Beatriz Etxebarria relata en primera persona el momento de su detención, el viaje de traslado a Madrid y los cinco días de incomunicación. Después fue puesta en libertad, y se supo que fue detenida solamente por ser la novia de uno de los sospechosos.
Aunque España fue denunciada por el Tribunal de Derechos Humanos de la Union Europea por no investigar las múltiples denuncias de torturas producidas en el peculiar régimen de incomunicación, la espeluznante descripción de cómo trata la policia española a los sospechosos de terrorismo (parece que tambien a familiares, amigos y novias) es probable que nuestros gobernantes y jueces, "democrátas de toda la vida", la desprecien como suelen hacer con los derechos humanos.
Claro que habrá muchos apologistas de la tortura y del terrorismo de estado, tan habituales en nuestras instituciones, partidos politicos y medios de propaganda, que consideraren que los torturadores tan solo han actuado cumpliendo con su deber al servicio de la patria. Por si acaso algunos se sienten transportados hacia atrás en el tiempo, y creen que los actos descritos tienen lugar en los garajes de la dictadura argentina o los centros de internamiento de los mercenarios pinochetistas, o incluso en los calabozos de la Guardia Civil del franquismo, les recuerdo que hablamos de la España "democrática" de 2011.
"Sobre las 4:00 de la mañana del 1 de marzo de 2011 revientan la puerta. Me agarran del pelo y me llevan en volandas al salón. Estoy en sujetador y no me dejan ponerme ropa durante el registro. En el salón me reducen con violencia y en el sofá me intentan poner las esposas. Se enfadan porque me quedan pequeñas. Me dicen mientras sigo sentada en el sofá: «Ya verás qué cinco días vas a pasar».
Me mareé un poco durante el registro del trastero. Me agarran muy fuerte del brazo, me dejan marcas. Me ponen esposas de cuerda y me las van apretando cada vez más.
Al salir de casa me amenazan: que no mire ni hable con mi pareja. Me llevan donde estaba el coche y me prohíben mirar el registro.
Me llevan al forense de Bilbo: me miran bien, tengo marcas en las muñecas de las esposas, tenía las venas hinchadas, y algún rasponazo. Los brazos rojos, por la forma de agarrarme, y agarrotados.
Me montan en el Patrol. Me obligaban a cerrar los ojos y me los tapan ellos mismos con la mano. Escucho cómo hablan de encontrarse con otro coche.
Paran. Un guardia civil, que se hacía llamar el Comisario, viene a buscarme y cambiamos de coche. El de ahora no es un Patrol, es un coche normal por el espacio y la altura al entrar. El Comisario empieza a gritarme al oído y a amenazarme: «Soy militar y estoy entrenado para matar». Me dice que tengo dos opciones: hablar desde el principio, o no.
Noto cómo sacan una bolsa y me la ponen encima de las manos Durante el viaje a Madrid me dan golpes y collejas en la cabeza, y constantes amenazas. Me dicen que va a parar el coche y «te voy a poner en pelotas, te tiro a la nieve y te voy a abrir en canal». El Comisario se quita la chaqueta y empieza a restregarse contra mi cuerpo. El otro policía que estaba a su lado «apacigua» a El Comisario pero también me amenaza. Me hacen «la bolsa» dos veces de camino a Madrid.
En la comisaría había diferentes habitaciones: en una escuchaba los gritos del resto de detenidos y había otra que estaba más abajo que me daba la sensación de que estaba aislada, y ahí el trato era todavía peor. A la primera la llamaré la «habitación dura» y a la otra «la muy dura».
Siguen las amenazas y El Comisario me mete a una celda y me dice que piense bien qué voy a hacer. Me sacan de la celda y me llevan al forense.
Son sobre las 20.30 del martes. Le relato que estoy siendo torturada. Me vuelven a llevar a la celda.
Me llevan a la «habitación dura». Allí oía gritos del resto de detenidos/as. Me sientan en una silla y me mojan las manos, mientras escucho ruidos de algo que parecen electrodos. Cuando estaba en la celda también escuchaba esos mismos ruidos. Me dicen que tengo que hablar y me empiezan a quitar la ropa hasta dejarme totalmente desnuda. Estando desnuda me echan agua fría por encima. Me vuelven a poner la bolsa hasta tres veces seguidas. Me amenazan con hacerme la bañera. Estando desnuda, me ponen a cuatro patas encima de una especie de taburete. Me dan vaselina en el ano y en la vagina y me meten un poco un objeto. Sigo desnuda y me envuelven en una manta y me dan golpes. Me agarran, me zarandean y me levantan del suelo.
Me vuelven a llevar a la celda hasta la mañana del miércoles, cuando vuelvo a visitar al forense. Le cuento algo sobre el trato al que estaba siendo sometida y su actitud fue mala.
Vuelvo a la celda y allí trato de «descansar» un poco. Después de pasar un rato, viene El Comisario y me lleva a la sala «muy dura». Allí me vuelve a desnudar. Me estira del pelo, me da golpes en la cabeza y me grita al oído que es militar y que está entrenado para matar y que «te voy a destrozar toda por dentro para que no puedas tener pequeños etarras».
Me vuelven a llevar a la celda y después de estar allí, al forense. No le cuento nada, al ver cuál había sido su actitud en la última visita en la que cuestionaba el relato de torturas que le había hecho.
En los interrogatorios siempre había mucha gente. Una vez conté hasta siete voces diferentes. Me amenazan constantemente con mi pareja (al que escucho cómo está siendo torturado). También me amenazan con detener a mi hermano. Me dicen que como no haya trato no sólo van a detener a mis padres, sino que también van a llevar a mi abuela «en bragas y que se la iba a follar».
El anteúltimo día El Comisario me vuelve a desnudar. Tira una manta al suelo, grita y me dicen que me van a violar, otra vez. Me da la impresión de que él se empieza a quitar la ropa, escucho cómo se quita el cinturón. Entonces, al que llamaban Garmendia intenta tranquilizarle, lo saca de la sala en la que estaban y escucho cómo hablan. Garmendia entra otra vez en la habitación y me dice que le prometa que voy a declarar.
El último día tuve hasta seis interrogatorios. La segunda declaración policial la hago el sábado a las 5:40. Después no me vuelven a desnudar y la agresividad era menor, incluso llegaron a decirme si quería ver a Iñigo.
Las amenazas no cesaron hasta llegar a la Audiencia Nacional. En el furgón, El comisario, que estaba sentado a mi lado, me dijo que tenía que ratificar delante del juez la declaración.
Durante todo el periodo de incomunicación, salvo cuando iba donde el forense, estuve con los ojos tapados con diferentes antifaces. Había alguno de látex que tenía una especie de polvo que ellos decían que si abría los ojos me iba a quedar ciega. Yo sí notaba que cuando me lo quitaban (para ir al forense) me picaban los ojos durante un rato. Cuando estaba con El Comisario me ponían otro antifaz que era como de terciopelo
Durante la incomunicación estuve sobre todo con tres policías (El Comisario, El Inspector y Garmendia, que era menos salvaje), aunque durante los interrogatorios solía haber mucha gente siempre en la habitación.
Ante el juez negué la declaración policial y denuncié haber sido torturada".
http://www.lahaine.org/index.php?p=51915
3 comentarios:
Este es el país democrático en el que vivimos. A la gente se nos dice lo buena que es la policía y lo bien que va la lucha antiterrorista, nadie habla de las torturas y todos les creemos a pies juntillas.
Vivimos en un Estado policial y ni siquiera nos damos cuenta. O despertamos o pronto será demasiado tarde.
Un saludo.
La verdad que estos echos se me juntan unos sentimientos de rabia,y me deprime pensar hasta que punto se ha llegado,y lo fácil que la sociedad esta siendo manipulada.
Como decía Einstein, la imbecilidad humana es infinita
Tengo una amiga que fue torturada no hace mucho por la guardia civil y puesta en libertad sin cargos dspués del viaje a Madrid y los cinco días de incomunicación. Ella no era novia de un sospechoso, tan solo mantenía correspondencia con un amigo de la infancia que estaba en prisión. Su denuncia ni siquiera fue tramitada. Yo podría contar el caso con pelos y señales.
Supongo que la gente de bien y los demócratas de toda la vida prefieren vivir tranquilitos pensando que esto de las torturas son consignas que tienen los malditos etarras para hacerse notar. O, peor aun, cada vez más se escucha considerar normal y justificable que estas cosas se hagan "por el bien común". Pues si es así, empecemos por los maderos de la foto.
En fin... y luego España se permite el lujo de dar lecciones de democracia al resto del mundo.
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