27 de agosto de 2024

La izquierda del fascismo

1.- No se equivocaba Harold Laski cuando definió el fascismo como una técnica político-administrativa del capitalismo en su fase de contracción. De hecho, lo que singulariza al mundo capitalista de nuestros días, en el que emerge pujante, como alternativa política viable, el nuevo fascismo, es, precisamente, la total irrelevancia política del movimiento obrero, la ausencia de cualquier peligro de revolución proletaria.
Squadrista italiano

2.- Ésa es la causa, y no otra, de que lo que cabría caracterizar como prefascismo no haya mutado, aún, en la dictadura terrorista abierta de la burguesía de que hablaba Dimitrov. Por decirlo de otra manera, a la clase dominante, sencillamente, no le ha hecho falta todavía cambiarse la camisa hawaiana democrática por otra negra, parda o azul.

3.- Aun así, casi de forma mimética, todos los rasgos que caracterizaron en sus orígenes al fascismo como ideología y como praxis política pueden observarse en el prefascismo actual: el racismo y la xenofobia –muy especialmente el neoantisemitismo contra árabes y musulmanes– se revela y configura como base ideológica aglutinante de una pequeña burguesía desarticulada y desengañada de sus quiméricas aspiraciones de ascenso económico y social por la propia crisis del capitalismo; tal engendro doctrinal se completa, por un lado, con un anticomunismo delirante y estrafalario, capaz de demonizar, a falta de una auténtica alternativa comunista, ¡hasta al Papa de Roma!, y, por otro, con un nacionalismo de corte imperialista, trabado a base de novelería legendaria y patriotera.

4.- Las guerras de redivisión imperialistas no son un rasgo privativo del fascismo. La I Guerra Mundial es una muestra de cómo los límites a la internacionalización del capital –la llamada “globalización” en términos burgueses– son capaces de escindir el bloque imperialista y agudizar sus contradicciones internas hasta el enfrentamiento en un campo de batalla de dimensiones planetarias. Esa situación ya se da hoy en día en la esfera internacional y tiene su propia traducción interna en cada Estado imperialista. Ni que decir tiene que lo que hemos llamado prefascismo no ha de coincidir, mecánicamente, en el caso concreto de cada país imperialista, con los “globalistas” o con los “nacionalistas”, es decir, con los partidarios de someter la economía mundial en su conjunto al capital transnacional, por un lado, y los defensores de una cierta independencia de cada mercado nacional, por otro. Sería, por ejemplificarlo, la diferencia entre un Vox plenamente otanista y un Orban partidario de Putin.

5.- Hasta tal punto el prefascismo actual prefigura –posfigura, cabría decir– el fascismo de los años 30, que ha producido una “izquierda del fascismo”. El caso español es paradigmático. Ante la agudización de las contradicciones del capitalismo y su crisis mundial, el llamado Frente Obrero, en lugar de hacer suyas, con todas las consecuencias, las posiciones leninistas, asume la agenda política del prefascismo y la colorea de un discurso “obrerista” y populachero. Por decirlo gráficamente, en lugar de emular al Partido Bolchevique de Lenin y Stalin, su máximo dirigente, el squadrista Roberto Vaquero, opta por jugar a ser Gregor Strasser. No es casualidad que el Partido Nazi se autointitulase “Socialista” y “de los Trabajadores”. Tampoco que esos tontos útiles del capital terminaran como terminaron.

6.- Hoy, más que nunca, es necesario parar el ascenso del fascismo. Es necesario desenmascarar a quienes desde la izquierda posmoderna (Podemos, Sumar, Izquierda Unida, ERC, Bildu, etc.) y la izquierda del fascismo (Frente Obrero) pretenden seguir manteniendo la dominación del capital monopolista en la forma que sea. El trabajo es ingente, pero no hay otro camino:

¡El camino de Lenin y Stalin!

Camarada Sade / Camarada Forneo



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