detrás de cuyas faldas se escondían los fascistas alemanes e
italianos, la Unión Soviética entró, no obstante, en acción. La Unión
Soviética presentó su nota.
En nombre de los 170 millones de ciudadanos
de la URSS, la nota soviética venía a sumarse a la batalla iniciada por el
gobierno español. El documento soviético rezaba así:
“En notas dirigidas el 15 de
septiembre a los gobiernos de Portugal, Italia y Alemania, el gobierno español protestaba
por el envío de ayuda y armamento militar por parte de esos países a los
rebeldes españoles.
El gobierno español también
ha remitido dichas notas a otras partes del acuerdo de no intervención,
solicitándoles que adopten medidas para poner fin a una situación en la que el
gobierno legal de España ha quedado sometido a un auténtico bloqueo, mientras
los rebeldes, sin ningún tipo de impedimento, reciben por diferentes vías
aviones y diversos tipos de armamento.
En su declaración a la
Sociedad de Naciones, Julio Álvarez del Vayo (ministro español de Asuntos
Exteriores) planteó esa misma cuestión ante todos los Estados miembros. El
gobierno español recogió en su “Libro Blanco” y en otra documentación
adicional, publicada el 3 de octubre, una larga enumeración de hechos que constituyen
violaciones del acuerdo referidas al último periodo.
Basta con relatar los
siguientes hechos:
El 10 de septiembre, treinta
y tres vagones de mercancías cargados de cajas que contenían las piezas sin
ensamblar de catorce aviones procedentes de Hamburgo llegaron a Sevilla desde
Portugal.
El 20 de septiembre, doce
grandes aeroplanos alemanes aterrizaron en Tetuán. Posteriormente, estos
aviones se emplearon para trasladar tropas de la llamada Legión Extranjera de
Tetuán a España.
El 29 de septiembre, el
gobierno español recibió un informe en el que se relata que el 27 de septiembre, a través de la frontera española y
procedente de Lisboa, se efectuó el envío de un cargamento de gas venenoso y de
munición de guerra.
Una serie de testigos
interrogados por el comité de Londres que preside la diputada inglesa Eleanor
Florence Rathbone, así como numerosos corresponsales de prensa que han
publicado lo que ellos mismos han visto, confirman que el suministro de armas a
los rebeldes vía Portugal se sigue produciendo a gran escala.
Los rebeldes disponen de
tanques y bombarderos de origen alemán e italiano de los que carecía el
ejército español al principio de la sublevación.
Entre los aeroplanos
derribados por las milicias había nueve de origen alemán que llevaban el
distintivo de fabricación “Henkel”. El traslado de las tropas rebeldes desde
Marruecos se produce en aviones alemanes e italianos a través de Gibraltar.
La región fronteriza con
Portugal parece ser, desde el inicio mismo de la rebelión, la base principal de
los insurgentes.
En Portugal forman los
rebeldes sus destacamentos y desde ese país reciben destacamentos militares.
Desde la constitución de su comité, el propio gobierno soviético planteó la
necesidad de investigar las actuaciones de Portugal que constituyen una
flagrante violación del acuerdo y de adoptar las medidas oportunas para poner
fin a tales actuaciones.
El gobierno soviético teme
que una situación como la creada por la reiterada violación del pacto de no
intervención de Londres haga inoperativo dicho pacto.
El gobierno soviético no
puede consentir que ciertos firmantes del acuerdo de no intervención
transformen tal acuerdo en una tapadera de la asistencia militar a los rebeldes
contra el gobierno legal.
En consecuencia, el gobierno
soviético se ve en la obligación de declarar que, si esas violaciones no cesan
inmediatamente, se considera liberado de los compromisos suscritos en citado
acuerdo.”[5]
[1] Retraducción. [N. de los t.]
[2] No hemos localizado la cita entrecomillada original. Se trata, pues,
de una retraducción. [N.
de los t.]
[3] “Committee of Inquiry into Breaches of
International Law Relating to Non-Intervention in Spain”, en el original. [N. de los t.]
[4] Podría tratarse de una retraducción. [N. de los t.]
[5] Podría tratarse de una retraducción. [N. de los t.]
1 comentario:
Muy buena descripción de la situación internacional existente en la época de la guerra civil. Una versión de la historia que no se encuentra en los actuales libros de historia.
Gracias a los traductores por el esfuerzo realizado en traducir esta obra.
Saludos rojos
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